Catalina Barrios y Barrios
Escritora e investigadora

El Diario se inició en 1880. Por su medio se conocen datos de la vida y obra de Rubén Darío. Se sabe que en Nicaragua (su patria) se le llamaba El Poeta Niño. Viajó a Chile para estudiar literatura. Conquistó fama rápidamente en Costa Rica. El diario publicó su poema ¿Quién vencerá? el 16 de febrero de 1884. El 30 de junio de 1890, llegó a Guatemala procedente de El Salvador. El Diario le publicó La Historia Negra con el seudónimo Tácito. Con el título de Medallones escribió una serie de sonetos, uno de ellos dedicado a José Joaquín Palma, quien en respuesta dijo que el poeta de Nicaragua sería muy laureado en el futuro.

En agosto de 1890 se comenta su libro A. De Gilbert, publicado en El Salvador, dedicado al joven escritor chileno Pedro Balmaceda Toro. El 31 de octubre se publican sus cuentos nuevos. El 29 de noviembre de 1890 se anuncia su periódico El Correo de la Tarde (se cerró en junio de 1891), donde colaboró Enrique Gómez Carrillo. En agosto de 1891, Darío viajó hacia Costa Rica con la intención de trasladarse a Nueva York. El Obrero (1891) saluda a la esposa de Rubén Darío y la invita a publicar en el periódico por ser ella una distinguida escritora.

El Diario de Centro América contiene textos especialmente en verso, varios en el álbum de algunas damas. El diario reconoció la obra de José Milla y la de José Batres Montúfar. Igualmente se referían a Irisarri, Diéguez y Juan Fermín Aycinena. Salvador Barrutia, se dice, terminó El Relox de Batres Montúfar.

El Diario proporciona espacio a mujeres escritoras como Rosa Barreto (se desconoce su nacionalidad) quien publicó fábulas (1882). Daniela, seudónimo de una poetisa guatemalteca (no se conoce su nombre) publicó en 1884. Elisa C. de Chávez (se desconoce su nacionalidad) le dedicó poemas a Carmen Laso Garrido.

Domingo Estrada usaba el seudónimo Julios, era poeta y traductor (1883), firmó también en las iniciales D.E. cónsul de Guatemala en San Francisco California, tradujo Las Campanas de Edgar A. Poe. José Flamenco escribió en 1885. El Cautivo era el seudónimo de Desiderio Fajardo Ortiz. F.E. Galindo le dedicó un poema a la Alta Verapaz. Una décima es firmada por Adela García Granados. José María García Salas organizó el Parnaso Centroamericano. Enrique Gómez Carrillo, residente en París, enviaba crónicas parisienses, algunas de ellas las firmó con el seudónimo Ariel. Comentó obras de autores franceses e informó de su relación con los intelectuales europeos. Como ya se dijo, colaboró con El Correo de la Tarde de Rubén Darío. Su nombre aparece en los últimos años del siglo XIX.

José María García Salas editó el Álbum Literario, con fábulas de García Goyena. Eduardo Hall tradujo Tomás Moro en 1884. Francisco Lainfiesta solicitó el manuscrito de Bernal Díaz del Castillo que se encontraba en el archivo del Ministerio de Instrucción Pública. Se proporcionó para su divulgación. Se editó con prólogo de Valero Pujol.

La academia francesa confirió un premio a D.J.M. de Heredia, cubano y miembro de la municipalidad de París, por su traducción al francés de la obra de Bernal. Otras señoras dieron a conocer sus poemas, ellas son Jesús Laparra, Vicenta Laparra de la Cerda y Julia Pérez de Oca (no se conoce su nacionalidad), igualmente lo hicieron Dolores Montenegro de Torrens, Sara María G.S. de Moreno y Natalia Górriz de Morales.

José Martí, cubano, vivió en Guatemala, era encargado de la parte literaria del periódico La América, en Nueva York, editado por E. Valiente y Co. (1883). J.J. Palma, también cubano, publicó poemas y comentarios en El Diario. Se informa de su viaje a Kingston, Jamaica, donde residió con su familia. Residió también en Honduras. Director de la Biblioteca Nacional de Guatemala. En 1889 falleció su esposa, le quedaron cuatro hijos.

Otros autores mencionados en el Diario de Centro América son Rafael Spínola, Máximo Soto Hall, Ramón A. Salazar, Buenaventura Saravia, Manuel Valle y Miguel Ángel Urrutia. Se incluyen textos de Gaspar Núñez de Arce, Víctor Hugo, Eusebio Blasco, Heine, Campoamor, Ricardo Palma, Manuel Gutiérrez Nájera, Ana Dolores Arias (salvadoreña), Amala Denis (colombina), Gonzalo Picón Febres (de Venezuela) y traducciones de algunos poetas franceses.

En otros periódicos del siglo XIX se repiten nombres y textos, como epigramas, sonetos sin firma o fábulas de García Goyena. El Instituto Nacional (1882) publicó La Tentativa del León y el éxito de su empresa de Fray Matías de Córdova. La Nueva Generación (sic) informa que para José Vicente Martínez La Tentativa era una joya literaria. Según El Eco de Centro América (1888) se discutía si en verdad había literatura hispanoamericana. La Bandera Nacional (1889) dijo que Rubén Darío viajó hacia Europa como corresponsal de La Nación de Buenos Aires.

Por su parte, El Cronista (1889) indica que Darío dio al público la edición de Azul, corregida y aumentada. José Tible comenta el libro Azul. En El Cronista se producían polémicas respecto de la vida y obra de Gómez Carrillo. La Escuela de Derecho (1890) menciona Tiempo Viejo, Stella y traducciones del alemán por Ramón A. Salazar. Se comenta Edmundo de José A. Beteta. Se conocen documentos históricos de la Universidad de Guatemala.

La República (1891) es otro periódico importante del siglo XIX, donde se sirve un largo párrafo referente a Rubén Darío, se dice que fue a Nueva York, donde pensaba radicarse (1891). En 1893 se sabe de su matrimonio con Rosario Murillo, en ceremonia privada. Rubén fue nombrado cónsul de Colombia en Buenos Aires. En Panamá, se aseguraba que Darío solamente conocía el color azul. Ya se divulgaba su obra Las Lágrimas del centauro y otros textos.

La República da a conocer La Penitenciaría de Ismael Cerna, también autor de Vender la Pluma. El Pueblo incluye su poema en la Cárcel. Y se comenta La Tomasiada. En El Partido Liberal escribía Rosendo Santa Cruz.

El Mensajero de Centro América (1894) informa de la sociedad de escritores y artistas, con el fin de contribuir al mejoramiento de las letras en el país. Ramón A. Salazar era uno de los promotores, quien en 1896 decía “pocas o ningunas firmas de nuestros literatos figuran en los diarios, y se preguntaba ¿faltan por desgracia escritores en nuestro país? O el periódico les ha cerrado las puertas”.

Artículo anteriorGedeón comparte su atol
Artículo siguienteEscribir