Guillermo Paz Cárcamo
Escritor

Ramón Gener cuenta que su padre murió la primera vez el día que llegó a casa de sus padres y que cuando lo saludó, le dijo: ¿y tú quién eres?… Ahhh, prosiguió, dile a tu padre que le envío saludos, que me acuerdo de… Su mente se había oscurecido, se había olvidado de él, de su esposa, de comer, todo lo olvidó. … Venía sufriendo de Alzheimer, pero ese día dejó de ser él.

La segunda muerte de su padre fue unos días antes de navidad. Gener cuenta que su madre lo llamó y le narró que el doctor le había dicho que no llegaría a pasar el día. Cuando llegó a la casa de sus padres y entró al vestíbulo oyó la respiración A cada paso que daba para acercarme a su habitación, sonaba más y más fuerte. Parecía casi imposible que aquel jadeo pudiera seguir subiendo de volumen, pero así era. Cada vez más y más fuerte, más y más rítmico, más y más obstinado. Hasta que el último hálito de vida sonó fuerte y luego el silencio, el profundo silencio que deja la vida, al dejar la vida.

Inmerso en un abrumador vacío y sufrimiento, Gener tanteó encontrar una respuesta a su desazón y comprender porque la muerte es lo más trascendental para la vida.

Encontró a Maurice Ravel, que al igual que su padre había sucumbido al Alzheimer. Ravel cuando aún tenía conciencia de él, un día antes también de morir por primera vez, en su casa en el campo, en pijama, se fue al piano y con un solo dedo tocó ta..ta..tatata tata..tatata, construyendo una melodía que durante 15 minutos, sin ninguna variación, salvo la intensidad, va aumentando de volumen pero con el mismo ritmo y la misma melodía. De manera, dice Gener, que se repite y repite, para que aquellos que incluso han perdido la memoria puedan recordarla.

Lo logró, ese Bolero, es el más conocido de los boleros y la más famosa composición de Maurice Ravel. Pero, además, la cadencia del bolero es también la cadencia de los últimos momentos de la vida hacía la muerte, una respiración que va al mismo ritmo pero cada vez más fuerte hasta que detona indescifrable en el último suspiro, donde termina la vida e inicia la muerte. Igual sucede en el final del Bolero de Ravel, la melodía cuando llega al clímax retumba y ahí mismo se derrumba quedando repentinamente un insondable silencio.

Verdi, es otro gran compositor que cuando empezó su camino, según se cuenta, había compuesto dos óperas que esperaba fueran bien recibidas por el entendido público italiano. No obstante su empeño, fracasaron. Entonces decidió retirarse y no intentar más componer. Había perdido en esos tiempos a sus dos hijos: Virginia e Ilicio, casi niños. Dos años después, fallece su mujer, Margherita, a quien adoraba sobre todas las cosas. Abrumado por el peso y pesar de esas sensibles y amargas muertes y el fracaso musical, decide retirarse y regresar a su pueblo donde podría sobrevivir.

En Milán, vivía en un cuchitril, con vidrios rotos en las ventanas, frío, cerca de una taberna donde medio se alimentaba. Le habían encargado una ópera, El Proscrito, que decidió no hacerla. En esas vueltas andaba, cuando por casualidad se tropezó con el director de La Scala, quien conociéndolo, lo invitó ir a su despacho. Un par de coñacs para enmendar el frío invernal y le propuso compusiera una ópera, Nabucco, que otro compositor, Otto Nicolai, no se sentía con el ánimo de trabajarla.

Por supuesto no aceptó, pero el director Merelli, insistió reiteradamente, mientras Verdi se negaba sin ceder. Finalmente, al despedirse Merelli le metió en el bolsillo del abrigo el libreto, diciéndole que al menos lo leyera. El anecdotario apunta que ya en su cuchitril, al quitarse el abrigo, el libreto cayó al piso abriéndose en la página de los versos del salmo 37 de las Lamentaciones de Jeremías que dicen…

