Miguel Flores Castellanos
Doctor en Artes y Letras

No se puede negar que la actual situación política empieza a hacer mella en el campo cultural. Hoy en día las pocas revistas de arte y literatura parecen estar en agonía; mantenerlas además de los problemas inherentes al contenido, tiene otros aspectos como la logística de distribución, diseño e impresión. En forma aparente el advenimiento del internet vino a palear mucho esas dificultades, pero aun así el asunto del contenido es complejo.

El problema de las revistas culturales, ya sea en formato impreso o digital es económico. Si bien pueden sostenerse con anuncios publicitarios, lograrlo es una verdadera odisea. Las grandes empresas remiten estos requerimientos a las agencias de publicidad, que no ven en las revistas de arte o literatura el medio idóneo para los productos de sus clientes. Cuando usted vea el patrocinio empresarial o comercial en una revista de arte, es el resultado de un sufrido calvario hasta llegar al anunciante o, como muchas cosas se resuelven en Guatemala, por amistad.

Una buena revista que se enorgullezca de serlo debe pagar a sus escritores y todo el proceso de producción (corrección de textos, fotografías, diseño gráfico), lo que da la oportunidad de controlar la calidad en los textos y llevar una línea editorial concreta que aporte al conocimiento y desarrollo de las distintas disciplinas artísticas, con un sello personal. Esto no se hace por falta de fondos. Los editores de revistas se han acostumbrado a recibir escritos como colaboraciones y muchas veces en lugar de diseño, se manejan programas de diseño.

Productos culturales como las revistas de arte y literatura, son vehículos de consagración simbólica, funcionan como publicidad para los creadores, pero además son un registro de la actividad cultural. Un ejemplo de esto es Art Forum en Estados Unidos, Arte al Día o Art Nexus, en Latinoamérica; Exit en España, todas insertadas en el nebuloso mundo del mercado del arte en una descarada connivencia. Como producto cultural, una revista tiene que tener una audiencia objetivo. Los anteriores ejemplos se dan en países con una audiencia cultural considerable y además educada, que puede apreciar los contenidos que las revistas de este tipo ofrecen.

Por lo anterior, puede deducirse que otro problema de una revista en Guatemala es su audiencia, y esto es notorio en todo el ámbito editorial. Los públicos están poco formados para la lectura de revistas y no se diga para la apreciación artística.

Las revistas digitales también pasan por la calle de la amargura. Si bien no cuentan con gastos de impresión y distribución, adolecen de un criterio editorial y la mayoría de las veces sus textos, también son colaboraciones, lo que hace que el producto final sea una ensalada de textos, en un ámbito atemporal. Un problema observado en estos documentos es que los comentarios son la mayoría de las veces carecen de fecha, y otras sin nombre de quién escribe.

Las revistas más constantes son las universitarias. La Revista de la Universidad de San Carlos, ha logrado además de un contenido importante, un registro de las artes visuales en el siglo XXI. Otra de larga trayectoria es Cultura de Guatemala, editada desde la Universidad Rafael Landívar. Las revistas en el ámbito cultural nacen de sueños de sus editores, sueño que termina cuando lo económico las ahoga, un ejemplo de esto fue la revista Arteria que logró vivir un año.

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