Por ANNA JEAN KAISER
RÍO DE JANEIRO
Agencia (AP)
En el ensayo de la escuela de samba Paraíso de Tuiuti, una bailarina se fotografía con espectadores vestida con el uniforme amarillo brillante y los zapatos de tacón alto de la elitista escuela de bailarines de samba o passistas.
Paraíso de Tuiuti ha sido la cuna de la cultura del Carnaval para la gente de clase obrera de cerca del centro de Río de Janeiro por más de 60 años. Pero la bailarina en cuestión, viene de fuera. Jessica Hahn-Chaplin es de Bristol, Inglaterra.
Hahn-Chaplin, de 31 años, es una de las extranjeras que van a Brasil para ensayar la forma de mover las caderas y los pies. Pasan meses en las escuelas de samba que durante el mundialmente famoso Carnaval de Río recorren bailando los 700 metros (2 mil 300 pies) del Sambódromo durante más de una hora, deleitando a más de 70 mil espectadores en las gradas y a decenas de millones en sus casas.
Luego del desfile, los extranjeros regresan a sus casas y contagian su fiebre por la samba.
Durante las clases, los estudiantes, vestidos de forma casual, pueden ser vistos sacudiendo los pies en una rápida sucesión de pasos, balanceando las cadenas a izquierda y derecha mientras mantienen la cabeza y los hombros lo más rectos posibles. En el piso, cada uno tiene delante un cilindro metálico que deben evitar tocar con sus pies mientras el instructor marca el tempo.
Estas no son lecciones para principiantes. Todos los solicitantes extranjeros han pasado un exhaustivo examen para unirse a este curso de nivel avanzado y ensayar al lado de brasileños que llevan bailado samba desde la infancia. El curso es gratuito, pero abandonar sus trabajos durante meses no lo es. Es una prueba de su compromiso con la samba.
Una vez a la semana, se unen al ensayo general de Paraíso de Tuiuti en la calle que lleva a la escuela. Passistas y percusionistas, todos vestidos de amarillo, convierten por un instante la oscura avenida en un Sambódromo a pequeña escala.
«Era muy intimidatorio», dijo Hahn-Chaplin sobre ser una bailarina extranjera ante varios cientos de personas en la práctica. «Nos ponemos mucha presión para llegar al nivel».
A diferencia de bailes como la salsa y el tango, típicos de otros países de Latinoamérica, la samba se ha mantenido prácticamente dentro de las fronteras de Brasil. Hahn-Chaplin, una profesora de lengua e instructora de baile, es una de los 15 extranjeros llegados desde cuatro continentes para estudiar a los pies literalmente del instructor Alex Coutinho. Los mejores estarán en el desfile oficial de Tuiuti, que este año será el 23 de febrero.
Coutinho, de 30 años, señaló que cada año participan más extranjeros, bailarines que regresan una y otra vez para aprender las últimas tendencias.
«Los bailarines de samba, como cualquier otra profesión, necesitan reciclarse. Cada año habrá una cosa nueva: un movimiento de brazo diferente, un paso diferente», explicó Coutinho. «Ellos vienen aquí, toman clases y regresan a sus países con habilidades que transmitir a sus estudiantes. Están propagando nuestra cultura».
Hahn-Chaplin, por ejemplo, baila samba todo el año en Bath, Inglaterra. Sashya Debrito, que tiene una escuela de samba y ofrece espectáculos en Sídney, Australia, dice que allí la disciplina es cada vez más popular.
Otra bailarina, Rie Tankana, llegó desde Japón, donde participa en la celebración anual del Carnaval en Tokio. Encontró a Paraíso de Tuiuti en Instagram el año pasado y esta es su primera vez.
«Es una alegría en mi vida, es curativo», apuntó Tanaka, de 33 años, que cuando no está bailando trabaja como cazatalentos en Osaka.
Un video grabado en 2019 muestra a Tanaka en Kobe, Japón, dirigiendo una fila de bailarines de samba japoneses con alas de mariposa alrededor de sus brazos.