Hugo Gordillo
Escritor

La suavidad en el hablar contrasta con lo visceral de su pensamiento. El viejo Platón critica todo lo nuevo en el arte, si éste no responde a la moral y a la educación. Los jóvenes artistas escuchan como oír llover al primer crítico de arte de la historia y descartan lo antiguo: el dictado. Tanto es el rechazo que, para ellos, las deidades más viejas están pasadas de moda. Por eso esculpen o pintan a los dioses muchachones, como el vigoroso Apolo y la sensual Afrodita, mientras el hinchado Zeus y la vengativa Hera, lloran en el rincón de las reliquias abandonadas.

Esta sustitución generacional en el panteón es el tránsito hacia lo profano, donde el arte encuentra su liberación para que se empiece a hablar de «arte por el arte». La energía del arte nuevo es reflejo de la fuerza de una nueva clase social que se abre espacios entre los tiranos y los terratenientes, para quienes el pueblo trabaja como buey. Después de las migraciones, la colonización, las guerras y las posguerras, Grecia se autoafirma en medio de tantas culturas. Vive una era de economía privada en la que florece la compraventa de mercancías y de arte con carácter internacional.

Los artistas se dan aires de cosmopolitas, se reúnen en museos y en el peladero de Olimpia. La arquitectura pasa de la construcción con piedra rústica a la edificación con mármol rosado, donde lo clásico griego se mezcla con lo oriental. El resultado: maravillas arquitectónicas. El monumento pierde su valor religioso. Aunque sigue siendo de propaganda, ya no es para alabar a los tiranos, sino para promocionar los Juegos Olímpicos. Cuando no chispean las armas, se enciende la llama deportiva.

La piedra tallada no tiene ningún parecido con el ganador porque lo importante es la victoria y la representación del hombre ideal. ¿El hombre es la medida de todas las cosas? Por supuesto que sí, solamente que desnudo, si me hace el favor. ¿Y las mujeres? Con toda su ropita puesta. El pueblo rinde culto al cuerpo desnudo del hombre en público y al cuerpo desnudo de la mujer en el lecho conyugal. Una estatua solo tiene parecido con el competidor olímpico cuando haya triunfado tres veces, aunque el atleta sea feo. Qué se le va a hacer. Tan reconocido es el gimnasta ganador como el autor de una obra, quien puede firmarla y gozar del derecho de propiedad intelectual.

El arte deja de ser un medio para convertirse, libremente, en un fin en sí mismo. Preciosidad de ociosidad que ofrecen los inútiles para la guerra. Espartanos de mentiritas, pero respetados en las cuatro direcciones. La imitación y la modificación de la realidad con su color, su ritmo y su armonía lineales representan el más grande quiebre en la historia del arte. La obra se juzga por su íntima perfección, no por su utilidad. La libertad individual se filtra entre despotismo, sacerdocio, libros sagrados y dogmas para dominantes y dominados, gracias a una «burguesía» comerciante viajera expansionista que funciona como resorte social y cultural. También, gracias a artistas nobles, visionarios, o que la realidad les retuerce el brazo, dando el salto del irracionalismo al racionalismo.

Algunos de los poetas son educadores y guías espirituales que recomiendan a los de su clase adecuarse a los nuevos tiempos. Los trágicos no solo son pagados por el Estado, sino que sus obras corresponden a la política y a los intereses de la clase dominante. Pero, contrario a los viejos Sófocles y Esquilo, el joven Eurípides responde renegando de su nobleza al rechazar la religión y jugar con los mitos para hablar en sus obras teatrales sobre sexo, mujer, guerra y esclavismo. Los sofistas son los intelectuales difíciles de estratificar por su vocación democrática, están del lado de los pobres y oprimidos, pero son maestros de los hijos jóvenes de la clase pudiente y poderosa.

Entre las clases bajas florece el prehistórico mimo, como un arte del pueblo, por el pueblo y para el pueblo. Son pequeños cuadros sobre la vida cotidiana de los pobres, marginados y esclavizados por la democracia ateniense. Teatro independiente de cabo a rabo. El arte nuevo surge de la convergencia del arte de ciudad como la épica de Homero, el poeta ciego; y el arte rural geométrico. La poesía pierde su esencia de ritual colectivo o de alabanzas personales, y vale lo que pesa en su forma más pura.

Es el valor neutral que ha enseñado la lucha olímpica, reconociendo las cualidades del oponente. Triunfo sin orgullo, derrota sin amargura. Así, los griegos logran una ciencia libre de la religión y un arte sin condiciones que ya no responde a la pregunta ¿para qué me va a servir?, sea una pintura, un verso o una escultura. Los artistas y los escritores integran un sector social creador de formas autónomas. Yo busco una forma, sentenciará, siglos más tarde, un joven llamado Benedetti, para ratificar que el viejo Platón está equivocado cuando dice: «donde se despierta la novedad, aparecen la anarquía y la decadencia». Lo viejo queda atrás en la cuna de la cultura occidental y lo nuevo es el arte por el arte, que es como decir arte autónomo.

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