Juan José Narciso Chúa
Escritor y columnista

La vida es un continuum, constituye un perraje o un mantel que incluye distintos caracteres que tienen un principio, pero su fin es infinito, es inconmensurable, es una agregación de hechos que ocurren a lo largo de nuestra existencia, pero que nos entretejen con diferentes personas, nos engarzan las vidas de otras; nos enseñan a que muchos no tienen y nosotros tenemos –aunque poco-, suficiente para sobrevivir.

La existencia de todos es una suma de hechos, algunos pequeños, otros trascendentes, algunos insignificantes, otros maravillosos; algunos que se olvidan, otros que permanecen para siempre, la vida está llena de sentimientos, esos estados del ánimo que te provocan risa, te conducen a la alegría, te generan tristeza y a veces también, te llevan al llanto. Pero el sentimiento más grande es el amor, ese en el cual confluyen todos los anteriores y muestran diferentes facetas de vida para todos.

Justamente, estos días, que los sentimientos convergen en uno sólo, esta época que provoca estar en bien con todos, estos momentos que son pequeños pero grandes en profundidad, no son más que espacios para aprovecharse de estos momentos, de estos sentimientos, de estos días.

En estos días, uno quisiera solo profesar amor, uno quisiera ser solidario con todo el mundo, uno desearía poder ayudar a amigos, o conocidos o bien desconocidos, para que ese sentimiento que prevalece en estos días, pueda transmitirse, como si fuera electricidad, como si fuera energía, como si fuera risa, como si fuera llanto, para que todos inflaran sus pechos, llenaran sus corazones, alinearan sus sentidos en un momento tan corto, pero tan lindo como son estos días.

En estos días, uno debe de absorber todo lo positivo del día; uno debe sentirse satisfecho de lo poco que tiene, en tanto poseer es una enorme ventaja contra otros que tienen nada; en estos días uno debe repensar actuaciones, pero no para recriminarse, sino para evitar actuar de esa misma manera, uno debe sentirse dichoso de vivir, uno debe ser feliz de poder estar con los suyos, uno debe reproducir felicidad ante todo, para que todos se contagien de ese feliz sentimiento.

En estos días, la reflexión es permanente, la alusión al nacimiento del Niño Dios, es imprescindible, puesto que esa es la sustancia de estos días, una celebración de un natalicio, el advenimiento de un hombre que con sus acciones, posiciones y reflexiones cambió la humanidad. Así debemos sentirnos en estos días, como auténticos apostolados de un mensaje de paz, como portadores de luz en las tinieblas, como bocanadas de oxígeno en la angustia, como prendas que provean calidez en el frío.

Todos debemos ser distintos en estos días, ojalá que no sólo fueran estos días, sino todos los días, pero tal vez este pensamiento nos lleva a intentar alargar un sentimiento tan dulce, tan caluroso, tan emotivo que pretende cambiar el derrotero de la humanidad, una búsqueda incesante por cambiar nuestra realidad. Dejemos en nuestro andar abrazos entrañables, saludos cariñosos, besos amorosos, sentimientos de paz. Que mejor legado para estos días…

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