Palabrota

Contigo me apetece un para siempre. Y sí, aunque palabrota, contigo quiero esa suerte de imposible.

Te explicaré los términos de mi deseo para que dimensiones su infinito. El para siempre se inscribe en los límites de la fragilidad de la vida. Se extiende en el horizonte de lo posible. Así, “te quiero para siempre”, significa aquí y ahora.

Amarte para siempre, que tiene un rango superior y se ajusta más a mis sentimientos, es mi deseo expreso de viajar contigo en el tiempo. Situarme en el espacio donde la constante eres tú sin que importen las contingencias.

Para siempre es un concepto, aunque también un anhelo. Quiere decir mucho en el universo donde no caben absolutos y lo eterno es una locura. Significa quemar naves, aferrarse a lo inestable y tentar el destino.

Sí, es una palabrota, pero contigo se me antoja un para siempre.

Esos días

¿Que cómo son mis mañanas? ¿Hurgas el tiempo? ¿Quieres conocer el albor de mis días? Pues bien, deja que te lo cuente.

Digamos sin rubor que al abrir mis ojos y desperezarse de la morriña mañanera, siento todavía la sangre concentrada en mi cuerpo de una noche de sobresaltos por ti.

Distendido cobro conciencia de la paradoja. En ausencia estabas conmigo, anidada en mi piel, recorriendo mis venas, invadiendo los espacios de tu propiedad con esa liberalidad siempre tuya.

Pienso en lo mucho que te amo y solo así empieza mi día: feliz, creyéndote despierta, conjurando conmigo contra la puta distancia. Con la persistencia del deseo, la voluntad del amor y el entusiasmo de la imaginación.

Inscribir mis días en ti, acaso sea lo mejor que me ha pasado. Digamos desde hace varios años.

Deseos

Yo quería para ti lo que un enamorado quiere y a veces no sabe expresar.

Caminar contigo entre las nubes, sirviéndonos del universo para flotar. Todo, según la altura de mis deseos.

Hacernos a la mar y gustar su inmensidad, según la extensión de mis deseos.

Perderme en tu cuerpo, recorrerlo, hacerlo fecundo, siempre, no lo olvides, conforme al infinito de mis deseos.

Artículo anteriorRulfo, el fotógrafo
Artículo siguienteTARDE DE DOMINGO