«Mi querido amigo: Vuelvo a tomar la pluma para escribirle, y esta vez con felicitación. Acabo de leer Colección de farsantes. ¡Bien, muy bien, muy bien! Hora es de reaccionar. Son muchos aquí los papanatas que están bajo la fascinación de esos europeos. Hora es ya de decir que en no pocas cosas valemos tanto como ellos y aun más. Esta depresión ambiente es terrible. Ya que conservamos la seriedad, la falta de pose, la sencillez aun en el énfasis, debemos hacerlas valer. Hay que proclamar nuestras superioridades actuales. Indigna ver tanto hispanista (??) que se cree que España acabó en el siglo XVII. Un chileno que allá en su tierra había estudiado filología castellana con dos alemanes (!!!) vino de paso para…, París, a perfeccionarse en ella. Oyó a Menéndez Pidal y se quedó. Y es que este ha escrito un manual mucho mejor en su género que cuantos análogos conozco del extranjero. Y así hay muchos. Cajal no está solo. Nos falta –y no lo deploro– el sentido de la reclame, y, además, no solemos dignarnos defendernos. A su desdén teatral oponemos nuestra altivez.
¡Bien, bien, muy bien! Así, así. España es víctima de una sistemática campaña de difamación. ¡Y no es todo desdén, no! Allá en el fondo acaso haya, bien que subconsciente a las veces, su parte de envidia. Nos sienten vivir y resurgir. Y sienten que nuestra lengua llegara a ser la primera del mundo, y no nos lo perdonan.
Hay que revolverse contra esos estetas deportistas, que lo convierten todo en match, la aviación y el llegar al Polo, y se cuidan más de hacer algo antes que otro que de hacerlo mejor.
Dicen que no tenemos espíritu científico. ¡Si tenemos otro…! Inventen ellos, y lo sabremos luego y lo aplicaremos. Acaso esto es más señor. Si fuera imposible que un pueblo dé a Descartes y a San Juan de la Cruz, yo me quedaría con éste.
Sí, colección de farsantes. ¡Cuánto le diría de esto…!
Un día se me escandalizó uno porque coloqué a Oliveira Martins entre Michelet, Carlyle, Macaulay, &c. Y le añadí: «Sí; y Camilo Castello Branco ha sido uno de los más grandes novelistas europeos del XIX. ¡Ya ve usted, un portugués! ¡Ni siquiera un español…!»
Bien; muy bien, muy bien. Hace falta eso. Y ésa es la manera de europeizarnos. Aspirar no sólo a aprender de ellos, sino a enseñarles.
Mi enhorabuena.
Un abrazo de
Miguel de Unamuno
Bilbao 13, IX, 09.»