Berlín
Agencia (dpa)
La famosa Isla de los Museos de Berlín presentó hoy finalmente su nuevo edificio diseñado por el arquitecto estrella David Chipperfield y que servirá como centro de visitantes.
«El guardarropa más caro del mundo», como conocen los berlineses al nuevo edificio, vio por fin la luz tras interminables obras. La James Simon Gallery, que el año próximo se hará cargo de las tareas de recepción de visitantes de los cinco edificios de la Isla de los Museos, se ha convertido en una increíble tarjeta de presentación para Berlín: clara y transparente, abierta y atractiva.
La secretaria de Estado de Cultura, Monika Grütters, elogió el edificio como una «entrada arquitectónicamente contundente». Y Michael Eissenhauer, que como director general de los museos estatales de Berlín fue el encargado de recibir hoy las llaves, habla incluso de un «regalo del cielo».
La galería, con una superficie útil de 4 mil 600 metros cuadrados, se levanta sobre un pedestal de piedra elevado, directamente en la orilla del canal del río Spree. Una esbelta hilera de columnatas, que recoge de forma moderna la arquitectura de la isla, domina el edificio en dirección al agua. Entre este edificio y el Neues Museum, la obra maestra de Chipperfield, una amplia escalera abierta conduce al luminoso vestíbulo.
A partir de aquí, se abren varios niveles con una zona para comprar entradas y un guardarropa, cafetería y librería, una gran sala de exposiciones con techo de luz artificial y un espectacular auditorio.
Se espera que un total de dos a tres millones de visitantes al año obtengan todo lo que necesitan aquí. Asimismo, existen planes futuros para poder conectar en algún momento todos los museos bajo tierra, un sueño que se cumplirá en el mejor de los casos en la década de 2030.
«La Galería James Simon amplía el espacio público en el interior de la Isla de los Museos e invita a los visitantes a dar un paseo», declaró Alexander Schwarz, socio y director de diseño del estudio de arquitectura de Chipperfield.
Para hacerlo realidad, los buceadores tuvieron que clavar 1,200 pilotos en el suelo fangoso para asegurar los cimientos del edificio. Los costes pasaron de 71 millones de euros presupuestados al principio hasta los 134 millones de euros de un proyecto con el que se puso manos a la obra Chipperfield ya en 1994, tras ganar un concurso.