MADRID
Agencia dpa / (Europa Press) –
National Geographic se prepara para celebrar el Día de la Tierra el próximo 22 de abril con el estreno de Jane Goodall: La gran esperanza. El documental relata las tres décadas de trabajo de la primatóloga no solo como científica sino también como activista. Una lucha por los animales y el medio ambiente que la protagonista ha puesto relieve ahora más que nunca a raíz de la pandemia de coronavirus.
«Nuestra destrucción de la naturaleza y falta de respeto hacia los animales con los que compartimos el planeta es lo que ha causado esta pandemia», asegura Goodall en una entrevista telefónica concedida a Europa Press. La experta apunta como responsable a los mercados de animales salvajes en Asia y África, donde las criaturas están hacinadas y se crean las «condiciones perfectas para que los virus salten» entre distintos ejemplares y especies. «Es genial que China cierre los mercados de animales vivos de inmediato, y hay un prohibición temporal que esperemos se haga permanente», reivindica.
La investigadora, que ha dedicado su vida al estudio de los chimpancés, mostró su preocupación ante la posibilidad de que el coronavirus afecte también a esta especie. «En todos nuestros santuarios los responsables usan guantes y mascarillas y se aseguran de que la comida y el espacio estén limpios», cuenta. «Tenemos una persona al día que no se acerca a los chimpancés pero los controla a distancia para ver si hay signos de enfermedad y vigilando que no se encuentren con cadáveres», relata.
«Los bosques son destruidos por las empresas madereras, la población humana crece y el ganado se traslada, los animales salvajes tienen menos espacio. Se juntan. Eso lleva a los virus», resumen sobre la situación actual, asegurando que habrá más pandemias en el futuro. Sin embargo, la entrevistada se aferra al título del documental y afirma que aún hay esperanza.
«El Papa pronunció un discurso maravilloso hace un par de días en el que dijo: ‘La naturaleza nos está pagando por nuestro desprecio hacia el mundo natural, nuestra separación'», recuerda. «Así que creo que esta pandemia está despertando a la gente. Ahora todos están en casa, quizá tienen tiempo para leer sobre cómo empezó, cómo saltó de un animal a una persona y para comenzar a pensar en otras maneras de vivir», agrega.
Pero es difícil saber qué papel tiene cada uno en esta lucha contra la destrucción de la naturaleza. «Cada uno de nosotros provoca un impacto. ¿Qué comemos, de dónde viene, causó sufrimiento animal?», se pregunta, e incluso propone simples cambios al alcance de todos como caminar en lugar de usar el coche.
LA MUJER EN LA CIENCIA
Goodall rememora sus inicios y desvela que llegó a la carrera científica de casualidad. «Lo que quería hacer era ser naturalista e ir a África, vivir con animales salvajes y escribir libros sobre ellos. No pensé en ser científica porque no había ninguna mujer haciendo ese tipo de cosas», lamenta.
Su mentor, Louis Leakey, insistió en que se formara y sin haber pasado por la universidad la joven Jane consiguió una plaza para hacer un posgrado. «Fui la octava persona en la historia de Cambridge y la primera mujer que hizo un doctorado sin una licenciatura», revela.
Aunque reconoce que «aún hay mucho camino por recorrer», la protagonista celebra la incorporación de la mujer a esta ámbito e indica que cada vez hay «más mujeres en más ramas». «En 1960 había muy pocas mujeres y todavía no tengo claro si trataron de entrar y fracasaron o si simplemente no recibieron la educación adecuada», dice.
LA ESPERANZA DE LOS JÓVENES
Goodall es fundadora de Roots & Shoots, un programa educativo presente en 65 países en torno a la conciencia medioambiental «Donde quiera que vaya, hay jóvenes con ojos brillantes que quieren contarle a la doctora Jane qué están haciendo para conseguir un mundo mejor», cuenta con orgullo. Aunque la británica ha focalizado su trabajo en las nuevas generaciones, también señala que los adultos tienen un papel clave en este cambio. «Mucha gente mayor se me ha acercado después de una charla y me ha dicho: ‘Había perdido la esperanza pero la he recuperado. Prometo que haré mi parte'», cuenta.
Goodall enumera algunos signos alarmantes como «incendios», «patrones climáticos impredecibles» o «grandes tormentas» como una señal de que se acaba el tiempo. Pese a ello, y al igual que los que acuden a sus ponencias, mantiene la ilusión por el cambio. «La naturaleza es resiliente. Y también está el indomable espíritu humano, gente que busca lo imposible y no se rinde. He visto lugares totalmente destruidos cobrando vida gracias a gente apasionada. Estas son mis razones para tener esperanza», sentencia.