Marcial Díaz Sukuk
Escritor cakchiquel
Hace muchos años, en un paraje muy lejano, Yakanik Hic, empezaba a ver el mundo. Cuando tenía apenas ocho años, tuvo sus primeros contactos con esta agua bendita. Su padre era quien regularmente le suministraba en pequeñas dosis, luego de largas jornadas de trabajo agrícolas, bajo la intensa lluvia de septiembre de aquellos tiempos. A la seis de la tarde, pegado al fuego y aun titiritando de frío, le daba un poco de Kux Ya´ mezclado con café caliente recién salido de la jarra de barro. Una vez tomado, inmediatamente se le calentaba el cuerpecito a Yakanik Hic. Era rico, pero más asombrosa era la sensación que le producía. Un mareo volador.
– ¿Qué es eso que me das papá?
– Vos tomalo
– ¿Qué es pues?
– ¡Es Kux Ya´ hombre!
– ¿De dónde salió?
– La historia dice que los cuatro pueblos del mundo, desde hace miles de años, más de alguna vez dejaron sus frutas o alimentos al olvido y cuando tenían necesidad de ellas, ya estaban un poco pasaditas, como shucos que juntaban mosquitos. Y se preguntaban ellos y decían: ¡ve que fregados son estos mosquitos!, ¿por qué les gustará tanto esto? Y este actuar de los mosquitos les despertó la curiosidad por probar, lo probaron y decían: ¡Oh, está rico! Y así fueron tomando y sintiendo el sabor y efecto de los primeros fermentos de frutas y del maíz. Entonces fueron experimentando poco a poco, por los siglos de los siglos. Luego sintieron que esa bebida les cambiaba su estado espiritual usándolo para momentos especiales. Así descubrieron e hicieron monumentales cosas.
Yakanik Hic había descubierto desde muy tempranito que esa agüita era medio mágica. Uno, porque su padre, hombre estricto y duro, era más buena honda cuando tragaba un poco de Kux Ya´. Dos, porque su madre lo usaba con su hermanito cuando su cuerpecito era una braza ardiente y lloraba o lloraba descorazonadamente, entonces su mami, rapidito lo bañaba con esa agüita y el niño lueguito se echaba a dormir.
También aprendió que su madre lo usaba para el cansancio. Luego de caminar cinco horas y seis leguas, ella y él, con carga en la espalda, subían y bajaban montañas. Ya al final de la tarde el cuerpo ya no daba más, había que quitar la fatiga con un buen trago de esta agua.
Cuando el hambre se les desaparecía por completo, los abuelos de Yakanik, reavivaban el apetito con un buen trago antes de comer y así disfrutaban una vez más su sagrada comida. Así lo siguen haciendo. Los abuelos no se enferman.
Yakanik iba creciendo rápido y cuando sintió ya le gustaban las mujeres, pero no encontraba la forma de deshacerse del desgraciado miedo, timidez y la tartamudez. Sufría al ver a su pretendida doncella caminar acompañada de otro chico más valiente. Así, se animó, teniendo un encuentro fuerte e íntimo con su salvador, Kux Ya´.
Su amigo Yiyín, dos años mayor que él y camarada de infancia, le sugirió una tarde de domingo que se atragantaran una buena porción de esta agua para mandar al carajo su carácter indeciso y temeroso para con las damas. Fueron a la casa de Palito, el vendedor de Kux Ya’. Compraron su octavo cada uno por veinticinco centavos, despachándoselo de una vez sin meditar.
Eran las cuatro treinta de la tarde, las campanas del paraje llamaban para el rezo. Ubicado en un punto estratégico, como un leopardo acechando a su gacela estaba Yakanik. Ella venía radiante con su reboso, acompañada de otra gacela. A Yakanic le temblaban las nalgas, sudaba a chorros, afinaba a cada ratito su voz, pero ya no era él, Kux Ya´, se había apoderado de su ser. Pasaron las gacelitas y en seguida salieron detrás de ellas. Uno a cada lado de su dama iban. Saludaron y empezaron la casaca. Dale que dale. A Yakanik le hervía la boca.
Ve lo que hace esta agua bendita.
