Ángel Elías

Ángel Elías

El Memorial de Sololá o Anales de los Kaqchikeles se remonta a las primeras historias esta población Maya del altiplano guatemalteco, su pensamiento fundacional, la trayectoria de sus abuelos. En él se narran los relatos que originan a este pueblo desde hace más de 500 años.

Este texto contiene su pensamiento ancestral y la forma en la que afrontaron las situaciones y que hacen de los Kaqchikeles, uno de los pueblos más sólidos a la llegada de los españoles. La edición del guatemalteco Adrián Recinos, publicado por el Fondo de Cultura Económica cumple ahora 70 años.

En medio de una pandemia, de un aislamiento obligatorio para contener el contagio de Covid-19, El Memorial de Sololá narra la llegada de la viruela (otra epidemia de consecuencias catastróficas) al territorio mesoamericano, en 1520. La congoja, el dolor y la desesperanza se apoderaron de los pobladores cuatro años antes de la llegada de los españoles en 1524.

El Memorial de Sololá cuenta con algunos detalles cómo la muerte llegó silenciosamente. Sin embargo, este documento también es una reflexión a la distancia que otorga el tiempo. Es una carta del pasado para demostrar que la esperanza del ser humano es la sobrevivencia y los pueblos mesoamericanos, a pesar de las pestes, la esclavitud y los desastres naturales, permanecen.

Estos son algunas partes del relato que dejaron los Kaqchikeles de la peste, como llamaron a la Viruela, en aquellos años.

El Memorial recuerda: “He aquí que durante el quinto año apareció la peste ¡oh hijos míos! Primero se enfermaban de tos, padecían de sangre de narices y de mal de orina. Fue verdaderamente terrible el número de muertes que hubo en esa época. Murió entonces el príncipe Vakaki Ahmak”…

“…Poco a poco grandes sombras y completa noche envolvieron a nuestros padres y abuelos y a nosotros también ¡oh hijos míos! cuando reinaba la peste. El día 1 Ah [3 de octubre de 1520] se cumplió un ciclo y cinco años de la revolución, mientras azotaba la peste”.

La muerte rondaba: “El día 5 Ah [12 de marzo de 1521] emprendieron nuestros abuelos la guerra contra Panatacat, cuando comenzaba a extenderse la peste. Era terrible en verdad el número de muertes entre la gente. De ninguna manera podía la gente contener la enfermedad…”

Ni siquiera los gobernantes lograron salvarse: “A los cuarenta [días] de haber comenzado la epidemia murió nuestro padre y abuelo; el día 12 Camey [14 de abril de 1521] murió el rey Hunyg, vuestro bisabuelo”. En el calendario maya es significativo que la muerte les llegara en Keme, (dios del inframundo).

Una de las partes más reveladoras del texto: “Grande era la corrupción de los muertos. Después de haber sucumbido nuestros padres y abuelos, la mitad de la gente huyó hacia los campos. Los perros y los buitres devoraban los cadáveres. La mortandad era terrible”.

“Murieron nuestros abuelos y junto con ellos murieron el hijo del rey y sus hermanos y parientes. Así fue como nosotros quedamos huérfanos ¡oh hijos míos! Así quedamos cuando éramos jóvenes. Todos quedamos así. ¡Para morir nacimos!”

En el 2020 nos enfrentamos a otro tipo de pestes, con mejores armas inmunológicas, con más información, no tan vulnerables. Estamos escribiendo una parte de la historia que seguro cambiará la visión de la humanidad, una vez más.

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