Maco Luna
Escritor
Díganle a Beethoven, escuché en las oficinas de La Bodeguita del Centro. Aquél es buena onda y aceptará conducir el programa, continuó la voz detrás del escritorio. Por mi oficio musical, me intrigó el sobrenombre del personaje. Y cabal, como había presumido la gerencia, Beethoven aceptó.
Esa noche se presentaría un concierto de canto urbano. La actividad era un tributo a la mujer, un 8 de marzo, ocho de la noche. Micrófono en mano se presentó el conductor, vestido impecablemente para la ocasión. Con voz suave y certera, presentó al primer trovador. El programa fue llevado de manera correcta y sobresaliente.
Al final atronadores aplausos acompañaron el descenso de Beethoven. Entonces el escenario quedó vacío y en silencio. La luna y el sol dieron muchas vueltas alrededor de los edificios, el tiempo se sentó. En un rincón a juntar años. La vida y la literatura me situaron junto a Carlos René. Ahí lo conocí y aprecié como el solidario compañero que siempre demostró ser.
Me motivó muchas veces a escribir y publicar mis libros y se pintaba solo para presentarlos. Entre sus muchas cosas buenas le gustaba el rock, admiraba a Bob Dylan. Y fue entrañable amigo de Cracker, cantante del Caballo Loco. Fue tanta su admiración por este que hasta escribió un cuento con el título de Satisfaction dedicado al finado Cracker.
Una tarde de diciembre, en la Biblioteca Nacional moderó el conversatorio de los viejos roqueros y fundó El PEN capítulo Guatemala. Al igual que Beethoven, el músico, Carlos René fue el Romántico de la literatura y el rock en Guatemala.