Miguel Flores Castellanos
Doctor en Artes y Letras
El término memoria histórica es de uso continuo en asuntos relacionados con el conflicto armado o guerra sucia guatemalteca. Unos a favor de su preservación y otros en contra. El arte ha aportado lo suyo para que no se olvide lo que ha sucedido en esos años aciagos. Algunos artistas han enfrentado las desapariciones forzadas y crímenes de lesa humanidad de los que hay numerosos vestigios. En el campo del arte visual artistas como Elmar Rojas, Marco Augusto Quiroa y Roberto Cabrera registraron los primeros acontecimientos, luego Isabel Ruiz, con su descarnada obra. Daniel Hernández-Salazar y Luis Gonzáles-Palma desde la fotografía con perspectivas diferentes, una realista y otra metafórica. Luego, las más recientes generaciones también han hecho lo propio en esta materia. Lamentablemente todas esas obras permanecen en colecciones privadas o en los archivos de los artistas.
Es preocupante que no quede una memoria de la historia del arte en Guatemala. Nadie la está escribiendo, cotejando ni almacenando. Los deficitarios programas educativos en esta materia han dejado a miles de jóvenes desmemoriados de lo que ha sido la historia del arte guatemalteco. Muchos no pasan de poder distinguir tres épocas. Los cinco o seis libros que existen para el estudio del arte guatemalteco muestran signos de parcialidad hacia determinadas tendencias.
Los regentes de la memoria histórica del arte son por antonomasia los museos. ¿Pero cumple esta misión el Museo Nacional de Arte Moderno Carlos Mérida? Una acción como la publicación de un libro sobre las obras de ese museo realizada recientemente (sin seguir ningún criterio de selección, sin un estudio introductorio que indique por qué esos nombres y obras y no otros, además con un corte temporal antojadizo) queda debiendo.
Debido a los costos de impresión y por no remunerar los estudios de arte a los especialistas, las galerías de arte no imprimen catálogos ni invitaciones. Los pocos documentos y de gran valor son los impresos por el propio artista con escritos laudatorios de amiguetes. Las invitaciones ya no existen impresas únicamente digitales. Solo los periódicos siguen siendo una fuente de información importante, por lo menos para definir fechas y contextos en que surge determinado lote de obras de un autor y a veces el comentario periodístico que brinde algunas luces.
La literatura es sin duda la más estudiada, la que cuenta con numerosos ensayos, publicaciones y congresos nacionales e internacionales. De las otras disciplinas no hay estudios más que lo realizados algunas veces por tesistas de las diversas universidades, las que hay que asumir con cuidado. Un pequeño haz de luz lo constituye el archivo de la galería El Attico, pero no es suficiente.
La falta de esta memoria histórica de las artes hace que nuevas generaciones inventen el agua azucarada cada cierto tiempo. Esto se pudo comprobar en la exposición retrospectiva de Jamie Bischof. Al ver las obras y el tiempo en que la realizó son notorios adelantos importantes en los conceptos visuales y uso atrevido de materiales que artistas hoy llegaron a los mismos usos, sin conocer lo ya hecho cuarenta años atrás.
Hacer un registro del arte en Guatemala es de importancia. Pero necesita fondos para emprender una labor ardua y profesional. Dejar para el olvido trascendentales pasos que los artistas guatemaltecos han realizado es dar vueltas en círculo. Modelos a seguir hay varios cercanos como El Salvador y Costa Rica.
Miguel Flores Castellanos
Doctor en Artes y Letras
El término memoria histórica es de uso continuo en asuntos relacionados con el conflicto armado o guerra sucia guatemalteca. Unos a favor de su preservación y otros en contra. El arte ha aportado lo suyo para que no se olvide lo que ha sucedido en esos años aciagos. Algunos artistas han enfrentado las desapariciones forzadas y crímenes de lesa humanidad de los que hay numerosos vestigios. En el campo del arte visual artistas como Elmar Rojas, Marco Augusto Quiroa y Roberto Cabrera registraron los primeros acontecimientos, luego Isabel Ruiz, con su descarnada obra. Daniel Hernández-Salazar y Luis Gonzáles-Palma desde la fotografía con perspectivas diferentes, una realista y otra metafórica. Luego, las más recientes generaciones también han hecho lo propio en esta materia. Lamentablemente todas esas obras permanecen en colecciones privadas o en los archivos de los artistas.
Es preocupante que no quede una memoria de la historia del arte en Guatemala. Nadie la está escribiendo, cotejando ni almacenando. Los deficitarios programas educativos en esta materia han dejado a miles de jóvenes desmemoriados de lo que ha sido la historia del arte guatemalteco. Muchos no pasan de poder distinguir tres épocas. Los cinco o seis libros que existen para el estudio del arte guatemalteco muestran signos de parcialidad hacia determinadas tendencias.
Los regentes de la memoria histórica del arte son por antonomasia los museos. ¿Pero cumple esta misión el Museo Nacional de Arte Moderno Carlos Mérida? Una acción como la publicación de un libro sobre las obras de ese museo realizada recientemente (sin seguir ningún criterio de selección, sin un estudio introductorio que indique por qué esos nombres y obras y no otros, además con un corte temporal antojadizo) queda debiendo.
Debido a los costos de impresión y por no remunerar los estudios de arte a los especialistas, las galerías de arte no imprimen catálogos ni invitaciones. Los pocos documentos y de gran valor son los impresos por el propio artista con escritos laudatorios de amiguetes. Las invitaciones ya no existen impresas únicamente digitales. Solo los periódicos siguen siendo una fuente de información importante, por lo menos para definir fechas y contextos en que surge determinado lote de obras de un autor y a veces el comentario periodístico que brinde algunas luces.
La literatura es sin duda la más estudiada, la que cuenta con numerosos ensayos, publicaciones y congresos nacionales e internacionales. De las otras disciplinas no hay estudios más que lo realizados algunas veces por tesistas de las diversas universidades, las que hay que asumir con cuidado. Un pequeño haz de luz lo constituye el archivo de la galería El Attico, pero no es suficiente.
La falta de esta memoria histórica de las artes hace que nuevas generaciones inventen el agua azucarada cada cierto tiempo. Esto se pudo comprobar en la exposición retrospectiva de Jamie Bischof. Al ver las obras y el tiempo en que la realizó son notorios adelantos importantes en los conceptos visuales y uso atrevido de materiales que artistas hoy llegaron a los mismos usos, sin conocer lo ya hecho cuarenta años atrás.
Hacer un registro del arte en Guatemala es de importancia. Pero necesita fondos para emprender una labor ardua y profesional. Dejar para el olvido trascendentales pasos que los artistas guatemaltecos han realizado es dar vueltas en círculo. Modelos a seguir hay varios cercanos como El Salvador y Costa Rica.