Por Kathrin Löffler, Michael Donhauser y Cornelia Neumeyer
Dublín/Washington
Agencia (dpa)

Halloween ya está aquí. En breve, unos volverán a rebuscar eufóricos qué ponerse por las tiendas de disfraces, mientras que otros se recluirán en sus casas.

Para muchos, esta fiesta es un producto más de Estados Unidos, pero otros no se cansan de celebrarla. ¿Cómo surgió en realidad esta costumbre? Muchos creen que Halloween viene de Estados Unidos pero no es cierto.

«Halloween era una de las cuatro fiestas celtas más importantes», explica Michelle Dunne, historiadora en la Universidad Ciudad de Dublín, que también investiga sobre el folklore irlandés. «Samhain», como se llama en irlandés, se remonta a hace más de 2 mil años y marcaba el comienzo del invierno el 1 de noviembre.

Entonces se creía que la víspera de la fiesta los espíritus vagaban por la tierra porque la frontera hacia el reino de los muertos se difuminaba esa noche. «Antes de irse a la cama, se encendía un fuego en la cocina y se preparaba comida para los antepasados por si regresaban», cuenta Dunne. Por eso, Halloween se sigue celebrando el 31 de octubre. El nombre se creó a partir de la denominación inglesa de la noche de Todos los Santos: «all hallow’s eve».

Inmigrantes irlandeses introdujeron la costumbre a finales del siglo XIX en Estados Unidos, desde donde más tarde acabó exportándose de vuelta a Europa. En Estados Unidos, Halloween es sobre todo una fiesta en la que se juntan familiares y vecinos. Los niños recorren las casas disfrazados y los edificios suelen estar decorados con calabazas y telas de araña.

Además de los dulces para los niños, los padres suelen tomarse un vaso de vino o una salchicha con sus vecinos. Y es que en Estados Unidos Halloween es también una ocasión para confraternizar con el vecindario.

La mayor fiesta de Halloween en Europa se celebra desde hace más de 30 años en Derry, en Irlanda del norte. Elizabeth Cunningham, organizadora del festival, espera este año más de 100 mil visitantes. En una ciudad con tan sólo 85 mil habitantes, esto requiere «planificación, planificación y más planificación», señala. La gente viene de todo el mundo y más de 600 personas ayudan a poner en marcha los conciertos, el desfile y los fuegos artificiales.

Y eso que empezó en 1985 como un proyecto muy pequeño: durante las protestas en Irlanda del Norte, un pub organizó una fiesta de disfraces el día de Halloween. «Querían distraerse y pensar en otras cosas», cuenta Cunningham. Unas 50 personas acudieron aquella noche al «Doherty’s Bar» pero de pronto llegó una amenaza de bomba. «El pub fue evacuado y la gente siguió celebrando en la calle. Así surgió el festival.» Halloween acercó a la población en Derry, señala Cunningham.

Sheer nació en Estados Unidos e investiga en la Universidad de Tubinga (Alemania) sobre la diversidad cultural. Desde la década de 1990 observa cómo Halloween ha ido ganando peso, aunque cree que las circunstancias espaciales y sociales han impedido que la fiesta tenga la misma importancia que al otro lado del Atlántico. «En Estados Unidos, Halloween se celebra en barrios con casas unifamiliares en los que los niños van de puerta a puerta», pero la mayoría de las familias europeas no viven así.

Scheer también dice que en Europa a los fans de Halloween les importa sobre todo lograr que la ropa y la decoración tengan un aspecto monstruoso. En cambio, en Estados Unidos el lema es «sobre todo disfrazarse». Allí, Halloween sustituye de alguna manera el carnaval, asegura.

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