Miguel Flores Castellanos
Doctor en Artes y Letras

La presencia de la obra de Rufino Tamayo en Guatemala (Oaxaca, 1899 – Ciudad de México, 1991) es gracias a la Fundación Ortiz-Gurdián, con el patrocinio del Banco Promerica. La presentación de esta colección se suma a otras ofrecidas anteriormente, como obra de Picasso, Rembrandt, Andy Warhol, etc. Sin estas exposiciones, el Museo de Arte Moderno no podría presentar obras de artistas internacionales.

La exposición Tamayo, mexicano universal consiste en una serie de obras gráficas, seriadas y firmadas, algunas incluso con un valor sentimental, ya que fueron obsequios a determinadas personas. Exhibida en el área de exposiciones temporales del MAM, esta muestra es un aire fresco en el anquilosado museo. Las obras se presentan dignamente, a pesar de la mala iluminación de esas instalaciones.

Tamayo tenía once años cuando dio inicio la Revolución mexicana. Toda su vida como artista nació ya marcada por los ideales del manifiesto de los artistas después de la cruenta guerra interna, de hacer un arte público monumental, de educación y de combate, aunque este autor siempre mantuvo una postura equidistante. La colección Tamayo de la Fundación Ortiz-Gurdián es un ejemplo de una buena selección de obras del autor, ante la imposibilidad de mostrar su obra completa.

Uno de los aspectos importantes de esta muestra es la puesta en valor de la obra gráfica seriada. A esto se suma la calidad del dibujo y su lenguaje gráfico. Es notoria una caligrafía propia para la representación del mundo, por momentos es evidente su diálogo con Picasso. Las obras tienden al minimalismo lineal, que contrasta con el tratamiento que hace del papel que soporta su arte. En toda la muestra es notoria la diversidad de técnicas propias de la gráfica: xilografía, serigrafía, litografía, aguafuerte y mixografía, donde mezcla dos o más técnicas, lo que le permite crear superficies simbólicas poderosas en texturas y sobre posiciones de figuras y colores, que tienden al lenguaje poético en el esfumado de colores y pátinas. Lo mexicano es omnipresente desde las culturas originarias hasta el problema existencial del hombre.

Esta exposición, además de su variada temática, es una lección de cómo enfrentar la obra gráfica, especialmente en la mixografía donde logra extraer todas las posibilidades de esta técnica seriada. Por otro lado, es cómo un artista gestiona su propia producción, hay que tener en cuenta su trabajo como muralista. La obra seriada le permitió llegar a públicos que no podían hacerse de una pintura.

Traer una exposición de fuera es un procedimiento complejo, documentación aduanal, seguro, transporte terrestre y aéreo, enmarcado de obras, acciones normales en un museo, pero que el MAM no puede asumir por muchos factores, uno de ellos el presupuestal.

El aficionado y coleccionista de arte tiene que ver esta obra con detenimiento, no basta ir al coctel de inauguración. El guatemalteco podrá aprender mucho, en especial los artistas visuales, evidente la gestión de su producción.

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