Enán Moreno
Escritor y académico

El tipo es introvertido, huraño, solitario. Sé que de joven estudió filosofía, algo de política y que también estuvo interesado por la mística. Finalmente parece que se decidió por una formación autodidacta que lo llevó por extrañas lecturas y a escribir ensayos en los que expone sus ideas.

Lo veo ocasionalmente, y una o dos veces hemos intercambiado palabras. La otra tarde lo encontré en un pequeño café del centro de la ciudad. Me senté a su mesa y le ofrecí alguna bebida. Tenía consigo unos papeles amarillentos y una bolsa plástica, de supermercado, que le servía para guardarlos. –Siempre escribiendo–, dije aparentando desinterés. –Yo escribo todos los días–, respondió.

Seguramente notó mi interés por sus papeles y, sintiéndose motivado, me confesó que estaba trabajando una idea que lo obsesionaba desde hacía tiempo. La llamaba “normalización lingüística”. Me dijo dos o tres cosas más y, terminado ya el té que había pedido, se levantó inesperadamente, murmurando algo que no alcancé a escuchar. Dirigiéndose hacia la puerta salió a la calle. Sobre la mesa dejó sus papeles, y pensé que en un momento regresaría por ellos, mas no fue así. Pasados los minutos, me animé a darles un vistazo.

Contenían anotaciones sobre la idea que me había mencionado, la cual puede resumirse así: no conviene a los Estados dejar en completa libertad a los hablantes, pues la tendencia natural del humano es siempre la utilización personal del idioma, dando como resultado una gran variedad de formas lingüísticas que originan imprecisiones, confusiones e interpretaciones diversas, en muchos casos, malintencionadas. Este fenómeno, además de perjudicar los procesos de comunicación, implica un desperdicio de tiempo, esfuerzo y recursos, lo cual no conviene ni social, ni política, ni económicamente.

Lo que más llamó mi atención, sin embargo, fue encontrar también un proyecto, expuesto de manera incompleta y a veces incoherente, que hace referencia a la utilización, por parte de los hablantes, de un vocabulario restringido y de frases modelo. Al margen de una de las hojas se leía: “Pedir cita al Gobierno para exponer proyecto”.

Entregué los papeles al dueño del café, diciéndole que seguramente pasarían por ellos más tarde. Aunque no creo que haya motivo alguno, el contenido de los mismos no deja de preocuparme.

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