Alma Miranda
(México, 1975)
Egresada de la Universidad Veracruzana, catedrática en entidades de educación superior en el sur de México, específicamente en el Estado de Veracruz. El tiempo y su labor docente han forjado en ella una actitud ejemplar para encarar los desafíos que afrontan las nuevas generaciones de estudiantes universitarios. Apasionada de los idiomas, de la investigación educativa y, desde luego, de la poesía.
Publicaciones: Muda soledad en la revista Avatar de la Facultad de Idiomas de la UV, y su libro de poemas incluido en la antología El jardín de Babel (Poesía Joven de Veracruz), en el 2000. También participó como poeta en el Segundo Encuentro Internacional de Escritores en Gira, el 24 de marzo de 2018 en la ciudad de Martínez de la Torre, Veracruz. En el 2019, Miranda y el escritor guatemalteco Giovany Coxolcá coinciden en la Universidad del Golfo de México, en Martínez de la Torre, en donde intercambiaron ideas e impresiones acerca de autores de altura continental, entre ellos Juan Rulfo, Efraín Huerta, Roberto Obregón, Roque Dalton, Miguel Ángel Asturias y de Carlos López, fundador de la editorial Praxis, en México. Sin pretensiones ni alardes retóricos, sin apelar a trucos pornográficos o al morbo, Alma Miranda explora a partir de la palabra las posibilidades del erotismo que van del encuentro de dos manos, pasando por las manifestaciones y fuerzas de la naturaleza y el cosmos, hasta volver a la noche de quienes buscan llegar a los secretos del fuego. |
Seis poemas del alma
Hay un secreto en mis manos: debo tocarte.
Tus manos dibujan la lejanía de la luna,
luna que sueña entre diáfanas y calladas nubes.
Tus manos y la lluvia solitaria,
lluvia que replica el temblor de los lirios bajo el viento.
Manos desnudas,
soledades ajenas,
Manos extrañas,
manos abiertas.
Desenreda mi voz con tus manos.
Los astros rozan mi piel bajo la tarde
y la colman de veranos.
Poeta, la dimensión de mi cuerpo
espera por tus manos,
como tú esperabas en el sueño de mis entrañas.
II
Tendrías que morir…
pronto,
la tarde deshoja
y desangra la subterránea geografía de mi vientre.
En ti el silencio,
tus manos y mi sangre, como la primera vez,
tu voz en mi boca,
mis palabras en la tierra.
Hemos llorado tantas veces en este mundo
después de adioses incompletos.
En los sueños, despedazado,
entreveo lo que no tengo.
Tu boca en mi oído,
no se apagan mis estrellas con el amanecer,
el tiempo transcurre en nosotros.
A esta hora no hay amantes
en el silencio de los parques.
Muere pronto,
llénate de vida bajo mi vientre
y sálvame al morir
Se abrirán el mar y el fuego en mis muslos
–nos hemos buscado durante siglos–
para, infinitamente juntos, morir.
III
Abres tus manos,
liberas semillas dulces y amargas,
nuestros mundos abrazados bajo el eclipse total de sol.
Tu mirada y la mía frente al mar,
palabras azules
dos almas dialogan bajo un cielo en calma.
Me gusta tu cause en las tardes calladas con olor a gardenia,
germinan en mi pecho flores imposibles de nombrar
Bajo tu aliento mi piel es primavera,
la fértil dicha en mis poros,
la luna dibujando nuestras sombras,
he esperado mil años para sentirte
y para que te reencuentres en mis pupilas.
IV
Una mirada,
naces,
un roce,
creces
Te acercas, muerdes mis labios e inhibes razones,
incorpóreo abrasador de cuerpos,
por mis heridas solo tuve blasfemias para ti
y tú, deseo y brasas, me elevas a un dulce fuego.
V
Dejo mis sueños en su boca
–aun sin pronunciar palabras–,
agazapada detrás de la luna
observo sus mareas indomables,
multiplicándose a través del sueño,
de la vida.
El rumor de sus mareas me llega a los huesos,
parece marcharse sin voltear a la isla desnuda.
Quiero dejarme arrastrar por sus mareas,
hasta sentir que me hinca los dientes en el hombro
Hasta encontrarme con el peso
de su noche inmortal en mis playas de rocas tristes,
olas azules, beso sin fin.
Soñé que los siglos me volvían arena bajo sus olas,
bajo el alba o el ocaso,
soy humedad desde los ojos hasta las raíces del corazón,
de sal y agua se componen nuestras alegrías y deseos,
entro a las playas
esperando que el mar
suba con su edad de sal y sus olas.
Sube en mí como las olas,
al paso de la luna,
se rompen al pie de los acantilados.
VI
El tiempo se vuelve espuma
a orillas del atardecer
Los siglos han esperado
que en esta noche lenta, dejemos de ser heridas
El deseo hace de los besos
relámpagos entre sombras,
los amantes olvidan el sueño y sus nombres
y las cartas de añejos amores se sacuden la inocencia.
El cielo ya no es azúcar y rosas
Las procesas nunca son para siempre.
Viene la vida como incendio y rocas
que los ríos arrastran al mar.
Tu alma sueña con besar una boca
o morder la suavidad de los duraznos.
Vuélvete lluvia, lamento, sangre o llanto
y deja que el olvido queme
los secretos de otros tiempos.
No hay salvación que valga
si tu boca no se estremeció bajo otros labios.