El director Alejandro Landes. Foto la hora: Brynn Anderson/AP.

Por GISELA SALOMON
MIAMI
Agencia (AP)

Para el cineasta Alejando Landes, la meta era movilizar al público a través de sensaciones. Hacerlo pensar sobre las guerras no convencionales activando todos sus sentidos con su más reciente película, “Monos”, la representante de Colombia al Óscar.

“Es una película ante todo para vivir con el estómago y la piel”, expresó el director colombo-ecuatoriano en una entrevista reciente con The Associated Press.

“Monos” es una historia de supervivencia que se desarrolla en una remota zona montañosa selvática de Latinoamérica. Se focaliza en un grupo de jóvenes soldados y rebeldes armados que tienen la misión de cuidar a una extranjera secuestrada. La misión fracasa, y los intrincados lazos que unen a la organización comienzan a desintegrarse.

En el filme, Landes examina el caos y lo absurdo de la guerra desde la perspectiva de los adolescentes, que son los protagonistas.

Lo que el director quería, dijo, era mostrar cómo conviven dos guerras: la guerra armada no convencional, que bien podría ser ejemplificada por grupos guerrilleros y paramilitares en Colombia; y la guerra interna de los jóvenes que retrata.

“Esta película es un reflejo de esos dos momentos”, manifestó Landes en una oficina de la empresa de relaciones públicas en Miami que le ayuda a promocionar la cinta en Estados Unidos.

Protagonizada por la actriz estadounidense Julianne Nicholson (la doctora secuestrada), el actor colombiano-estadounidense Moisés Arias (Patagrande) y el actor argentino Jorge Román (buscador de oro), entre otros, “Monos” empezó como un proyecto independiente pequeño. Sin embargo, ha llegado a más de 30 países incluidos Colombia, Estados Unidos, Alemania, Holanda, Inglaterra y Francia, desde su estreno en agosto.

Es la tercera película de Landes, después de “Cocalero” (2007) y “Porfirio” (2011), aunque la primera que ha cosechado cerca de una veintena de premios, entre ellos el del jurado en el Festival de Cine de Sundance. La crítica internacional la ha comparado incluso con “Apocalypse Now” (“Apocalipsis”) de Francis Ford Coppola; y directores como el mexicano Guillermo del Toro la han calificado de “fascinante”.

El proyecto llevó unos cuatro años que incluyeron investigaciones sobre guerras no convencionales, la lectura de testimonios de personas secuestradas, estudios sobre los uniformes de militantes rebeldes, entrevistas con chicos que habían pertenecido a grupos guerrilleros y de paramilitares, y visitas a campamentos de reinserción de jóvenes que habían militado en esos grupos armados.

En una de esas visitas, Landes conoció a Wilson Salazar, un excombatiente por más de una década en las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, al que contrató para que entrenara a los jóvenes actores en ejercicios militares. Luego se dio cuenta de que también lo quería como actor, y así fue que tomó el rol de “El mensajero”, un comandante disciplinado.

Ninguno de los personajes tiene nombre, sólo alias. Tampoco se sabe dónde transcurren los hechos, si el grupo es guerrillero o de paramilitares, o de qué guerra se trata.

Lo que quería era “generar un vacío tan agresivo y tan radical que lo único que tú podías tener era la humanidad del personaje en la trinchera”, explicó Landes. “Conocer a las personas a través de la presencia de sus acciones”, y no por prejuicios que pudieran generarse por medio de su apellido o pertenencia a un grupo específico.

Excepto un puñado, la mayoría de los chicos en el elenco no eran actores.

Landes y su equipo viajaron por toda Colombia y escogieron 800 adolescentes. Al grupo final de unos 20 finalistas lo reunieron en una especie de campamento de actuación militar donde hacían ejercicios de improvisación actoral y entrenamiento físico. Tras observar los coqueteos, la convivencia y química entre ellos, Landes escogió a los últimos ocho, que serían parte del elenco.

La filmación les llevó nueve semanas. Primero, en el Páramo de Chingaza, un parque nacional a unos 4 mil metros (13 mil 125 pies) de altura ubicado en la cordillera oriental de los Andes, al noreste de Bogotá. Luego en un cañón selvático del río Samaná, en el departamento de Antioquia, al noroeste de Colombia.

Para poder llegar contrataron a un equipo profesional de kayak, buscadores de oro y una familia de mineros. Fueron ellos los que ayudaron a evacuar a un miembro del grupo al que le dio un ataque epiléptico el primer día de filmación, y al mismo Landes cuando tuvo una apendicitis en medio de la selva.

Las esperanzas están ahora sembradas en los premios Óscar y Goya, que le abrirían aún más mercados a “Monos”.

Las candidaturas a los Premios de la Academia se anuncian el 13 de enero. Las de los Goya de España el 2 de diciembre.

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