Gustavo Sánchez Zepeda
Escritor

Consideran una gran hazaña si, en sus discursos en latín, pueden engarzar unas palabrejas griegas sin venir a cuento como piezas de mosaico. Supongo que lo que pretenden es que los que las entienden se complazcan más en ellas y los que no, queden embobados por el hecho de no entenderlas.
Erasmo de Rotterdam

Es un columnista de prestigio que se relaciona con lo mejor de los escritores nacionales. Se ha hecho a pulso, pasando a través de quien está en su camino. Minero de palabras, No tienen idea de lo que me sirve. Por supuesto que sería mejor una edición reciente pero esos pendejos ya no la hacen. su veta favorita es el pequeño Larousse ilustrado a colores del último año que se publicó en forma de libro. A partir Es bueno pero podría superarse. Por supuesto que lo prefiero a la viejera en blanco y negro que encontré en los cachivaches de mamá. de ese hallazgo en libros de viejo, el éxito y el dinero habían llegado. No llegabas al periódico. Oficina en la zona viva. Muebles italianos. Sillón de cuero. Escritorio y libreros de caoba. Piso de rosul. Y tu casa en la cañada. Sí, lo tenías todo.

Hubo un primer diccionario que le sirvió para entender los conceptos utilizados por los periodistas Por supuesto que son mulas y no saben explotar la profesión. que antes admiró y ahora desprecia. Pero esta última edición impresa tiene una enorme cantidad de palabras y acepciones, con modismos de América Latina y España, anglicismos, galicismos y neologismos de uso corriente; también hay homónimos, Amo este bello afilador de verduguillos. antónimos y sinónimos. Fui tu pequeño secreto. Me mantenías escondido. Fuera de la mirada de tu selecto grupo de visitantes.

Su fórmula es simple ¡quién la imaginara!, dicta el viperino discurso al convertidor de palabras integrado a la tablet, utilizando un lenguaje común con rasgos coloquiales. Después, con ayuda del pequeño gigante, transforma el vulgar texto en erudito, cuidando que el veneno no se pierda. Esto lo hace con estilo poco acorde a la tecnología actual. Abre el Tengo y no uso la versión del Larousse en CD room. Por supuesto que el programa sería mejor pero se limita a buscar la palabra y dar la definición. Son bien bestias. libro y contempla el diccionario página por página, las palabras saltan buscando desovar. Sus ojos, acostumbrados a la pesca rápida, gozan arponeando adjetivos y sustantivos. Al encontrar el concepto exacto, con absoluta precisión lo inserta en el texto inicial, substituyendo las intranscendentes palabras Ah… si los tuvieran bien puestos alguno me contestaría. originales por otras inteligibles sólo para la élite. De cuando en cuando acude a la sección de locuciones latinas o, volviendo Por supuesto que no se atreven a enfrentarse al D’Artagnan del idioma y si no les gusta mi estilo es su problema. a la tecnología, selecciona una frase cualquiera y con ayuda del programa de idiomas, la traduce a la lengua que desea; esto con el fin de reafirmar su imagen de políglota. Todo fue artificio. No aportaste nada nuevo. Utilizaste mis palabras perversamente. Tu trabajo me asqueaba.

Hoy es especial, hay un reto que lo tiene contento. Es uno de los que antes admiraba. Nunca lo atacó por ese respeto que se le tiene al ¡Mula! ídolo de antaño, pero ahora comete el error de salir en defensa Por supuesto que ahora sentirá el ácido. de un oscuro escritor al que previamente había destrozado. Empieza a dictar….. Tenías poder. Eras un dios destrozando palabras y personas. Algunos te temían. Nadie te ignoraba.

Despierta tranquilo, le quedan tres horas para enviar el texto por correo electrónico antes del cierre de edición. No necesita más. Tiene el discurso básico y sólo está pendiente ese distinguido toque final. Busca el diccionario, está en blanco, A falta de pan, únicamente vivas ilustraciones le salen al paso. El brazo izquierdo le duele. tortillas. Acude a la vieja edición de su madre y sólo encuentra amarillentas ilustraciones a un color, atropelladamente los dedos Por supuesto que podría presentar un artículo flojo, tengo el prestigio necesario. recorren páginas vacías de palabras. Nada. Va en busca de la enciclopedia Hispánica. Igual. Toma un libro cualquiera Mierda ¿qué pasa? de su bien cuidada biblioteca. Lo mismo. Una sensación de vértigo lo envuelve, se acomoda en el sillón. Busca la pantalla y percibe un rápido movimiento de signos. El brazo izquierdo está dormido. No puede evitar que su cuerpo se deslice hacia el piso. De reojo percibe libreros llenos de palabras. Algunas saltan, todas ríen.

Se quedó con la computadora encendida después de dictar la filípica que la máquina transformaría al instante en palabras. El pequeño Larousse, abierto, descansó a su lado. La señora de la limpieza abrió la puerta. Yo estaba en el escritorio. Me cerró y se lo agradecí. No quería ver más. Encontró polvo y artículos sin terminar. Polvo y dos ojos abiertos. Polvo y un cuerpo rígido.

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