Por Simon Kremer
Riad
Agencia (dpa)

En la fachada hay ni timbre ni número. La casa rodeada de altos muros se encuentra en Riad, la capital de Arabia Saudí. Una puerta metálica bloquea el paso hacia el patio interior donde se erigen esculturas e instalaciones que revelan el carácter peculiar de la casona. Una mezquita construida con alambre arroja luces de color rosa y verde neón que iluminan la calle al otro lado del muro.

Las habitaciones de la casa rebosan de libros, dibujos y bocetos. El artista saudí Abdulnasser Gharem, por cuyas obras se llegan a pagar hasta cientos de miles de dólares, se encuentra en medio de este caos ordenado.

Gharem es considerado uno de los artistas contemporáneos más importantes de Arabia Saudí y la región del Golfo. En 2011, una de sus obras fue subastada por Christie’s en Dubai por 842 mil dólares, permitiéndole al artista el salto a la fama. El dinero fue utilizado para la formación de jóvenes artistas saudíes, dice Gharem.

Detrás de Gharem cuelga un cuadro de gran formato con un avión de combate rodeado de ornamentos florales árabes. Gharem, que sirvió casi 25 años como oficial en el ejército saudí, hace los lienzos a partir de sellos para emitir visas, instrumentos de control del poder y la burocracia, como él los llama.

El artista corta las letras de miles de placas de texto y las vuelve a ensamblar en enormes lienzos que luego estampa con imágenes nuevas. El mensaje: una crítica al rígido sistema de migración de su país.

Hace cinco años, este artista de 45 años fundó su «Gharem Studio», en una casa con un patio y varios talleres. Quería crear un lugar para artistas jóvenes con ideas pero sin posibilidades ni infraestructura para ponerlas en práctica. Día a día se alternan aquí los músicos con los pintores o los diseñadores de moda.

En Arabia Saudí soplan vientos de cambio. En el marco de su ambiciosa «Visión 2030», el joven príncipe heredero Mohammed bin Salman quiere reconstruir tanto la economía como la sociedad del país. No se trata sólo de hacer que el reino ultraconservador dependa menos del petróleo, sino también de impulsar su apertura. La presión social es grande: el 70 por ciento de la población tiene menos de 35 años.

La casa real quiere ofrecerle a sus jóvenes nuevas oportunidades y anunció que en los próximos años invertirá 64 mil millones de dólares en arte y entretenimiento. El año pasado, Arabia Saudí reabrió los cines 35 años después de su prohibición.

Un instituto de arte fundado recientemente por la Fundación «Misk», perteneciente al príncipe heredero, quiere ofrecer a los jóvenes artistas una plataforma de intercambio y apoyarlos con becas, formación y cientos de programas. Hasta ahora han surgido pequeñas escenas artísticas solo en la ciudad más liberal de Yeda, en el Mar Rojo, o en pequeñas colectividades como la de Abdulasser Gharem.

El gobierno hizo intentos para integrar a Gharem en el desarrollo de la escena artística en Arabia Saudí. Éste se negó. «No soy un provocador», dice. «Pero quiero ser independiente». Sin embargo, Gharem cree que el instituto de arte real puede ser una buena oportunidad, especialmente para los artistas jóvenes.

Gharem sopesa sus pensamientos y opiniones cuidadosamente. El artista ve muchos aspectos positivos en la visión del príncipe heredero y puede entender por qué los jóvenes del país apoyan al monarca, que ha sido objeto de duras críticas internacionales tras el asesinato del periodista saudí Jamal Khashoggi. «Pero lo que me molesta es ese nacionalismo emergente». Cuantas más críticas vienen de afuera, más se cierran las filas adentro, explica el artista.

Como si de un mentor se tratara, Shaweesh ha interiorizado la comprensión del arte que tiene Abdulnasser Gharem: «Un artista que ha estado en prisión quiere ser un héroe», dice. «Pero, ¿y luego qué? En estos días tienes que decidir si quieres ser un héroe o tener influencia a largo plazo».

Gharem se ha decidido: Con su estudio de artistas y los cursos que ofrece a los jóvenes quiere tener una influencia a largo plazo en el desarrollo de la sociedad saudí. Lo que quiere, sobre todo, es ofrecer una alternativa a las ideas radicales y conservadoras, y que la gente comience a pensar por sí misma.

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