Miguel Flores

Guatemala pasa por uno de sus peores momentos. Lo que se conoce como el mundo del arte será uno de los primeros afectados por la inestabilidad política. Aunque se trate de mantener el ánimo, la economía tiene un efecto directo sobre los creadores y las frágiles instituciones que sostienen una visión ilusoria de pujanza del medio.

El balance de lo que fue el 2018 deja sinsabores. Un Ministerio de Cultura que en tantos años no ha podido asumir el liderazgo en materia de arte, ante la falta de un presupuesto y por decantarse mayormente por actividades que resultan una mezcla de recreación con arte mediocre. Al revisar sus memorias de labores y su sitio web puede verse la visión con una antropológica alejada de la estética. Unidades como el Centro de Restauración de Bienes Muebles, o la Editorial Cultura, o los responsables del patrimonio arqueológico, bajo manos de profesionales en sus respectivos campos mantienen una excelente labor, que deberían ser tratados como las joyas de la corona. Es increíble que desde su primer Ministro esa institución no ha logrado el liderazgo que en su momento tuvo una humilde Dirección General de Cultura y Bellas Artes, adscrita al Ministerio de Educación.

El Aporte para la Descentralización Cultural (ADESCA), a pesar de que cada vez le limitan los fondos asignados, es una unidad eficiente que con el poco dinero ha logrado la ejecución de muchos proyectos que han dado vida cultural a la Guatemala profunda. Si se tuviera una visión para la cultura por parte de sus dirigentes deberían procurar el crecimiento de este pequeño fondo con el que se ha hecho mucho con poco.

En el sector privado del arte, la punta de lanza son las galerías de arte con una actividad periódica, ahora con menos recepciones y con más estrategias de venta que obnubilan. Subastas benéficas que han tratado de apoyar el canon del arte contemporáneo, que ahora retroceden a un arte más facilón que pueda vender a un público desinformado, lo que beneficia un arte repetitivo de tendencias y mustio, poco elocuente con su tiempo. Muchas instituciones siguen apostando por la obra de arte como forma de financiamiento por lo que se verían más subastas de las que ya existen.

De los centros culturales binacionales, el IGA vive un letargo del que aspira salir, pero que las fuerzas entre ser colegio que produzca fondos o apostarle al arte y la cultura, lo tienen inmóvil en los temas de arte. Cuánto podrían aportar al arte local. Fue la llegada de directores generales guatemaltecos los que se olvidaron del balance entre educación (inglés y formación secundaria) y cultura. Transmitir por satélite las óperas de MET, es un pobre aporte al país, se queda en unos pocos. La Alianza Francesa y el Centro Cultural de España son los únicos oasis en que los creadores podrían acudir, tienen espacios de exhibición e infraestructura para realizar la labor cultural, acorde a sus posibilidades.

Otro actor del campo cultural son las fundaciones, que se han convertido en activistas culturales más que en instituciones que promuevan con sus fondos la actividad creativa o formativa de los ciudadanos. Se han convertido, la mayoría, en competencia de las galerías de arte y vitrinas de exhibición de supuesto glamour del arte. Es triste ver una bienal cada vez más restringida de participación, donde el ganador, simbólica y económicamente es el curador extranjero. Del Festival en Arte en Antigua que llegó a tener más de 200 actividades en 15 días, está muerto.

Dos imágenes de Diego de Velázquez van a tono con los actuales momentos, La “Saturno devorando a su hijo”, es una metáfora de lo que los políticos y malos guatemaltecos hacen al país. Por su parte, el “Descanso de Marte”, parece una alegoría a los trabajadores de la cultura. Escribir de arte es banal ante la debacle del país, pero hay gente necia, como quien escribe.

Artículo anteriorAstro de próxima precuela de «Los Soprano» revela detalles
Artículo siguienteA ENCENDER EL FUEGO