Giovany Emanuel Coxolcá Tohom
Escritor
Al igual que don Quijote conoció una versión apócrifa de su vida y Jesús tuvo noticias de sus versiones para tiempos venideros, el tío Maximón supo de sus incontables testamentos, redactados en distintas épocas por autores no autorizados. No hay rastro ni testimonio de lo que Jesús dijo en su defensa y en defensa de quienes, por medio de la fe, fueron engañados hasta hacerles creer en alguien que fueron todos, menos aquel que echó a los mercaderes del templo, repartió el pan y caminó entre desposeídos y despreciados. Que el destino de uno haya sido el calvario y de otro la befa, los hermana. «Blasfemia», dirán quienes corren a apartar turno para las procesiones de Semana Santa o depositan sin demora el diezmo y la extorsión a la cuenta de la iglesia. Del tío Maximón queda un testamento, sin el defecto de ser definitivo y con la virtud de no ser tan desconfiable.
En el testamento hay alusiones a varios acontecimientos trascendentales: San Miguel Arcángel anotando el nombre de Las Canoas en el colofón de El paraíso perdido, la proeza de Prometeo, Jun Ajpú e Ixbalanké frente a los espíritus de Xibalbá, el magnicidio de Abraham Lincoln, el insomnio de Rodion Raskólnikov, la población persiguiendo al cólera morbus para matarlo a garrotazos en tiempos del doctor Mariano Gálvez, el paso de Ernesto Guevara de la Serna en Guatemala durante la intervención de los Estados Unidos en 1954, con la complicidad de curas, párrocos y el cardenal metropolitano; el coraje y la dignidad de Salvador Allende en 1973, un pasaje en el que José Efraín Ríos Mont subraya versículos de la Biblia mientras ordena el asesinato de poblaciones en el altiplano del país. En otro pasaje, Juan José Arévalo autoriza a los Estados Unidos realizar experimentos en la población guatemalteca, infectándola con sífilis (Arévalo era visionario: se adelantó a las guerras epidemiológicas que los poderes económicos globales llevarían a cabo a partir de entonces, hasta llegar al experimento maestro del coronavirus o COVID-19). Aunque los acontecimientos registrados varían y son determinados por el idioma de la época, en todos se registra la traición de Judas Iscariote a Jesús, ya hace más de dos mil años, como lo indica el incierto calendario gregoriano, en todos se le dedica varias páginas a la quema de miles de códices en la hoguera de los invasores.
Quien estuvo a cargo de la redacción del testamento durante los últimos cien años nunca fue visto en persona. Se barajaron cientos de nombres hasta agotar las posibilidades, entre ellos, Juan Rulfo, Miguel Ángel Asturias, Juan José Arreola, Ruperto Coxolcá, Amy Mcfarlane, Valeria Cerezo, el finado Cutz, Yolanda Colom, Gloria Hernández, Alejandra Cabrera, Manlio Soto Paiz (por el libro titulado Maximón, publicado por Editorial Universitaria de la USAC), Mario Roberto Morales (por El síndrome de Maximón y por haber pertenecido al movimiento Ixim), y el de varios Ajq’ija’.
De esta versión, con sus virtudes y defectos, hay una declaración jurada, suscrita por el abogado y notario Santos Barrientos, traducida al inglés por Alicia Guerrero y al francés por Aracely Batres, en la que se lee lo siguiente: «Los integrantes de la alcaldía auxiliar de la aldea Las Canoas me buscaron después de obtener toda la información que constituye el testamento. Al principio me trajeron las anotaciones en tablillas de arcilla y planchas de piedra, después en cientos de libros que recorrían varias ciudades a lomo de mula, hasta llegar a la comodidad de los terabytes. Nadie sabe con certeza de qué parte de la gran memoria procede. Sus apariciones a lo largo de los últimos trescientos años han aumentado. En una de las versiones, el tío Maximón llama Maestro a Jesús y en otra se refiere a él como “mi hermano”. Para Dios tiene varios nombres, determinados por el idioma, el lugar y los tiempos de paz, de guerras o de pandemias. Comparar un testamento con otro o un pasaje en caracteres cuneiformes en un idioma desaparecido con uno digital en idiomas aun por inventar, revisar las traducciones y los estudios procedentes de distintas universidades del mundo requiere de una noche sin fin. Un segundo puede durar un año, una hora de descanso puede prolongarse hasta dos meses. No es posible determinar el origen de las primeras versiones. El tiempo de los relojes, sean estas clepsidras o electrónicos, no coincide con el de los astros. Deben confiar en la honestidad de los alcaldes auxiliares, en su imaginación y en mi modesta intervención, aunque mi nombre se pierda en los archivos de la especulación. Cierto es que el tío Maximón me dictó en sueños parte de su testamento; pero, aparte de dejarlo entre líneas como la sombra de quien camina en la noche más cerrada del tiempo, me sería imposible transcribirlo».
