Mis queridos hijos en Jesucristo:
Cerca o lejos, yo pienso siempre en vosotros. Uno solo es mi deseo, que seáis felices en el tiempo y en la eternidad. Este pensamiento y este deseo me han impulsado a escribiros esta carta.
Vosotros me permitiréis que así lo haga, ¿no es cierto? Y prestaréis atención y pondréis en práctica cuanto os diga. Ya os he dicho que sois el único y continuo pensamiento de mi mente.
… Sin la familiaridad no se puede demostrar el afecto, y sin esta demostración no puede haber confianza. El que quiere ser amado es menester que demuestre que ama. Son palabras de quien os ama tiernamente con Jesucristo y tiene el deber de hablaros con la libertad de un padre.
Si existe este amor efectivo, no se buscará otra cosa más que la gloria de Dios y el bien de las almas. Cuando languidece este amor, es que las cosas no marchan bien. ¿Sabéis qué es lo que desea de vosotros este pobre anciano que ha consumido toda su vida buscando el bien de sus queridos jóvenes? Pues solamente que, observadas las debidas proporciones, vuelvan a florecer los días felices del antiguo Oratorio (Don Bosco le llamaba así a la casa donde él acogía a los jóvenes, para comer, rezar, trabajar y jugar). Las jornadas del afecto y de la confianza entre los jóvenes y los superiores; los días del espíritu de condescendencia y de mutua tolerancia por amor a Jesucristo; los días de los corazones abiertos a la sencillez y al candor; los días de la caridad y de la verdadera alegría para todos. Necesito que me consoléis haciendo renacer en mí la esperanza y prometiéndome que haréis todo lo que deseo para el bien de vuestras almas,
Concluyo, os aseguro, delante de Dios, que basta que un joven entre en una casa salesiana para que la Santísima Virgen lo tome en seguida bajo su celestial protección. Pongámonos, pues, todos de acuerdo. La caridad de los que deben obedecer haga reinar entre nosotros el espíritu de San Francisco de Sales
¡He aquí el maestro de la familiaridad! El maestro al cual sólo se ve en la cátedra es un maestro y nada más; pero, si participa del recreo de los jóvenes, se convierte también en hermano. El que sabe que es amado, ama, y el que es amado lo consigue todo, especialmente de los jóvenes.
Por lo tanto, mi mayor deseo, queridos sacerdotes, clérigos y jóvenes, es dejaros encaminados por la senda que el Señor desea que sigáis.
Vuestro affmo. en Jesucristo
Juan Bosco, Pbro.Roma, 10 de mayo de 1884