Juntos a los ríos de Babilonia nos sentábamos a llorar acordándonos de Sion

En los sauces de las orillas teníamos colgadas nuestras cítaras

Allí nuestros carceleros nos pedían cantos, y nuestros opresores alegría…

Instantáneamente le vino a su memoria el día, en que junto a su amada Margherita, luego de haber perdido a sus dos hijos, habían asistido a La Scala a ver el valet de Nabucodonosor. También recordó cuando Margherita cantaba en el coro del pueblo una composición, sobre las Lamentaciones de Jeremías, creada por él. Así que con esos recuerdos estrellándosele en la mente, cobró el ánimo e impulso para sacar y de alguna forma sanar sus atormentadas emociones. En ese mismo momento comenzó a escribir y tararear la ópera. Por Nabucco fue conocida. La melodía de la letra empieza como un rumor que conforme avanza envuelve todos los encontrados sentimientos que bullían en Verdi

Ve, pensamiento, sobre alas doradas;
¡Ve, pósate en las praderas, en las colinas,
donde exhalan su fragancia tibios y suaves
los aires dulces de la tierra natal! ….

Desde su estrenó en La Scala de Milán, Nabucco fue un éxito apoteósico, así que Verdi ya no migró. Seguidamente compuso muchas otras exitosas óperas: Aida, Otello, La Traviata, etc. Salió de la miseria, volvió a casarse, pero su vida y su obra, siguió marcada por la prematura muerte de Margherita y de sus hijos Virginia e Ilicio.

El Concierto de Aranjuez, del compositor español Joaquín Rodrigo, casi sin duda, es la composición más conocida del repertorio español. El maestro había quedado ciego a la edad de tres años y ese impedimento lo llevó a la música como aprendizaje primero, luego como profesión. En su madurez se casó con la gran pianista, Victoria Kamhi, Viki, para Rodrigo, de origen turco, que le dedicó su vida a partir de ese momento.

La pareja iba hacia París, donde residían en esa época. En el viaje coincidieron con Rodrigo Saénz de la Maza que le pidió al maestro, le compusiera un concierto para guitarra. Aceptó. Así que, al llegar a París, a su minúsculo departamento, se puso manos a la obra.

La felicidad se enseñoreaba sobre la pareja, dado que Viky había quedado embarazada, así que cuando concibe el primer movimiento del Concierto lo hace teniendo en mente no solo la posibilidad de ser padre por primera vez, sino también la memoria de su casamiento con Viky y luna de miel vividos en los jardines palaciegos de Aranjuez. Alegre, danzante, casi se huelen los perfumes que respiraba la pareja en sus enamorados paseos por el parque palaciego de Aranjuez, es como inicia el Concierto.

Pero todo ese tiempo idílico se hace pedazos cuando Viky, con siete meses de embarazo, aborta, va a parar al hospital donde durante meses se debatió entre la vida y la muerte. Todo ese tiempo, el maestro Rodrigo queda íngrimo en el pequeño apartamento. Desolado por la pérdida de su hija, era niña, y angustiado por lo incierto de la vida de su amada, compone el segundo movimiento del Concierto. El cimbrar de las cuerdas de la guitarra, replican los latidos del corazón de la niña que se van apagando hasta el fallecimiento. Seguidamente, la armonía da paso a la devastación sufrida, la evocación y la melancolía del suceso. Luego suenan sonoros los acordes de la guitarra destellando la inconformidad, el reclamo al Altísimo por arrebatarle esa vida, para finalizar con una musicalidad de la guitarra diciendo del advenimiento del alma de su hija, que no conoció, al cielo.

El éxito de esta gran obra, se dice, reside en la capacidad de Joaquín Rodrigo, de haber plasmado en esa obra, el contraste de emociones trasluciendo dos manifestaciones fundamentales de la existencia humana. El Concierto Aranjuez es el compendio de la vida y su finitud llevada a la música.

María Callas de origen griego fue la más famosa soprano que dio el siglo XX, aunque no la cantante de ópera con la mejor voz. Al respecto comenta Gener: era una cantante imperfecta, cantaba mal. Maravillosamente mal, cantaba del modo más increíblemente mal que una cantante puede hacerlo y haciéndolo consiguió ser la más grande. Desafinaba mucho, pero tenía mil colores en su voz, así que cuando llegaba al agudo, sabías que no iba a llegar, entonces qué hacía: chillaba, y entonces el público se volvía loco…Una mujer fascinante.

