José Manuel Fajardo Salinas
Académico e investigador UNAH
La presentación de este escrito tiene por objetivo compartir con un público ampliado, las ideas principales de la conferencia inaugural del X CONGRESO INTERNACIONAL DE FILOSOFÍA Pensar América Latina: Fenomenología, Teoría Crítica y Descolonialidad. Intersecciones y debates, que tuvo lugar del 15 al 17 de octubre en la Universidad Rafael Landívar, Ciudad Guatemala. El tema de la conferencia fue “Primeros esbozos de una Teoría Crítica desde América Latina” y estuvo a cargo del académico Stefan Gandler, de origen alemán, pero que radica en México desde el año 1993, y trabaja actualmente en la Universidad Autónoma Metropolitana, Ciudad de México.
Para introducir la temática, el Dr. Gandler aclaró que lo que conocemos como “Escuela de Frankfurt”, y que se identifica íntegramente con lo que conocemos como Teoría Crítica, tiene unos orígenes geográficos más amplios que la ciudad Frankfurt de Meno en Alemania, y que como limitación elemental, sus reflexiones y propuestas están concentradas en los autores que escriben desde Europa o Estados Unidos; de ahí que, pensar una Teoría Crítica con sentido latinoamericano, implica incluir pensadores de esta región y tratar problemáticas afines con nuestra ubicación geográfica.
Antes de iniciar con la revisión de lo producido desde América Latina, el conferencista hizo una breve observación en relación a un filósofo marxista, que sin pertenecer de modo propio a los autores más renombrados en el marco de la Teoría Crítica (Th. Adorno, M. Horkheimer, W. Benjamin, etc.) es un referente común a todos ellos: Georg Lukács, peculiarmente por su obra Historia y conciencia de clase, donde es el primer marxista que postula algo que no sonaba obvio en su época, los años 20 del siglo pasado, y que hoy no nos resulta tan extraño, y es que el proletariado también podía tener una conciencia falsa, es decir, puede experimentar una cosificación de la conciencia, asunto que típicamente se atribuía en exclusiva a la clase burguesa que tiende a reificar a las personas, es decir, concebirlas simplemente como entes sujetos a explotación. Se pensaba que el proletario tenía por naturaleza una conciencia anticapitalista y revolucionaria, no expuesta a este tipo de reduccionismos. Lukács expone esta hipótesis en un capítulo titulado: “La cosificación de la conciencia del proletariado”. Este antecedente inspirador, hace que la Teoría Crítica desarrolle la idea de crítica a la ideología.
Partiendo desde este contexto, el filósofo ecuatoriano, nacionalizado mexicano, Bolívar Echeverría, retoma el concepto de “crítica a la ideología” y afirma que es algo que no aplica al cien por ciento dentro de la realidad latinoamericana ya que la ideología parte de un modo de pensar, decidir y actuar cotidianamente guiado por algo que este académico denomina el ethos “realista”. Entonces, a diferencia de los pensadores clásicos de la Teoría Crítica, Echeverría no cree que haya una sola gran ideología dentro de la forma capitalista de reproducción (propia de la realidad burguesa), sino que existen cuatro: el mencionado, ethos “realista” que es el predominante hasta hoy día, el ethos “clásico”, el ethos “romántico”, y por último, el ethos “barroco”.
Vale aquí una breve aclaración etimológica del término ethos; en su origen griego, este vocablo tenía dos modos de escribirse, con eta (e larga del alfabeto griego: η) y con épsilon (e breve: ε), significando en el primer modo la morada, el espacio que acoge, a animales (establo) o a seres humanos (hogar), es decir, el modo de habitar y enraizarse en la realidad, que debe ser elaborado y cuidado constantemente para vivir fundamentalmente bien, es definitivamente una acción cultural y no simplemente natural, por lo tanto, se puede traducir como “ética”; en el segundo modo de escritura, ethos designa las costumbres, o sea, los modos concretos que se han asentado en la tradición de un pueblo para cuidar la morada común. En la traducción posterior, propia del mundo latino y moderno, se asume el segundo significado como “moral”, que son los hábitos y valores consagrados en una determinada cultura; por tanto, habiendo tanta variedad cultural en la humanidad, tenemos muchas morales, con lo cual el “ethos/moral” es siempre plural, en cambio, el “ethos/hogar” es singular, pues denota algo propio de la naturaleza humana.
Habiendo aclarado lo anterior, se comprende que la clasificación de Echeverría corresponde a varios modos del “ethos/moral” que tienen como paraguas común responder de un modo peculiar a la ideología del sistema capitalista. En cuanto al ethos denominado “realista”, se podría entender en la práctica como el ethos “protestante” de Max Weber, donde hay una aspiración general a una buena vida en línea con la lógica económica. O sea, en este tipo de ethos no hay ninguna contradicción principal entre el modo económico del capitalismo y el logro de una existencia sino buena, al menos soportable.
