Miguel Flores

Doctor en Artes y Letras

Siguiendo el pensamiento del filósofo José Cofré-Lagos, se puede pensar que la fotografía como obra de arte, no es nunca un medio para un fin, y es en cambio, siempre un fin en sí misma. A diferencia de otros usos destinada a brindar un mensaje –tiene una utilidad determinada– destinada a brindar un servicio, la foto vista como arte es una cosa inútil. Si bien este investigador chileno, escribe desde la filosofía del arte, sus principios son útiles para repensar la fotografía. Los diferentes usos que se han dado a la imagen en ya casi dos ciclos de existencia han sido muchos.

Uno de los problemas del objeto estético fotográfico que se ve en los museos y galerías es que muchos de quienes la aprecian ven en ella el producto de una realidad. La fotografía como arte es irreal, no se quiere decir que sea no-real, son objetos artísticos o entes ficticios o de ficción.

Un ejemplo de esto es la imagen Consagración de la serie Dulce mortificación del artista Eny Roland Hernández-Javier. Esta fotografía causa el rechazo de los seguidores de las imágenes de pasión, cucuruchos devotos, en especial de la Virgen de Dolores. Ven en esta obra un sacrilegio. Lo que hizo Hernández-Javier fue crear una ficción del dolor extremo en un varón. Para recrear ese dolor lo hace con símbolos que muchos de la comunidad guatemalteca católica reconocen de inmediato, el resplandor con doce estrellas, el puñal en el pecho, los tres clavos en las manos, la corona de espinas y el pañuelo.

Esta imagen fue puesta a discusión dentro de un grupo de diez varones adultos profesionales de la clase acomodada, entre 35 y 40 años. Los cometarios fueron de lo más variados. Destacan dos. Uno dijo que –no compraría la foto porque no conocía al personaje, que además era muy obscura; otro, que era un atentado contra la Iglesia Católica y sus procesiones. Las opiniones se respetan, pero dejan entrever pocos conocimientos de arte en personas que toman decisiones, líderes de opinión dentro de una comunidad.

Lo observado por ellos fue la realidad del personaje, varón joven utilizando atributos de una Virgen de Dolores, de una mujer, esto no lo perdona el varón macho. Ninguno de los asistentes a esta reunión pudieron ver lo que esos símbolos irradian cuando el personaje no es una mujer. La realidad de los objetos y del modelo, antes del momento de la toma, dieron paso a la ficción cuando el autor puso esos signos en el joven, algo que duró el instante de la toma, en manos Eny Roland. Aquí no existe afrenta con la Iglesia, ni contra nadie. Solo ven la realidad de los objetos usados por el personaje. Por espacio no se ha llegado a la profundidad semántica de esta obra, solo se señala el hecho que es vista como producto de la realidad circundante, no como objeto de arte con gran significado que apela a nuevas masculinidades.

Estas actitudes son las que dificultan el despegue de la fotografía como producto artístico, además de otros factores como la sobrevaloración. Las obras locales de principiantes son tan caras como las de artistas ya establecidos en el mercado de Nueva York. El crecimiento del interés por los estudios de fotografía darán por resultado una saturación de producción y los precios tendrán que bajar. Ojalá para ese momento se entienda más la fotografía de hoy, no solo las selfis, las del novio o pareja y las imágenes del cumpleaños.

Consagración, de la serie Dulce Mortificación. Eny Roland Hernández Javier

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