Mario Benedetti (Udine, 9 de noviembre de 1955; Piadena, 27 de marzo 2020). Homónimo del poeta uruguayo y poco conocido en América Latina, se publican estos textos como un homenaje póstumo a su reciente muerte. Los poemas fueron seleccionados del libro Umana Gloria (2004). El poeta y traductor Diego Bentivegna nos dice: “Mario Benedetti escribe sus textos con la paciencia de un artesano que moldea en el taller sus relicarios, que forja sus custodias para el polvo y la memoria. Su escritura surge en una officina , en un verdadero taller poético, uno de los más certeros y más nutrido de herramientas formales de la poesía italiana contemporánea».
¿Qué cosa es la soledad?
He traído conmigo las viejas cosas para contemplar los árboles;
un invierno, las pocas hojas sobre los ramos, una banca deshabitada.
Tengo frío, pero como si no fuese yo.
He traído un libro, me digo… haber pensado en un libro como un hombre con un libro, ingenuamente.
Parecía hoy un lejano día, ensimismado.
Me parecía que todos habían visto el parque en los cuadros,
la navidad en los cuentos, las imprentas sobre este parque en su propio grosor.
¿Qué cosa es la soledad?
La mujer ha extendido la manta sobre el pavimento para no ensuciar,
recostada tomando las tijeras para golpearse el pecho;
un martillo porque no tenía la fuerza, una obscenidad.
Lo he leído sobre una hoja de diario.
Perdónenme todos.
AD.
Pienso cómo hablar de esta fragilidad que es mirarte,
estar junto a las cosas como botones o broches,
como tus dedos, tus cabellos largos y marrones.
Pero de aire casi somos, en todas las estancias,
en donde nos detenemos delante de nosotros un momento,
con el miedo de que nos han agudizado en una sonrisa,
después del miedo en cada mano, o brazo, o paso,
que cada mano, brazo y paso no hayan sido.
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Cómo decir que dos muchachos caminan
sobre la corta empinada
y la noche camina
en aquel corto salir;
Y en este pequeño tiempo estamos vivos,
hierba, río abajo que murmuras al vacío entero y a mí,
¿Es el eco que sale de los cuerpos?
Exhumaciones
Busco el fin donde jugaba
y otras formas en la mente adulta.
Recojo al abuelo-niño de la tierra.
Los huesos de mi padre recogen siempre los árboles,
el tranvía de la ciudad, las palabras que intercambio.
Los huesos, la astilla de la guerra que estaba en la pierna,
el agua que baña los huertos y las vides,
los dientes aún blancos y helados… el sol.
Mi rostro que ha sido una cosa,
pequeño con las lágrimas,
las castañas, los montes y los kilómetros de un país.
Y el automóvil blanco, el ferrocarril, las quinientas liras… las mil liras,
la sopa con el vino y el cerrado capote que retornaba con una esclavina sola.
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No sabía si mis palabras eran las mismas para todos,
si mi noche era la misma: nadie lo decía.
¡Oh Valles!, cada vez que regresaba la hierba se repetía:
ahora y todavía, la hierba; y los árboles, y tocarlos, decirles árboles.
Avenidas que no miro permanecen como lo sabía, sin ser una sola avenida,
Y camino también más allá de mí,
ahora que llorar es lluvia,
y estar solos es más grande.
Selección de textos por Gustavo Sánchez Zepeda