Dennis Orlando Escobar Galicia
Periodista

El poeta, escritor, dramaturgo, ensayista y periodista, afamado por un vario pinto público –incluso por tirios y troyanos – nació hace cien años en Uruguay (14 de septiembre de 1920), país de Latinoamérica que se conoce por la cantidad de hábiles futbolistas tomando en cuenta su número de habitantes, y -de repente- por Eduardo Galeano, el autor de Las venas abiertas de América Latina y por su ex presidente José Mujica que vivía modestamente manejando su Vochito. Bueno… también ahora se habla de ese paisito porque es de los menos afectados por el COVID-19. La centuria del nacimiento del insinuado al inicio, Mario Orlando Hardy Hamlet Brenno Benedetti Farrugia, me motiva a escribir estos caviles.

Recuerdo que en mi época del cuarto año de magisterio –en la Gloriosa Escuela Normal Central para Varones, orgullosamente- los compañeros próximos a graduarse me saludaban y recurrentemente me preguntaban si ya había leído lo último de Bene. ¡Claro que sí! -les contestaba inmediatamente- A decir verdad, eran babosadas, pues yo ni sabía quién era ese tal Bene. Me inquirían porque de vez en cuando hacía de declamador de poemas cursis dedicados al 15 de septiembre. Pero como era en la Gloriosa me vi obligado a indagar y entrarle a la lectura de ese fulano.

Primero leí algunos poemas porque también eran musicalizados en casetes; cantados por Juan Manuel Serrat, Alfredo Zitarrosa, Mercedes Sosa, Nacha Guevara… ¡Quedé impresionado! Pero asimismo motivado porque me gustaron y los entendí por ser muy llanos. Hasta pensé que yo también lograría ser poeta, creyendo que escribir sencillo es fácil. Desgraciadamente en lugar de seguir con ese «rollo» vino la otra etapa de mi adolescencia: cambiar el mundo por otros medios y dejar por un lado lo literario. «Ser joven y no ser revolucionario es hasta una contradicción biológica». Era la época del llamado realismo socialista. La moda era escribir «Vámonos patria a caminar, yo te acompaño» (ORC) y no «Tus manos son mi caricia/mis acordes cotidianos/te quiero porque tus manos/trabajan por la justicia/ si te quiero es porque sos/mi amor mi cómplice y todo/ y en la calle codo a codo/ somos más que dos». (MB). Después de la lectura de algunos de sus poemas –tiene muchísimos- entre ellos Poemas de la oficina, Hagamos un trato, Semántica poética, Estado de ánimo, Te quiero, Ustedes y nosotros, Hombre que mira a su país desde el exilio, Cuando éramos niños, Informe de caricias… vi la película La tregua, versión argentina (recuerdo haberla visto en el canal 5, ya desaparecido), basada en la novela del mismo nombre, nominada a los premios Óscar en 1974 como mejor película extranjera. Inmediatamente leí la novela, lo cual me sirvió nuevamente para comparar el guion cinematográfico y la novela escrita.

A decir verdad, haber visto y leído La tregua cuando era muy joven no me causó mayor influencia, aunque mucha congoja por su final. ¡Pero!… pero tiempo después cuando reví la película (dos versiones, una argentina -1974- y otra mexicana -2010-) y releí el libro (ahora en PDF) me provocó tremenda reflexión. Lógico: su contenido me indujo a pensar sobre qué hacer cuando me llegara el momento de la jubilación laboral del trabajo rutinario. Hoy hasta recomiendo su lectura para quienes quieren colgar los zapatos del trabajo recurrente-remunerado y dedicar su tiempo a hacer lo que les gusta o apasiona. Pero les deseo no ocurrirles lo mismo que Martín Santomé, el protagonista de La tregua: una efímera felicidad.

Otro de sus libros que leí posteriormente fue La borra del café, publicado en 1992; es un relato biográfico escrito cronológicamente y con capítulos cortos de no más de dos páginas; contiene innumerables anécdotas sobre la infancia y la juventud de Claudio Alberto Dionisio Fermín.

No hace mucho adquirí en una librería de segunda Quién de nosotros (1953), primera novela de Benedetti, cuyo contenido trata de un triángulo amoroso, en que el marido pone en bandeja a su mujer en brazos del amante. Con la lectura me doy cuenta que desde sus inicios en la prosa escribió con sencillez, brevedad, estilo poético «sui géneris» y tratando filosóficamente situaciones del hombre común y corriente.

En 1992 se estrenó la película El lado oscuro del corazón, de Eliseo Subiela. Trata de un poeta bohemio –bueno… ¿qué buen poeta no es bohemio? -que recorre Buenos Aires en busca de la mujer de sus sueños, que lo haga volar; su trama entrelaza textos de poemas de Oliverio Girondo, Juan Gelman y Mario Benedetti. Este último sale en un bar declamando Corazón coraza: Porque te tengo y no/porque te pienso/porque la noche está de ojos abiertos/porque la noche pasa y digo amor/porque has venido a recoger tu imagen/y eres mejor que todas tus imágenes/porque eres linda desde el pie hasta el alma (…).

La obra de Mario Benedetti es prolífica, conteniendo todos los géneros literarios, incluyendo una novela en verso publicada en 1971: El cumpleaños de Juan Ángel. Aún no la he leído, pero la leeré porque prefiero su obra en verso.

En estos cien años de su nacimiento –año especial que nos obliga a ser parcos en los homenajes, pero con más tiempo para la lectura- asumamos el compromiso de conocer su vasta obra (desdeñada por muchos críticos por ser popular y gustar hasta a las masas) y adentrarnos en las profundidades de su poesía y sus reflexiones filosóficas.

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