Adolfo Mazariegos
Escritor y Columnista de La Hora

Aún no era invierno, pero lloviznaba. La noche había dejado caer su manto oscuro y pesado sobre la ciudad que empezaba esa suerte de cuenta regresiva de cada día. En las cercanías del parque, un ladrón esperaba a que Natalia saliera de la pastelería en donde había entrado minutos antes.

1
Estaba por pagar el pastel que había ofrecido al niño del metro, el niño aquél con quien conversaba cada noche mientras esperaba la llegada de su tren a casa.
“Mañana es mi cumpleaños”, le había contado el niño. Y ella, sin pensárselo dos veces, ofreció obsequiarle un pastel para que festejara con su familia el onomástico. El chico, sorprendido, sonrió al escuchar el ofrecimiento. Y una chispa de emoción brilló en el claro café de sus párvulas pupilas ya cansadas por la jornada.

2
Natalia pagó y salió presurosa de la pastelería. Atravesó el parque rumbo a la estación cuidándose de no botar la caja con el pastel y esperando que el niño no se hubiera ya marchado porque se había hecho tarde. El trabajo en la oficina, ese día, se había extendido un poco más de lo habitual.
De pronto, aquel desconocido que la observaba desde la penumbra le salió al paso. Le ordenó que no se resistiera, que le entregara todas sus pertenencias de valor y que no pensara en gritar o correr. Bajo el marrón descolorido de la raída gabardina, le enseñó la nueve milímetros que llevaba consigo en la cintura.
“Apúrese, no tengo toda la noche”, reclamó, impaciente.
Natalia le entregó el bolso y el móvil, mientras pasaba de una mano a otra la caja con el pastel.

3
El ladrón que asaltó a Natalia finalmente volvió a casa unas horas después. Su hijo, aún despierto, lo recibió emocionado: “¡Papá, papá, te estaba esperando! ¿Quieres probar el pastel que me han obsequiado hoy por mi cumpleaños?”, preguntó, con una maravillosa sonrisa infantil en el rostro.
El hombre, incrédulo, se sintió mareado. Y tuvo que reclinarse en la pared un segundo… Reconoció, de inmediato, la caja que su víctima había pasado de una mano a otra mientras le entregaba las pertenencias que ahora él llevaba en los bolsillos.

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