Elpidio Guillén
Académico e investigador
“Poesía es el reflejo de la realidad por medio de palabras y la realidad es el sinónimo concreto y abstracto de la vida». (Picado, 1975: 3)
La comprensión del mensaje estético de cualquier índole, y en este caso, la poesía, es muy particular y compleja. La poesía transforma la visión del mundo del lector, lo saca de la realidad circundante y concreta, y lo transporta a la realidad ficcional propia de ese universo.
El mensaje estético se caracteriza por formar parte de un código muy particular donde la polisemia y la ambigüedad están presentes siempre. Lo que significa es que cada lector después de leer Esperando la Lluvia del poeta Gustavo Bracamonte, tendrá su propia visión y opinión de la obra leída.
El título de la obra colinda con el tema de la intertextualidad. Esperando a Godot de Beckett precede Esperando la Lluvia de Bracamonte.
Esperando la Lluvia es un título sintético formado por un verboide, (esperando) un artículo (la) y un sustantivo (lluvia); tres palabras que nos dejan sentir una voz profética que recorre todo el poemario. Tres palabras que hablan con suficiente claridad, verdad y convicción del sentir poético de su autor.
El título del poemario es el vehículo que utiliza el poeta desde el inicio para mostrar al lector su grito desesperado de libertad. Ese carácter apelativo del título se convierte en una denuncia contra ese círculo vicioso que no nos deja vivir ni respirar en paz.
Mediante tres palabras, Bracamonte nos coloca dentro de un espacio disfuncional e incompleto. A la manera de un código restrictivo o de un fetichismo lingüístico, revela en cada poema de manera vehemente las peripecias míticas de su propia existencia – inexistencia.
En el ocurrir poético del título, el autor nos sorprende con dos preguntas: esperando la lluvia ¿para qué y por qué?
¿Qué piensan ustedes, amigos lectores?
Esperar la lluvia para mí, es una enorme metáfora, que sintetiza la necesidad de comunicación que siente la humanidad y el deseo por encontrar respuestas concretas a la existencia en un continente plagado de soledad. Esperar la lluvia es solamente un conector semántico para mostrar a través del verso, el deterioro social, psicológico y ecológico de una humanidad que ha ido perdiendo el rumbo.
El poeta nos invita a pensar, a dudar, a tomar postura del mundo que nos ha tocado vivir: tan cambiante, incierto y dramático. El malestar y la paradójica perfección de la humanidad son la materia final del título. Ese laconismo del título es un acierto de ese brillo imaginativo tan característico en Bracamonte, y refleja un tiempo de penuria, de ausencia de esperanza.
Mantener al lector en estado de duda constituye el propósito evidente del título de esta obra de Bracamonte. El martirio de la incertidumbre es evidente como el símbolo de la inconformidad y del oscuro callejón sin salida del nihilismo bracamonteano.
Bracamonte ha sabido hacer del verso una verdadera carrera literaria. En este poemario se propuso desafiar al nihilismo existencial. Aquí vemos a ese poeta comprometido que inspira a la rebelión. Estoy totalmente de acuerdo con el gran Paul Eluard quien proclamó que “verdadero poeta es el que inspira, no el que se inspira”.
En Esperando la Lluvia, el poeta detona otra metáfora abstracta e idealista, muy propia, para evocar otra realidad en un mundo sumido en la soledad y la incomunicación. La naturaleza es el telón de fondo de todo el poemario. Aquí se observa la naturaleza como un eufemismo para atenuar las heridas que nos muestra el poeta. Pero su verdadera razón es otra. Funciona como cómplice de ese agónico suspiro de esperanza que trae la lluvia; un aliento fallido… porque la lluvia nunca llega.
El cimiento de su poesía es la anti poesía y concomitan en recíproca presencia lo lógico y lo absurdo de la vida; matizados por el desamor, la soledad y la angustia existencial.
Cito: (pág. 29)
Sobre las camas repta el sudor del no ser,
Nadie limpia la grasa del vacío,
Tal vez exista el regocijo sin cuerpo
Sobre el colchón áspero de los días
O nadie aparecerá bañado de silencio y
con la ropa del cadáver que estuvo ahí,
sobre la cama,
pensando en la inmortalidad de los zapatos.
El estilo de los versos es muy original. El recuerdo de su niñez también forma parte de su mundo poético. El Yo del poeta forma una sinécdoque reveladora para señalar a otros niños con el mismo sino.
“El corredor donde yo, mordía la piedra del hambre y
escuchaba con una lámpara de azúcar la infinita voz
de mi madre”
(pág. 17)
Reitero, Bracamonte recurre con frecuencia a la técnica de ruptura de la lógica del tiempo y del lenguaje y, paulatinamente nos muestra, mediante otros recursos retóricos, especialmente sinécdoques y anacolutos la agonía de la prostitución, la locura, el olor a cadáveres tan característicos en estos tiempos.
A continuación se citan algunos ejemplos de versos testimonio de lo dicho:
…y la tristeza es el cadejo de la prostituta
que asume una posición enhiesta,
mientras fornica con un espectro aún más triste. (pág. 11)
La asociación ilógica de términos convence por lo audaz e intrépido de sus versos, de cuyo choque y encuentro surge una respuesta a lo absurdo de la existencia humana. Bracamonte nos presenta al estilo surrealista, una nueva concepción de lo absurdo de la vida. A través de este recurso, nos muestra algo que es conocido y desconocido al mismo tiempo.
… Espero la lluvia,
cuando venga también regresará mi hermano de la muerte
con la indigerible tristeza
que le sepultó en el lugar ignoto.
(pág. 21-22)
El temple de ánimo en Esperando la lluvia, hace alusión a un yo desilusionado. El poeta se opone a todos, en especial a él mismo. Esperar la lluvia es el limbo entre el sueño y la realidad. Entre la razón y el absurdo. Bracamonte también recurre a construcciones verbales acordes con la intención desesperada por tocar y sentir la lluvia. Veamos:
… Cuando venga la lluvia meteré los pies
en toda la vida,
Saltaré como si nunca hubiera existido el hastío. (Pág. 67)
…deja de huir dolor, vendrá la lluvia
Y no serás más en mis huesos,
… te llevarán a la playa las cicatrices del destino… (Pág. 53)
…. Cuando venga la lluvia mis manos lavaran
La suciedad del alma agazapada
Como gata azul en el óvulo de la luz. (Pág. 67)
Esperar la lluvia es la salida visible al cansancio que genera la espera, en el marco de tanta miseria y podredumbre.
En el poemario se advierte reiteradamente los signos del código de la anti-poesía. Bracamonte es un poeta único y original; su obra ha revolucionado el arte poético en nuestro país.
Sirvan estas líneas como un humilde homenaje a su magnífica trayectoria literaria y, como un sincero reconocimiento a su enorme contribución a la literatura guatemalteca.
Gustavo, esa herencia nihilista nietzscheana que subyace en Esperando la lluvia, me llevó al límite de una experiencia sensorial de soledad y desesperanza porque me he quedado esperando la lluvia.
¡Hasta el próximo poemario amigo poeta! Seguro estoy que pronto nos sorprenderás con más versos.
¡Nos has demostrado una vez más, que no podés vivir sin poesía. La poesía es en tu vida un artículo de primera necesidad, la semiosfera donde has encontrado tu espíritu, ¡su verdadero asidero!