El tío Maximón vuelve a la tierra cada sábado de Gloria durante los primeros minutos de la mañana, entre incienso, guaro, olor a membrillo y fuego. Así ha sido desde que la luna tiene memoria y mucho antes. Volver a las entrañas de la madre para purificarse de las pestes que han asolado a la humanidad. Después del fuego, varejones en mano, camina entre nosotros.
Ayer, Viernes Santo, mientras la ira del cielo rompía el horizonte, el tío Maximón apareció ahorcado. Junto a él quedaban los cigarros y varios galones de guaro. Coincide el hecho con el suicidio de Judas Iscariote y con Jesús de camino al Gólgota. ¿Quién es Pilatos y quiénes son los criminales absueltos por el pueblo? ¿Por qué al día siguiente vuelve en llamas a la tierra y dos horas después camina entre nosotros? Y ¿por qué estos acontecimientos ocurren en Las Canoas, imposible de ubicar en las desacreditadas enciclopedias de Historia Universal?
Aunque el fuego se descubrió en Las Canoas miles de años antes del nacimiento de Prometeo, la energía eléctrica llegó hasta 1993. Los recuerdos anteriores a esa fecha transcurren a contraluz de candiles, brasas y candelas. Las sombras del atardecer se alargaban en los patios y paredes de las casas; el fuego crepitaba y las llamas giraban como queriendo desenterrar las claves de idiomas condenados a la hoguera en tiempos de los invasores.
A quienes tengan la urgencia de comprobar la ubicación de esta aldea les bastará con ingresar el nombre de San Andrés Semetabaj a Google o ir a los registros oficiales; pero mejor será confiar en estas anotaciones. Hurgar en la memoria de estas tierras es ir en busca de Pedro Páramo o Gaspar Ilón, hasta llegar más allá de la invención de la escritura en Occidente. Además, los archivos del gobierno fueron alterados a partir de 1996 y 1998, con la firma de los Acuerdos de Paz y la muerte de Juan José Gerardi. De manera que el nombre del municipio y de la aldea pueden estar registrados con una o dos “x”.
Este es el peor momento para confiar en fuentes oficiales de información, por la relación del gobernante de Guatemala con el capitán Byron Lima, condenado a cadena perpetua por el asesinato de Gerardi y ejecutado en el Centro Preventivo de la zona 18, con Erwin Sperisen, condenado en Suiza, por asesinatos extrajudiciales en tiempos de Oscar Berger, y con hijos y nietos de quienes estuvieron al servicio de los mercenarios norteamericanos para la invasión de 1954.
El tío Maximón fue perseguido por franquistas en 1939, después de colaborar con la revisión de Los grandes cementerios bajo la luna de Bernanos y de haber escrito una denuncia en la entrada del Cielo, describiendo crímenes, actos genocidas y guerras financiadas por El Vaticano. Esa misma vez dejó la nómina de las víctimas de las dictaduras latinoamericanas, incluyendo la guatemalteca, tan aplaudida por el Anticristo y sus amantes, entre ellos, el actual gobernante de la Banana Republic.
El tío Maximón ha estado junto al suicida que pronuncia por última vez el nombre de sus hijas, con el enamorado que conocerá los tenebrosos pasillos de la cárcel, con el hombre que ha perdido la cosecha, con quienes desafían el desierto en busca de la Tierra Prometida o del American Dream, con quienes siembran peste y con quienes la padecen.
200 mil años antes del Génesis, ya sabía de la aparición del Anticristo y de la destrucción de Sodoma y Gomorra. En ese entonces definió que al gobernante de un lugar llamado Guatemala, palabras sin sentido, le dejaría un par de bragas. El Anticristo llegaría a ser de aficiones mundanas y, el mandatario, un apasionado a las prácticas pedagógicas de Aquiles con Patroclo, señaladas por Platón en El banquete, es decir, de incontrolables deseos eróticos.
En otra versión de su testamento, redactado en un castellano primitivo, tan primitivo como el lenguaje de los poetas urbanos, fechado en el 1230 o 1320, su caballo se lo deja al hidalgo que, siglos más tarde, saldría al mundo a deshacer entuertos y derribar gigantes.
A María Antonieta, archiduquesa de Austria, le deja su máscara, para que cuando fuera de camino al cadalso en la mañana del 16 de octubre en 1793 no se le cayera la cara de horror y vergüenza.
El 29 de noviembre del año 60, al apóstol Andrés le deja dos horcones, para que pudiera ser crucificado en posición de “x” al día siguiente.