En lenguaje económico se puede decir que se niega toda oposición entre la lógica del valor de cambio (referido a la plusvalía como motor económico del capitalismo) y el “valor” de uso (concepto de por sí engañoso, pues no tiene que ver con lo económico propiamente, sino con lo concreto que da satisfacción a las necesidades humanas, viniendo desde requerimientos de tipo biológico, físico o mental). Para Echeverría, ambas lógicas no son solo diferentes, sino opuestas, pues una va orientada a la ganancia y en cambio la otra a la felicidad. Entonces, como se había dicho, el ethos “realista” niega esta contradicción, y si se le pide una postura más definitiva, se decantará por el valor de cambio, pues dirá que, si se cubre este valor, por añadidura se cubrirá el “valor” de uso. Traducido a las políticas de actualidad, es el argumento que sostiene que incrementando del Producto Interno Bruto (PIB), las necesidades sociales de la población serán resueltas de modo consecuente y todo irá mejor. Esta es una forma ideológica de pensar que es compartida comúnmente tanto por gobiernos de derecha como de izquierda.
Saltando al ethos “clásico”, se afirma que este sí mira la contradicción entre los dos tipos de valor, no la niega, pero piensa que es inevitable dejar de someterse a la lógica del valor de cambio, de operar en otra tesitura. Así pues, se sigue adelante con cierta pesadumbre, con cierto sentimiento de culpa… pues se siente que algo anda mal ya que hay sentido de responsabilidad por los grandes problemas del mundo. Posiblemente la cruzada de la joven activista sueca Greta Thunberg aplica para esta clasificación, ya que en la causa ecológica es continuo el llamado a contemplar cómo la contradicción subyacente está poniendo en riesgo el planeta Tierra, la casa común. También puede verse cierta semejanza con la izquierda reformista de la social democracia europea, que aceptan la contradicción, pero no ve forma de salir de ella.
En el tercer tipo de ethos, calificado de “romántico”, hay una negativa a la contradicción, pero al contrario del ethos “realista”, se pone del lado del valor de uso; este tipo de ethos se encuentra en ciertos ecologismos ingenuos (que tienen una tendencia emocional, física, no tanto científico racional) y también en la extrema derecha (Bolívar Echeverría estaba trabajando en este tema cuando murió, escribía un texto que relacionaba el ethos romántico y el fascismo). En la actualidad se podría equiparar esta tendencia con el llamado “capitalismo verde”, donde ciertos políticos se declaran amigos de la naturaleza, pero a la vez promocionan acciones de tipo capitalista, en el fondo es un autoengaño.
Y finalmente, el ethos que el conferencista ilustró con más detalle es el llamado “barroco”. Esta postura percibe y ve claramente la contradicción entre los dos tipos de valor, sin embargo, apuesta por el “valor” de uso a sabiendas que tiene la lucha perdida, o sea, podría decirse que actúa irracionalmente… pero lo más interesante es que lo hace de un modo abierto. Es algo así como decir: sabemos que al sistema mundo preponderante no le podemos ganar de ningún modo, y sin embargo, actuamos a la inversa de lo esperado, o sea, nos decidimos por el “valor” de uso y no el de cambio. ¿Dónde surge históricamente esta manera de operar? Echeverría coloca los orígenes en la situación histórica de América Latina en el siglo XVII, donde dos bloques culturales que no pueden vivir juntos, los descendientes de raíz indígena y los descendientes de los conquistadores europeos, logran hacer funcional su compañía en el mismo espacio y tiempo, pues de lo contrario será imposible sobrevivir.
Ahora bien, ¿cómo se manifiesta esta convivencia forzada en las maneras y costumbres cotidianas? Un ejemplo es la modalidad del malentendido, que no forma parte de ningún tipo de incomunicación, sino de un juego donde irónicamente el malentendido es utilizado para entenderse. El no funcionamiento de la convivencia es sobrellevado de este modo, lo cual contrasta con culturas como la anglosajona donde la primera regla es evitar las confusiones; en cambio, la lógica del ethos “barroco” es jugar con el malentendido. Es decir, los sujetos sociales escenificando su propia imposibilidad de comunicarse, se comunican.
Auscultando la clave cultural capitalista, es visible que su tendencia preeminente es la competencia en todas las relaciones humanas y en todos los espacios compartidos, por esto mismo, la convivencia es imposible. Así que se recurre al ethos “barroco” para vivir lo invivible… ya que se busca la felicidad a sabiendas de que no se la va a encontrar. Otro ejemplo muy popular y latinoamericano está en la celebración de las fiestas, donde hay una dilapidación de gastos exagerada en los quince años, las bodas, los bautizos, etc. por parte de familias de escasos recursos, sabiendo perfectamente que se endeudarán de manera extrema, pero con el sentido de poder decir: “fuimos felices por un día”; en el fondo, se trata de escapar de una realidad de la cual se sabe que no puede escapar… lo cual da apariencia de irracionalidad (lo cual no es cierto en el fondo, sino que simplemente se vive la opción por el “valor” de uso más abiertamente).