El reloj marcaba las siete de la noche y las doncellas no llegaban a casa. Tampoco llegaron a rezar, están con sus galanes. No importaba el aliento a Kux Ya´, la hierbabuena lo apacigua. Ellas también necesitaban su primer beso y su primer amor.
Cuando la madre de Yakanik, decía que su hermanito tenía el famoso ojo, que no muchos creen que uno es capaz de adquirir, incluso ya grandes, ella iba al nido de gallina y sacaba un huevo, cortaba un manojo de ruda y mandaba traer waq on, disponiendo de inmediato darle un baño de Kux Ya’ al niño. La temperatura desaparecía por arte de magia, el llanto y la diarrea también y al día siguiente ya el niño volvía a succionar la chiche y gateaba por el patio de la casa. Allá no se conocía pediatra.
Yakanik también supo desde muy temprano que esta agua bendita curaba el dolor de estómago. Escuchó de unas abuelas que conversaban un día.
Utz a wuch Ixchel…
Utz maltyox. Y rat…
In oxo´ pan yin hombre…
Ta tija´ jun a waq´onazo…
Hay manak rat. Xajan ri…
Pacuenta rat. Ta tija´, yalan utz.
Y es verdad, Yakanik se dio una ducha de lluvia prolongada a inicios del invierno, se le huyó el hambre y hasta la comida más apetitosa se quedaba en la mesa sin siquiera probarla, su estómago tronaba como el Volcán de Fuego o como un río bravo, se le oía a la distancia. No podía dormir, la jaqueca lo estaba dejando calaverudo, más de lo que ya era. Tomaba todo tipo de pócimas, bicarbonato, limón, desparasitantes, y nada. Recordó entonces esa plática de las abuelas y se despachó un buen cutazo, como también le llaman al trago. Santo remedio, la tronazón cesó. La enfermedad que Yakanik padecía según la nana aj iyom, era pérdida de la temperatura reguladora de la digestión. Se ahorró lo del médico.
Pero cuando Yakanik tenía 11 años, vivió en carne propia la maldita persecución bélica contra los civiles indefensos de la década de los ochenta. Es allí donde el reconoció el verdadero valor de Kux Ya´.
Para el dolor del alma, le daban trago. También para el dolor de la materia, para anestesiar a los heridos, para anestesiar la conciencia, Para que los niños se duerman, no lloren y alerten a soldadesca de los Pintos. Para que un par de muchachos ahuyenten a un pelotón de milicianos. Para alivianar la angustia, lo mismo que para el dolor de muela.
Se recuerda como si fuera hoy el día que los Pintos localizaron a miles de civiles en su escondite. Decididos iban a arrasar con todos ellos, desaparecerlos, cuando un par de muchachos, bajo el efecto de Kux Ya´ les salieron al paso gritándoles, burlándose de ellos. Las ráfagas de tiros y bombas se escucharon, pero la persecución cambió de rumbo, y la gente se salvó.
No se olvida también la vez que el amigo de Yakanik se le zafó el hueso de la rodilla derecha después de un escape intempestivo de la muerte. La rodilla se le infló de inmediato, pero cuando la zafadura estaba casi fría, el amigo de Yakanik ya no podía más caminar. Entonces, el huesero comunitario le suministró tres octavos de un solo golpe y luego de unos minutos, ahí va el jalonazo repentino y el hueso va de regreso a su lugar de origen.
En fin, dijo el abuelo, –lo que para algunos es licor clandestino, para nosotros es algo que brilla como la luz del sol y lo necesitamos como al aire. Aunque hay que decir que, así como ha ayudado a muchos, también se ha llevado a la tumba a miles de vidas de viaje al inframundo. Vidas que no tuvieron asistencia espiritual, ni emocional, ante monumental trauma que este país le cobra a uno. Y es que el dolor de esta tierra mi hermano es indescriptible e ilimitado y para mitigar este dolor de la carne y del espíritu, algunos lo han apaciguado sumergiéndose en las más profundas entrañas de Kux Ya´ (cusha) y así se han ido de este mundo. Pero una dosis limitada, mantiene el cuerpo inmune a ciertos males y ni gripe le da a uno– decía el abuelo…:
– Esta cusha no se va a acabar, mijo, pese a quien le pese, a pesar de la satanización que le han hecho y el combate inmisericorde del monstruoso monopolio… aquí seguirá alegrando a los pueblos o a acortar la agonía de la gente. Es más fácil que se extinga un idioma de esta tierra que Kux Ya´ desaparecer.
