La carta de Susette Gontard a Friedrich Hölderlin es una de las pocas que se conservan de ella, cuya huella está presente a todo lo largo y ancho de las mejores de las obras de Hölderlin, del que, sin embargo, no se conserva ninguna. Su obligado distanciamiento tuvo, como ya sabemos, efectos devastadores para ambos. Apenas dos años después de haber escrito esta carta, Sussette murió, y el poeta inició un rápido camino hacia la locura; mitificó a su amada como una moderna Diótima, sacerdotisa y maestra del amor, en muchos de sus poemas y en no pocas de las vicisitudes de su Hiperión. Los siglos han pasado, pero este modo de amar, tan característico del romanticismo, nos sigue doliendo todavía…
Johann Christian Friedrich Hölderlin (Lauffen-am-Neckar, 20 de marzo de 1770 – Tubinga, 7 de junio de 1843). Uno de los más grandes poetas líricos alemanes, cuya obra tiende un puente entre las escuelas clásica y romántica. Su poesía, olvidada muchos años, fue redescubierta al principio del siglo XX.
Estudió teología en la Universidad de Tubinga, pero decidió no seguir la carrera eclesiástica. El poeta alemán Friedrich von Schiller publicó algunos de los primeros versos de Hölderlin en sus periódicos y obtuvo también para él diversos puestos de tutor. Después de un incidente amoroso con la mujer de su mecenas, Susette Gontard, la figura de Diótima en sus poemas y en su novela Hyperion (1797-1799), pasó dos años en Hamburgo donde empezó a desarrollar su característico estilo poético. Después de otro período como tutor, Hölderlin sufrió en 1802 el primero de los episodios de la enfermedad mental que iba a afligirle hasta su muerte. En 1807, tras algún tiempo en una institución de Tubinga, fue puesto a cargo de un maestro carpintero local llamado Zimmer. Hölderlin pasó el resto de su vida con Zimmer.
Tomado del sitio digital
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“Entonces me asaltó el deseo de elevar, por medio de palabras escritas para ti, un monumento que fuera imborrable, y que el tiempo, que todo lo cambia, preservase inalterado”.
“Ayer tuve que pensar mucho sobre la pasión, la pasión del más excelso amor no puede seguramente encontrar nunca satisfacción sobre esta Tierra. ¡Siéntelo conmigo! Buscarla sería una locura…. ¡Morir juntos!… Pero, silencio, suena a desvarío, y sin embargo es tan cierto…: es esa satisfacción”.
“Pero tenemos deberes sagrados con este mundo. No nos queda otra cosa fuera de la más dichosa fe mutua y la creencia en la todopoderosa esencia del amor, que nos guiará invisiblemente toda la eternidad y nos unirá más y más”.
“…la fe en el amor nos tiene que hacer respetar lo inexplicable”.
“El mes que viene volverás probablemente a intentarlo; tal vez puedes enterarte entonces por Hegel de si estoy sola de nuevo”.
“Leyendo me he dado cuenta que tú también denominas a tu querido Hiperión novela cuando yo siempre lo he visto como un bello poema”.
“…si llegases a introducirte en alguna vía que te diese fama y fuese útil para el mundo, todas mis lágrimas por ti se convertirían en lágrimas de alegría…”.
“¿Vendrás? Sin ti el lugar entero está mudo y vacío. ¡Y tengo tanto miedo!: ¿cómo podré volver a encerrar dentro de mi pecho los sentimientos que palpitan en él con tanta fuerza por tu causa? ¡Si no llegaras a venir!…¡Y si vienes!; también es difícil mantener el equilibrio y no sentir con excesiva viveza. Prométeme que no regresarás más y que te volverás a marchar de aquí con calma, porque si no sé esto, la enorme tensión y la intranquilidad me mantendrán hasta la madrugada a la ventana, y finalmente no nos queda otro remedio que apaciguarnos de nuevo. Por lo tanto, deja que sigamos nuestros caminos con confianza y que nos sigamos sintiendo felices en medio de nuestro dolor y deseemos que éste permanezca con nosotros mucho tiempo, porque en él sentimos con plena fuerza y nobleza. ¡Adiós! ¡Adiós! Te doy mi bendición”.