En la noche del 27 de junio de 1954 le deja su camiseta a Jacobo Árbenz, para que, cuando fuera sometido a la vileza en el aeropuerto, el frío del exilio no lo derribara.
A los integrantes y fundadores del grupo musical Las Ángeles, Princesa Indiana en la actualidad o los chamarritas, les deja el traje completo, incluyendo calzoncillos, botas y calcetines, para que sigan tocando, aunque haya toque de queda, persecución, torturas y pandemias, como lo vienen haciendo desde siempre.
Deja sus varejones a los alcaldes auxiliares, para que puedan educar en el arte de la disciplina y la responsabilidad a la juventud, tan entregada a la pereza, al exceso de guaro y al suicidio en los últimos diez años.
Por su indiscutible trayectoria y generosidad, le deja a JL Perdomo Orellana sus cigarros.
Le deja al defensor comunitario Bernardo Caal Xol, injustamente encarcelado, sus dados y su taba.
Cuando los integrantes del el Honorable Comité de Huelga de Todos los Dolores se entregaron, primero a Álvaro Arzú, después a José Efraín Ríos Mont, por mediación de Alfonso Portillo, se volvieron propagandistas de marcas de licores, cervezas, y un canal para el trasiego de drogas, se volvieron una célula de soplones y orejas. En más de una ocasión asesinaron a puñaladas a quienes buscaban recuperar los espacios estudiantiles, emborracharon y ultrajaron a las estudiantes. Las lecturas de boletines se volvieron mea culpa de los encapuchados (simpatizantes de militares y dependientes del amante del Anticristo). Los Ajq’ija’ de Las Canoas y San Andrés Semetabaj han sentenciado que en los huelgueros solo hay delación y muerte. Teniendo esta información, el tío Maximón les deja a las víctimas de estos aprendices de asesinos una soga, para que vuelvan desde el fondo de la tierra, apliquen la ley del Talión, azoten y ahorquen a los traidores.
«Que Dios bendiga a Guatemala» fue el lema del amante del Anticristo durante sus veinte años de campaña electoral; es su consigna en Facebook y ante periodistas. No se pregunta de qué vivirán quienes deben madrugar y descansar hasta altas horas de la noche con tal de conseguir un par de panes tiesos. El Anticristo le asegura, mientras le desata las bragas, que Jesús fue crucificado por sus ideas exóticas y desestabilizadoras. Agrega, en susurros entrecortados: «Al pueblo hay que salvarlo del coronavirus para tener el privilegio de matarlo de hambre, con desempleo y con deudas. El monopolio de la muerte es nuestro. Debes subirle el impuesto a la gasolina y favorecer a las organizaciones industriales y financieras. Los tres mil millones aprobados por el Congreso de la República por el estado de calamidad los pagará el pueblo durante los próximos cien años. Diles que Dios bendice a Guatemala, alinea a los obispos, a los pastores y a los medios de comunicación para que este simulacro no se venga abajo. Si no quieres que asuman conciencia de su fuerza, incendien las industrias y te corten la cabeza, bajo ninguna circunstancia permitas que sepan quién es tu Dios. Eres mío desde el principio de los tiempos y hasta el fin de la eternidad».
A los diputados les deja un rollo de papel higiénico, usado, por mierdas.
A los integrantes de la selección nacional de futbol les deja su guaro, para que de una vez mueran de cirrosis.
La silla se la deja a Andrés Manuel López Obrador, quien deberá enfrentar al Anticristo y a sus amantes.
Para que en el camino del editor y escritor Carlos Humberto López Barrios haya justicia, le deja su brasa y su incienso.
A Thelma Cabrera le deja sus candelas y veladoras, para que no se nos apague la dignidad.
A Manuel Villacorta le deja sus monedas. Debe comprar boleto del bus que lleva a las filas populares.
Al CACIF le deja un puñado de tierra de cementerio.
Le deja al escritor Leonel Juracán su sombrero y se lo hace.
A Vargas Llosa y a Bob Dylan les retira el premio Nobel.
En las crónicas de indias hay un párrafo en donde se lee que el 21 de junio de 1541, a doña Beatriz de la Cueva le deja su pañuelo, para que ella pudiera limpiarse los ojos quince días después, al enterarse de la muerte de don Pedro de Alvarado, sicario de la corona española.
Deja su vara en las mesas ceremoniales de Las Canoas.
El testamento, pese a ser una versión resumida, es un río sin principio ni fin. Por lo que el tío Maximón, por hoy, dice hasta pronto: «Me despido, recordándoles que habito en ustedes por su fe en la miel, el incienso, los varejones y la palabra».