La Callas se enamoró perdidamente de un griego, dueño de la más grande flota de barcos mercantes de su tiempo: Aristóteles Onassis. En un tormentoso idilio, María abandonó a su esposo, mientras Onassis no abandonó a la suya. Una relación llena de encuentros y desencuentros lastimosos. Lo que anhelaba la diva era casarse con Onassis, pero este siempre rehuyó el compromiso, inclusive cuando María quedó embarazada y perdió al hijo luego de una cesárea. Sin decir agua va, Onassis se matrimonio con Jacqueline Kennedy, él por su prestigio, la otra por su dinero.

Para la divina diva: Fue horrible. Intenté sobrevivir. Por él abandoné una carrera increíble, en un oficio complicado. Rezo a Dios para que me ayude a superar este momento. No lo superó. porque ahí supo que: No me amaba a mí, sino a lo que yo representaba, mientras ella lo amaba a él y no lo que representaba. La maltrataba de palabra y, de hecho, pero ella lo seguía amando.

Irremediablemente herida, perdió su poderosa voz. Se retiró al apartamento de París, donde por las noches soñaba lo que siempre anheló con Onassis. Era inmensamente feliz en sus sueños porque él entonces la amaba incondicionalmente. Con el despertar, el idilio terminaba y comenzaba la tragedia de la realidad. Así que un día decidió seguir siendo feliz y ese día, para no despertar, tomó una pastilla de más para alargar el sueño al infinito y vivir feliz con el hombre que amaba. Su muerte dejó un hueco en el mundo de la lírica que ninguna otra soprano ha sido capaz de ocupar.

Ramón Gener, en su libro El amor te hará inmortal, deshila historias del mundo de la música clásica tratando de encontrar, no al personaje o al músico que compuso las maravillas musicales que nos deleitan, sino a la persona y las circunstancias que lo llevaron a componer tales portentos musicales. Caminando junto a vida de todas las personas que aborda va logrando su objetivo manifiesto de encontrar respuestas a su desazón luego de la segunda muerte de su padre. Porque además, su mayor angustia era evitar que su padre muriera una tercera vez.

Un legado vital que dejaron los griegos clásicos a la humanidad es el adagio: Todos morimos definitivamente cuando ya nadie más nos recuerda. Es decir, que la persona muere ciertamente cuando ya ninguna memoria humana la registra. Cuando ese momento llega, se es inexistente, se ha disuelto en la nada.

Así que Ramón aguijoneado por el amor a su padre y evitar su muerte definitiva decide escribir un libro, para que cada vez que alguien lo lea, en cualquier tiempo y lugar, su padre podrá seguir viviendo. Pero, además, y esto no lo dice Ramón Gener, es también su inmortalidad, porque cada vez que alguien tome el libro El amor te hará inmortal, y lo lea, sabrá que es la historia de Ramón Gener pugnando porque su padre no muera una tercera vez… y él, una segunda.

Presentación

Hay una especie de afán de inmortalidad en los seres humanos.  Operamos frenéticamente con la esperanza de no ser olvidados, de permanecer en el tiempo y se nos recuerde para siempre.  ¿Vanidad de vanidades?  Como sea, los hechos parecen indicar que esa aspiración se extiende incluso a los monjes que se entregan a Dios desde la soledad del desierto.

Guillermo Paz Cárcamo, el autor de nuestro artículo principal, ofrece trazos interpretativos del libro de Ramón Gener, “El amor te hará inmortal: Música, memoria y vida”.  El texto recorre la vida de algunos de los músicos más icónicos del repertorio clásico, no solo para registrar la experiencia humana, siempre pletórica de accidentes, irregularidades y desventuras -también de mucha suerte y aciertos-, sino para rescatarlos del olvido y hacerlos inmortales.

Al respecto, Guillermo dice lo siguiente:

“Un legado vital que dejaron los griegos clásicos a la humanidad es el adagio: Todos morimos definitivamente cuando ya nadie más nos recuerda.  Es decir, que la persona muere ciertamente cuando ya ninguna memoria humana la registra. Cuando ese momento llega, se es inexistente, se ha disuelto en la nada”.

Unido al interés del artículo de Paz Cárcamo, ofrecemos a usted el cuento, “Y ahora qué le digo”, de Hugo Amador Us; la poesía de Pablo Sigüenza Ramírez, selección de texto de su obra, “Repaso por un fuego interno” y, finalmente, el ensayo de Hugo Gordillo, “Revolución”.  Creemos que la edición será de su interés en su búsqueda por la comprensión del misterio de la vida y el gozo por la buena lectura.  Hasta la próxima.

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