Desde muy temprano el joven Yakanik aprendió a fabricar Cux Ya´, su tío Valiente Díaz le mostró paso a paso cómo hacerlo. Un día le dijo:
– Mirá patojo, apuntá la receta: a este tonel echá 13 libras de afrecho y una cubeta de 5 galones de agua. En lugar de afrecho podés usar frutas o maíz quebrado. Vas a esperar cinco días, o cuando ya de el punto de fermento. En seguida, le echás 50 libras de azúcar o panela y agregale agua caliente hasta el cuello. Movelo bien y esperá 20 días o un poco más. Hay que esperar el punto. Una vez fermentado vas a cocerlo aquí en este recipiente. El vapor pasará por aquí, luego a la cubeta, esta debe rodearse de agua fría siempre, porque aquí es donde el vapor se convierte en licor. El primer trago que sale es contundente Y cuidadito con este líquido patojo, porque este no mira caras. Arrastra a todo aquel que no lo respeta y ni hablés mal de los borrachines porque vos o tus hijos pueden caer en el vicio.
Muchísimos son los que lo beben: unos en público, otros a las escondidas. A otros no les faltarán las ganas, ya sea cusha, güisqui, rones, tequilas. Son incalculables los que prueban el espíritu o la fuerza de Cux Ya´
Eso hacía y decía el tío de Yakanik, enseñando el sistema. Estaban viendo y haciendo, cuando se oyó un fuerte alboroto:
– ¡Manos arriba señores hijos de la tiznada madre!
¡No se muevan cabrones!
¿Cómo que así hacen esta mierda eh?
Hoy si les caímos con las manos sobre la masa malditos.
– ¡Sargento Pérez!
– ¡Si mi comandante!
– ¡Ametralla y vacía la tolva!
– ¿Sobre quién mi comandante?
– Sobre el tonel, recluta, cabrón,
– ¡Como usted ordena mi comandante!
En seguida la tronazón empezó y en un abrir y cerrar de ojos el tonel lleno de fermento estaba hecho un colador. La chicha salía huyendo por los agujeros. El tío, más se preocupaba por la chicha que por el episodio lamentable.
–¡Ahora nos vamos cabrón!
¡Cargá el tonel en la espalda hijo de puta y te lo llevás a Gobernación!
¡Ya vamos! ¡Cusheros desgraciados!
El tío de Yakanik cargó el tonel con algunos litros de chicha aún. Caminó seis kilómetros delante del pelotón de la Guardia de Hacienda. Un día después, estaba de regreso a casa lamentando la pérdida.
¡Son unos malditos!,– decía.
Al otro día, llamó a su sobrino para continuar la charla sobre la cusha.
– Esta es la última vez que me capturan esos desgraciados
– ¿Por qué tío? ¿Ya no vas a hacer cusha?
– No. Ahora coceré en el barranco de ChiPatún y de noche.
– ¿Puedo acompañarte tío?
– No hijo, es lejos y viste, es peligroso. Pero mirá te quería decir que esta agua mijo, Cux Ya´ es demasiado poderosa. Si te das a la bebida, acabas con tu capital, tu salud, tu familia y con tu dignidad. Esta agüita, hasta música tiene. Oílo pues. Le cantó el aguardiente.
Al cabo de algunos años, el tío de Yakanik fue creciendo en el negocio, al extremo de fermentar veinte toneles de chicha de un solo viaje. Y diez cumutz escupían licor por sus bocas al mismo tiempo. Pero la envidia es la envidia. Le pusieron el dedo y una madrugada de mayo, mil policías junto con milicos entraron al paraje y lo rodearon, intentaron capturarlo, pero nel. Como un jaguar saltó por las montañas y barrancos y salió por un pueblo muy lejano llamado Pasaquil. “No le dejan prosperar a uno”, dijo una vez.
