Víctor Muñoz
Premio Nacional de Literatura
Fijate vos –me dijo Gedeón- que ayer lunes, a eso de las seis y media de la tarde yo iba caminando sobre la sexta avenida prolongación, adelante del edificio de la Municipalidad, yendo hacia allá, claro ¿ya te ubicaste?, ah bueno, pues te decía que yo andaba por ahí cuando vi que iba corriendo un muchacho, probablemente campesino trasladado a la ciudad, jalando una carreta llena de cáscaras de cocos, de carnazas de cocos, de mitades de naranjas ya exprimidas y de cáscaras de huevos. Y el muchacho iba, muy animoso él, corriendo casi a la par de los carros que le pasaban a los lados.
Y las cáscaras de cocos, las carnazas de cocos, las mitades de naranjas y las cáscaras de huevos se iban cayendo al suelo debido a que a su carreta le hacía falta la compuerta trasera. Y los carros y camiones y buses y otros tipos de vehículos pasaban sobre las basuras una y otra y otra y otra y otra vez y las basuras comenzaban a partirse en dos, en cuatro, en ocho, en diez y seis, en treintidos pedazos y así sucesivamente, hasta que llegarían a convertirse en polvo. Y de pronto una señora, que iba manejando un carro muy bonito y moderno, se detuvo ante el semáforo porque en ese momento le dio rojo, se quedó mirando con cara de desagrado al muchacho y meneó la cabeza hacia los lados.
Es que fíjate que ella no sabe que ese muchacho tiene una venta de cocos y jugos de naranjas con huevos crudos en una de las calles del centro. Es que fíjate que ella no sabe que el buen muchacho, después de terminar su venta se va para su casa y aprovecha para hacer un poco de ejercicio porque se pasa todo el día parado, y debido a que a su carreta le hace falta la compuerta trasera, aprovecha para deshacerse de su basura.
La señora no lo sabe porque no se lo preguntó al muchacho, ¿verdad? Pero aunque lo hubiera hecho no habría podido obtener alguna respuesta, ya que en cuanto el semáforo cambió a verde, un feroz coro de bocinas le indicó que debía ponerse en movimiento. Seguramente después de una explicación, el diligente muchacho se habría ganado las simpatías, no sólo de la pulcra señora sino de todos los demás automovilistas. Pero a mí lo que me llama la atención es ver la inteligencia del muchacho, su forma de resolver su problema con la basura, ¿verdad? ¿Vos que pensás?