Susana Alvarez Piloña
(Guatemala, 1980). Estudió la Licenciatura en Letras en la Universidad de San Carlos de Guatemala y la Maestría en Literatura Hispanoamericana en la Universidad Rafael Landívar.
Según la Real Academia de la Lengua, la memoria es “la facultad psíquica por medio de la cual se retiene y se recuerda el pasado”. Se trata de un proceso por el cual se incorporan hechos, acontecimientos, conocimientos, entre otros a nuestra mente, para ir formando nuestra personalidad. En la memoria están los recuerdos, es decir, aquello que hemos almacenado sobre lo que hemos vivido, percibido o sentido y que podemos evocar. La memoria no es infalible, ni siquiera la de un elefante, se balancea entre el olvido y el recuerdo.
I
si me permitís elegir
quiero morir de primero
la soledad
el olvido
son peores
que unos gusanos
comiéndose mi cuerpo
Hace veinte años, las tres personas a quienes les dedico este poemario estaban con vida. Hace veinte años ni ellas ni yo soñábamos con que algún día estaría yo presentando mi primer libro de poesía. Pero aquí estamos, ustedes, ellos y yo, mis retazos de recuerdo frente al olvido que todo lo devora.
Porque allí mismo, en ese limbo de olvido / recuerdo es donde estos 20 poemas se gestan, tal vez como un acto de rebeldía contra el padre tiempo implacable, indomable e imbatible. Ese tiempo que nos aleja / acerca de quienes comparten nuestra historia, junto a quienes la vamos construyendo; esos Otros y esas Otras que nos definen / limitan, frente a quienes nos (de)formamos constantemente.
Pero, ¿qué pasa cuando ese Otro o esa Otra, frente a quien me he construido, ya no está? ¿Qué pasa si, además, el olvido (compañero inseparable del tiempo) ha corroído mi memoria? ¿Cómo comprobar que lo que recuerdo es cierto y no una mera reconstrucción de mi imaginación, si, además, ya no tengo quien corrobore aquello que he asumido por verídico?
Esa última pregunta me ha taladrado el cerebro y las entrañas. No hay certeza alguna para responderla. No hay quien lo confirme, estoy frente a un pasado que forjé y que, a la larga, no sé si es verdadero. Extraño, ¿no? Ver hacia atrás, saber que hay eventos que me hicieron ser lo que soy y preguntarme constantemente, ¿realmente sucedió o es mi memoria agujereada la que ha ido llenando los vacíos como mejor le pareció? Tanta pregunta marea, por eso escribo.
XV
no recuerdo ese día
son las fotos de alguien más
memorias de otro
vos te estás riendo
pero yo
no lo recuerdo
es el cumpleaños de alguien
hay un pastel grande
vos tenés un suéter rojo
te estás riendo
serena
parece que fue un buen día
reconozco algunas cosas
las paredes viejas de adobe
la puerta sin picaporte
el anillo de mi tía
la azucarera
pero no
no recuerdo ese día
vos te estás riendo
tranquila
y yo
no recuerdo
ese día
Pero si el olvido nos carcome, el recuerdo a veces juega con alevosía y ventaja, asegurándose que recordemos aquello que juramos olvidar. Y normalmente, masoquistas que somos, grabamos en la memoria precisamente aquello que nos hizo daño. Almacenamos la imagen de quienes nos han herido, tal vez con el fin de asegurar que eso no se repita, asumiendo que, si lo recordamos, es porque aprendimos nuestra lección. ¿Será realmente que el solo hecho de recordar nos evitará nuevos sufrimientos, evitará que la historia se repita? ¿O necesitamos de un análisis más profundo para entender los porqués y paraqués de nuestra historia?
XVI
ahora que te veo
sin la distorsión del enamoramiento
egoísmos por delante
machismos por detrás
intuyo
tu macabro juego de titiritero perverso
y aún atada
me alejo lentamente
esperando
que algún demonio
rompa los hilos del recuerdo
Mientras escribo estas líneas, escucho la lectura de la sentencia del juicio por genocidio, y pienso, ¿qué pasa cuando el olvido se vuelve una práctica establecida desde el Estado? ¿Qué pasa cuando nos han repetido que el olvido es lo mejor para reconstruir un país que nos han destruido a base de violencia, una mala distribución de los medios de producción y un constante saqueo gracias a las redes de corrupción que lo sitian? Aún hay personas que niegan el Conflicto Armado Interno, las miles de personas desplazadas, las 45 mil personas desaparecidas, las torturas y masacres, el dolor, la destrucción, la pérdida. Aún ahora, a más de año y medio del incendio del Hogar Seguro Nuestra Señora de la Asunción, con un juicio prácticamente detenido, pareciera que quieren que olvidemos las 41 voces calcinadas. Por eso también escribo.
VI
somos los sin voz
sin rumbo
masa amorfa y compacta
los olvidados
en el fondo del culo del mundo
somos los sin voz
los arrasados
sin sueños
con hambre
sin techo
sin ropa
con sangre
sangre regada por la patria vencida
somos los sin voz
los desgarrados
aporreados
estadísticas repetidas
por tus estudios de mercado