Enán Moreno
escritor y académico guatemalteco

El otorgamiento del Premio Nacional de Literatura al escritor Eduardo Halfon ha sido una grata noticia, porque él reúne lo necesario para recibirlo merecidamente: una obra consistente en la que se manifiesta la búsqueda del propio yo y la calidad del narrador. No era Halfon el candidato que habíamos propuesto este año, de parte del Instituto de Literatura Guatemalteca, para recibir el premio, porque, de acuerdo con nuestro análisis, de entre cuatro escritores considerados idóneos, ordenados según fechas de nacimiento, propusimos al mayor, siguiendo el criterio de que, si bien la calidad y trascendencia de la obra literaria es lo esencial, la edad también es un factor que en estos casos debe ser tomado en cuenta. Halfon figuraba entre nuestros candidatos, y reiteramos nuestra complacencia por su designación. Seguidamente ofrecemos dos breves ensayos acerca de La pirueta y Elocuencias de un tartamudo, obras narrativas del ahora galardonado.

LA PIRUETA DE EDUARDO HALFON (*)

Breve, pero intensa, La pirueta se lee con entusiasmo: tanto como se percibe que el narrador ha puesto al contar la historia de Dudú y su fascinación por un pianista serbio de orígenes gitanos. Halfon muestra en esta novela su don narrativo, plasmado en un estilo que nos parece tan natural, tan espontáneo, como si él simplemente se pusiera a contar.

En relación con el título, este viene –se lee en el libro- de la costumbre gitana de hacer, en ocasiones o circunstancias especiales, una pirueta.

Este libro, que obtuvo el XIV Premio de Novela Corta José María Pereda 2010 (en España), es una de esas novelas en las que la historia vale por la forma o manera cómo se cuenta, poniendo de manifiesto el arte o la capacidad del autor: Dudú y su novia Lía conocen en La Antigua Guatemala a Milan Rakic, pianista serbio a quien al día siguiente oyen en concierto y descubren cómo interpreta muy a su modo las piezas de los grandes maestros. Luego del concierto, van y almuerzan juntos, conversando sobre música y, en un momento dado, Milan confiesa que él es hijo de un acordeonista gitano. Al irse del país, el pianista envía regularmente postales desde lugares distintos, contando historias sobre gitanos. Pero luego de un tiempo de no recibir postales de Milan, Dudú decide inesperadamente viajar a Belgrado con la intención de encontrarlo, a pesar de no saber exactamente por qué: “Aún no sé por qué quería encontrar a Milan Rakic (…). Me sentía seducido, supongo, seducido por su música, seducido por sus postales, seducido por su historia, seducido por los sismos revolucionarios de su espíritu…”.

Esta novela de Halfon -de igual manera que sus cuentos de El boxeador polaco- constituye un puente, un espacio de conocimiento, de comprensión de culturas distintas. Pero más allá de la historia y los aspectos interculturales, La pirueta refuerza la convicción de que Eduardo Halfon es ya uno de los mejores narradores del país. ¿Uno de los mejores? Acaso el mejor.

(*) Halfon, Eduardo. La pirueta. Pretextos, Valencia, y Sophos, Guatemala 2010.

ELOCUENCIAS DE UN TARTAMUDO: UNA LECCIÓN DE NARRATIVA (*)

Lo común, lo normal, es que un narrador quiera contar sus propias historias, pero ¿contar historias de otros? ¿Por qué, para qué? Contar historias ajenas es lo que hace Eduardo Halfon en Elocuencias de un tartamudo. Nos ofrece allí su experiencia de contar historias de otros. Las buscó, las oyó y las escribió, transformando el discurso oral en un discurso literario, gracias a su destreza de narrador. ¿Entusiasmo, experimentación o capricho de Halfon? Las tres cosas, me parece. Lo cierto es que Paul Auster lo puso en el camino de este procedimiento narrativo (lo dice Halfon en su libro) al conducir un programa radiofónico mediante el cual llevó a cabo “El Proyecto Nacional del Cuento”. Auster pedía a los oyentes historias que debían ser “verdaderas y cortas… historias verdaderas que parecieran ficción.” Halfon, por su cuenta, se dedicó, durante 2009, a buscar, a escuchar historias que la gente le iba contando, “historias en apariencia banales, inocuas, pequeñas e insignificantes que cada quien contó a gritos, en susurro o tartamudeando, “pero siempre, cada uno, con su propia elocuencia”. Y de allí el título: Elocuencias de un tartamudo”.

