Max Araujo
Escritor
El 10 de agosto del año en curso, a los setenta y cuatro años, falleció en Estados Unidos, país en el que residía, Jorge Román Lagunas, a quien la literatura centroamericana y caribeña le deben mucho en cuanto a su difusión, ya que fue el principal promotor del Congreso Internacional de Literatura Centroamericana (CILCA) y del Congreso Internacional de Literatura Caribeña. Dado que mi conocimiento es sobre el congreso dedicado a la literatura de nuestra región hablaré solo de este.
Todo comenzó cuando Mario Roberto Morales me propuso participar en una reunión que se llevó a cabo en Tegucigalpa, en 1995, con ocasión del CILCA que se celebró en esa ciudad, al que yo fui invitado, para que yo le entregara a Román Lagunas una carta de la Rectoría de la Usac, en la que se solicitaba que el siguiente congreso se realizara en Guatemala. Fue en ese congreso que conocí a Jorge, y desde esa ocasión nos hicimos amigos. De esa estadía en Tegucigalpa recuerdo el reencuentro que tuvimos con Dante Liano y Franz Galich, después de muchos años de no vernos.
Durante varias horas en una noche de bohemia, en distintos bares de la ciudad, que se alargó hasta el amanecer, compartimos con ellos, con Carlos René García Escobar y con José Domingo -un escritor hondureño que nos hizo de guía-: noticias, comentarios y chismes. Tanto Dante como Franz habían salido de Guatemala en los años ochenta y no habían retornado. Todavía las noticias llegaban a cuenta gotas porque aún no existían los medios de comunicación que tenemos hoy.
Para preparar el CILCA que se realizó en 1996 en Guatemala, cuya sede fue el Musac, Jorge se hospedó, en una primera visita, en el hotel Plaza, situado en la zona 4. Yo se lo sugerí, ya que estaba muy cerca de mi oficina profesional, situada en el edificio El Patio. En sus siguientes visitas, para ese congreso y para otros que se realizaron en Guatemala, Jorge se quedó en nuestra casa de la zona 7, en una habitación, que estaba desocupada, que había sido de mi hermano Mardoqueo. Esa misma habitación sirvió para hospedar, en distintas épocas, a otros amigos como Roberto Sosa (poeta hondureño), José Roberto Zea (escritor salvadoreño), a los esposos de origen cubano, ella Yuliet, y él Reinaldo León -autor del guion de la película “Donde acaban los caminos” de Mario Monteforte Toledo-, entre otras personas. En sus últimas dos visitas, las más reciente en 2014, se hospedó en nuestra casa, en las afueras de San José Pínula. Fueron para preparar el CILCA que se realizó en Quezaltenango, que se dedicó a Humberto Ak´abal.
Las llegadas de Jorge a Guatemala significaron una fiesta para varios amigos, que lo recibíamos en el aeropuerto. Como conocimos de sus gustos ya teníamos preparado el hielo, los vasos y las aguas minerales, así como las boquitas que mi madre, cuando todavía vivía, o mi hermana Carmen, nos preparaban. Lo primero que hacía Jorge al llegar a casa era sacar una o dos botellas de wiski, que, en su momento, compartimos con Ak´abal, William Lemus y Carlos René García Escobar. Eran momentos para ponernos al día en noticias y comentarios.
Las visitas de Jorge fueron para reuniones previas a la realización de los CILCA, por eso siempre valoró y agradeció el cariño con la que mi familia lo recibía y lo atendía. Se convirtió para nosotros en el hermano, en el tío, en el pariente chileno que vivía en Estados Unidos. Eso hizo que nuestra amistad se extendiera hacia Vicky, su esposa, y hacia sus hijos. Con ocasión de una visita que hice a Chicago me alojaron en su casa y me atendieron con un cariño impresionante. En sus estadías en nuestra casa Jorge me acompañó varias veces a nuestra granja a San Raimundo, a una feria de mi aldea, a fiestas de cumpleaños de familiares. Incluso mi hermano Mardoqueo (ya fallecido) lo llevó para que participara en palenques en jugadas de gallos. Me comentó que se los disfrutó mucho.
Venir a Guatemala o a otro país de Centroamérica en donde siempre tenía amigos que lo recibían y con quienes compartía, significaba para él recuperar sus raíces latinas, y disfrutarlas, ya que él nació en Santiago de Chile, pero cuando el derrocamiento de Allende tuvo que salir como miles de compatriotas hacia distintos lugares. Él era profesor en la Universidad Católica de Chile y un crítico de literatura muy conocido. Uno de sus amigos más cercanos fue Antonio Skarmeta, pero compartía con los escritores más conocidos de su país, entre ellos Neruda.
Previo a su llegada a Miami, en donde fijó su residencia inicial, estuvo unas semanas en la casa de Ernesto Sábato, en Argentina. Salió de manera clandestina de Chile. Dejó esposa e hijos. Años después se divorció, y ya en Florida conoció a Vicky, gringa descendiente de irlandeses, quien hablaba perfecto español y se casó con ella, por el rito católico. Tuvieron un hijo y una hija. Ambos son abogados. El español fue el idioma oficial de su hogar.
La idea de crear un Congreso de Literatura Centroamérica, que se convirtió en bianual, hasta nuestros días, surgió a principios de los años noventa, por una iniciativa que Jorge tuvo, conjuntamente con su gran amigo Ernesto Cardenal (el poeta) y Juan Chong, por una invitación que le hicieron para conocer Nicaragua. En sus primeras versiones contó con el apoyo de la Universidad de la Florida, y cuando años después él se trasladó a la Universidad de Pordue, en Chicago, fue esta casa de estudios la que continuó con los apoyos. En cada país, en donde se celebraron los CILCA, fuera en Centroamérica, España, Inglaterra, Estados Unidos, se organizaron comités locales. En Guatemala siempre se tuvo la dirección de la Universidad de San Carlos y del Ministerio de Cultura y Deportes, pero en cada ocasión se contó con el apoyo de otras entidades.
Jorge siempre manejó con mucha honestidad los dineros que los profesores y críticos del extranjero, de fuera de Centroamérica, pagaban por su participación. Este dinero le servía a él para sus viajes preparatorios, para las publicaciones que se hacían y para otros gastos. Muchas veces puso de su bolsa, como también lo hice yo para cada CILCA que se celebró en Guatemala. En las bitácoras respectivas, en mi poder, están los detalles de los gastos. La historia es la historia.
La literatura de Centroamérica le debe a Jorge Román Lagunas parte de su difusión, no solo por las publicaciones que él hizo de algunas de las ponencias de cada congreso, por haber motivado a que muchos críticos y profesores de distintas universidades del mundo se interesaran en la literatura del área, participando en los congresos o haciendo estudios específicos de autores, de obras o de tendencias de la literatura, sino también porque los CILCA sirvieron para que los mismos escritores y críticos se conocieran entre ellos mismos. En la región por años hemos vivido cerca y muy lejos a la vez, como si fuésemos islas.
Descanse en paz JORGE ROMÁN LAGUNAS.