Miguel Flores
Dirigir el Museo de Arte Moderno es una labor compleja, se requiere de creatividad en la gestión cultural y especialmente en el sector estatal, que parece ser un campo minado. Hay que maniobrar con muchos miembros de la comunidad artística que ven el museo como una galería nacional donde tienen derecho de exponer o con instituciones que ejercen poder para usar estas instalaciones. Además, recibir el peso de toda la jerarquía burocrática desde la Coordinación de Museos, la Dirección General del Patrimonio Cultural y el Viceministerio de Patrimonio Cultural y Natural hasta el Ministro de Cultura. Ser una institución parte del gobierno lo hace vulnerable en muchos aspectos, especialmente en el financiero.
Uno de los problemas del museo se hace evidente con la llegada del invierno. El techo del antañón salón de baile de la Feria de Noviembre está dañado desde hace varios años, sufre de polilla y sus láminas están deterioradas. El resultado es que se tiene que recurrir a cubetas para recoger el agua, que en algunos sectores cae sobre los muros de exposición, lo que conlleva retirar la obra para que no se dañe. Este problema no es nuevo, desde la década de los 90 la situación era la misma, debía de hacerse una importante inversión en la reparación del artesonado de este edificio, algo que no se hecho. El resultado de esta anomia es el deterioro que avanza.
Otra problemática es la conducción artística. La falta de personal especializado recarga en el director tomas de decisiones curatoriales a veces poco afortunadas. Una certeza fue la publicación del libro sobre la colección del Museo, el que se agotó en su primera edición. Pero este catálogo de obras y biografías no indica un criterio de selección. Algunos nombres que aparecen recientemente se agregaron a la colección, nunca antes había obra de ellos en la colección del museo, esta maniobra se presta a especulaciones de todo tipo.
Guatemala es un país pobre con muchas necesidades. Pero algo se tiene que decir sobre el campo del arte. El nuevo gobierno no ha mencionado quién será el próximo Ministro de Cultura, este silencio ya indica algo. Sin duda, El Salvador nos lleva ventaja en este asunto. Su museo MARTE es un ejemplo de gestión público-privada.
Ojalá que el Inguat pueda ayudar con las goteras del Museo de Arte Moderno, ya que lo publicita para propios y extraños, como una experiencia de vivir la ciudad. Da vergüenza ajena ver el deterioro de este museo el único que guarda obra valiosa para la Historia del Arte de este país.