El tiempo corre y hace algunos días Yakanik Hic Tuqur, acompañó a su abuelo a una montaña a celebrar un Xuculem. Los pájaros cantaban a viva voz y el olor a broza se sentía fuerte celebrarían el waqxaqi Batz y el ak´ab´al´ se divisaba por sobre la cordillera del oriente a las cinco de la mañana. Cerraron el ciclo de un año que ha pasado y abrieron el otro que apenas comenzaba. El fuego sagrado bailaba al ritmo del viento y de la música, pero algo pasó, quería apagarse. Entonces uno de los Xamanes, de inmediato lanzó Cux ya´ al fuego, y el abuelo fuego saltó, se vino con más fuerza de un color azul.
–Tata ¿xque nab´un?
–nb´un purificar ri aq´
–xtima´ tata
–jun, caí itz´el nojo´ toq´ chupan
–a bueno.
Al cabo de unos minutos invocaron al ru kux de aj maq, llamaron a todos los espíritus de los difuntos y dialogaron con ellos y les sirvieron Kux Ya’. Los difuntos dijeron: que mala onda eran sus descendientes, que ni se recuerdan de ellos, ni les sirven nada, a pesar de que mucho de lo que los vivos son ahora, se deben a sus ancestros. Más de algún difunto comunicó y ordenó que los patojos fueran a limpiar, cuidar y cultivar la tierra, porque está completamente abandonada. Que ellos no están muertos, están vivos en otras dimensiones.
Sirvieron, Kux Ya’, el sagrado licor a todos los asistentes, incluso a los niños les dieron con el dedo. Luego lo ofrendaron nuevamente al fuego sagrado. El fuego se movía en remolinos de un lado para otro.
Luego llegó el turno a Jun Keme´, en seguida sus doce hermanos llegaron. Los Aj Qij saludaron a los espíritus de la transformación de la materia. Los Tatas les suplicaron que cuando vayan a venir a traerlo a uno, que por favor avisen un poco antes, para estar preparados y darles la más cordial bienvenida.
– Descansen y tengan su licor keme, le hablaban.
Le rociaron Kux Ya’ al fuego. Este saltó, se convirtió de un amarillo intenso a un azul momentáneo. En el fondo, sí se mira al fuego sin parpadear, se verán los Kemes danzando, transformando la materia.
–Por favor avísenos cual será el futuro del Tema Laguá, danos una señal, abuelo keme´ le suplicaban.
Les dieron más Cux Ya´, y en seguida se escuchó, se vio algo…verdaderamente… asombroso…
Presentación
Nuestra edición de hoy es especial. Decidimos darle la palabra al escritor Marcial Díaz Sukuk, quien, desde sus amplios conocimientos de la cultura cakchiquel, nos habla de las bondades (y peligros) de la cusha. Como se sabe, en torno a la bebida hay una serie de relatos que traslucen el valor de un agua espirituosa -si así se le puede llamar- cuyo contenido es apreciado por quienes la conocen y la producen.
Así lo dice el también periodista de San Martín Jilotepeque en su artículo:
“Yakanik Hic había descubierto desde muy tempranito que esa agüita era medio mágica. Uno, porque su padre, hombre estricto y duro, era más buena onda cuando tragaba un poco de Kux Ya´. Dos, porque su madre lo usaba con su hermanito cuando su cuerpecito era una braza ardiente y lloraba o lloraba descorazonadamente, entonces su mami, rapidito lo bañaba con esa agüita y el niño lueguito se echaba a dormir”.
El texto de Díaz Sukuk nos conecta con un universo cultural que enriquece al mostrarnos un saber diferente. Nos abre a otro mundo en nuestro propio país para disfrutar de sensibilidades distintas. Sin duda es un relato que los lectores sabrán apreciar y valorar en su aproximación.
El Suplemento Cultural ofrece, además, las contribuciones de Fernando Mollinedo, Juan Fernando Girón Solares, René Arturo Villegas Lara y Miguel Flores. Cada uno, desde sus propios saberes, intereses y paladar literario, reflexionan o crean para compartir con usted sus particulares cavilaciones y, a veces también, para generar debate. Por ello, deseamos que disfrute la lectura y siga con nosotros en el esfuerzo de construir un mejor país.