Profundizando en el tema desde la vertiente lingüística, el conferencista comentó como Horkheimer y Adorno hacían una crítica a los idiomas occidentales, que operan con lógica represiva desde su estructura, concentrada en el esquema “objeto/ sujeto”, o “activo/pasivo”, lo cual coloca al que detenta la palabra como dominante en toda comunicación. El ethos “barroco” utiliza el lenguaje para escapar del sistema, y por ello recurre a frases incompletas… o se habla sin hablar; así, el hablar no se reduce a la función comunicativa (al estilo de Habermas), sino que más allá de eso, su gran misión y función es el ayudar a evitar o controlar la violencia, de tal manera que mientras hablamos… no nos matamos. El resto de funciones lingüísticas son derivadas en relación a esta dimensión fundamental. Un ejemplo interesante citado por Echeverría es el caso de la Malinche que no sabía náhuatl, sino un idioma mayense de Yucatán, así pues, lo que ella hacía no era traducir o comunicar entre los aztecas y los conquistadores europeos, sino que negociaba evitando la confrontación inmediata, y diciendo lo que convenía para evitar el desencadenamiento del conflicto inminente.
Estableciendo una comparación con el ethos “realista”, es posible decir que este camina en la lógica moderna del reconocimiento, o sea, comunicar de modo explícito quién es el otro y cómo se relaciona exactamente con uno, es decir, clarificar lo que vincula socialmente. En el ethos “barroco” la gente convive sin reconocerse, o sea, en la práctica se dice sí a todo, pues el sí es convivencia, es no matarnos en razón de estatus, identidad o rango social. De este modo se evita la expresión “no”, pues esto desalienta la convivencia, en cambio, el “sí” provoca la armonía, da esperanza de poder convivir algún día, es como una especie de terapia amable donde con un “sí” se declara apertura a la compañía mutua, a sabiendas de que a fin de cuentas aquello no va a funcionar.
Otro contraste entre el ethos “realista” y el “barroco” planteado por Echeverría es a nivel de erotismo. En el primero la relación humana puede establecerse con el otro en la medida de reconocerlo como un igual, y en un momento brevísimo, pasar de un estrechón de manos a una relación sexual completa. En cambio, en el segundo, hay atracción por lo desconocido y un juego de cercanías y alejamientos que conforman un ritual, que puede prologarse por mucho tiempo, donde no hay prisa en acelerar el proceso y parece que el disfrute acontece al aletargar los contactos en lugar de apurarlos.
Gracias a estas argumentaciones, el Dr. Stefan Gandler pudo concluir que el espacio de desarrollo de la Teoría Crítica para América Latina era susceptible de amplios recorridos siempre y cuando se tomara en cuenta sus peculiaridades y se atendieran los temas más consecuentes con su realidad. Quien redacta estas líneas solamente desea agregar que una línea de investigación valiosa para cultivar el sentido de identidad latinoamericana, sería ahondar en los modos precisos de ocurrencia del ethos “barroco” en las distintas latitudes de la región, ello seguramente ayudaría a considerar cómo desde sus raíces históricas, América Latina aporta una manera singular de convivencia, donde si no se resuelve todo, al menos se mediatiza la violencia y se conserva un hálito de esperanza para constituir humanidad, aún en contra de las estadísticas y las sumatorias positivistas del sistema mundo que nos envuelve.
PRESENTACIÓN
Una de las funciones fundamentales de la filosofía consiste en la crítica radical de la realidad no para solazarse en un acto egolátrico sino para transformarla. Recordemos a este respecto la célebre crítica de Marx en su Thesen über Feuerbach donde reorienta la actividad filosófica, “los filósofos no han hecho más que interpretar de diversos modos el mundo, pero de lo que se trata es de transformarlo”.
La teoría crítica es portadora de esa misión de la filosofía. Pensadores como Adorno, Horkheimer, Habermas y Marcuse, entre otros, pertenecientes a la Escuela de Frankfurt, ejercieron una crítica implacable cuya actualidad parece vigente. Conforme a ello, el texto que presentamos del profesor Fajardo Salinas retoma no solo sus categorías, sino sus intenciones, adaptándolas al contexto latinoamericano.
Para realizarlo, parte de la reformulación ofrecida por el filósofo ecuatoriano, nacionalizado mexicano, Bolívar Echeverría, en una síntesis de Stefan Gandler. Con ello, se trataría no solo de mostrar el “ethos” latinoamericano, como quien se atiene a una descripción fenoménica, sino superar las contradicciones del capitalismo en el que se encuentra sumergida la contemporaneidad. Amén, del intento comprensivo de la identidad de los pueblos.
Esperamos que la lectura de nuestra propuesta editorial sea de su provecho. Mientras eso sucede, en nombre de quienes formamos parte del equipo para la edición del Suplemento Cultural, le deseamos una muy Feliz Navidad. Que los días de fondo religioso transcurran llenos de dicha y que su descanso sea reparador y constructivo en unión de los que ama. Un abrazo fraterno. Hasta la próxima.