No sé cuántas historias recogió Halfon, pero en su libro nos ofrece veinte. Los títulos están en el índice, para que el lector elija por cuál comenzar. Yo las leí todas, notando que, generalmente, se trataba de historias simples, quizá insignificantes… Pero aquí aparece, entra en juego el arte, la fórmula estética, porque de una pequeña historia tartamudeada por un narrador ya niño, hombre o mujer, Halfon hace una pieza artística, primero convirtiendo al narrador real en un narrador literario, y luego dándole al discurso una composición, una forma estética. Así, si este libro es literatura -arte de la palabra- lo es por el trabajo, por la magia del escritor.

Al conocer el procedimiento seguido en este proyecto narrativo, me interesaría mucho escuchar al menos una de las historias orales y compararla con el texto resultante, quizá para descubrir el secreto, el proceso de transmutación, para revelarlo o quizá intentar aplicarlo con la ilusión de obtener resultados al menos cercanos a los del maestro Halfon.

Leí todas las historias, ya lo dije, pero valoré mayormente tres de ellas: Ausente, La serenidad del brujo y, sobre todo, la titulada Morirse un poco.

De no ser porque fueron buscadas, las historias se hubieran perdido. De no ser porque fueron escritas y transformadas por un artista, las historias no tendrían ningún valor literario. Mediante este libro Eduardo Halfon ofrece una lección, enseña un procedimiento narrativo, para fortuna de quienes le proporcionaron su historia particular y para los escritores en formación… o ya formados.

(*) Eduardo Halfon, Elocuencias de un tartamudo. Pre-textos, Valencia, España. 2012.

PRESENTACIÓN

En medio de nuestras circunstancias particulares, sociales y políticas, la designación del Premio Nacional de Literatura, concedido este año al escritor Eduardo Halfon, no puede sino llenarnos de alegría, al exaltar la obra de un creador cada vez más reconocido más allá de nuestras fronteras.

El comunicado de prensa publicado por el jurado afirmó lo siguiente:   «El criterio para otorgarle a Eduardo Halfon el premio se sustenta en la calidad de sus 16 obras divididas en cinco novelas, nueve libros de cuentos y dos libros de ensayos, así como la aceptación de las mismas en diversos países, lo cual se manifiesta en traducciones al inglés, francés, alemán, portugués, japonés, croata y noruego».

En esta ocasión, presentamos dos breves ensayos sobre las obras de Halfon, La pirueta y Elocuencias de un tartamudo, escritos por el académico universitario, Enán Moreno.  Se trata de una aproximación a la obra de un escritor que aborda en muchos casos el tema de la identidad.  Así lo refiere también Moreno:

“Esta novela de Halfon (La pirueta) -de igual manera que sus cuentos de   El boxeador polaco- constituye un puente, un espacio de conocimiento, de comprensión de culturas distintas”.

Con la edición, queremos invitarlo a la lectura del galardonado, no solo como un reconocimiento a su obra creativa, sino con el deseo de introducirse a los tópicos abordados muchas veces aptos para una hermenéutica de nuestra realidad cultural.  No tenemos duda que la literatura es el pasaje seguro a espacios nuevos de crecimiento personal.

No deje de leer, además, las colaboraciones de Carlos René García Escobar, que es una despedida cariñosa del amigo ausente, Luis Ortiz Archila.  Las propuestas literarias de los escritores Maco Luna y Karla Olascoaga.  Y, finalmente, el ensayo crítico de Miguel Flores.  Siempre es un gusto saludarlo y saberlo interesado de las páginas de diario La Hora. Hasta la próxima.

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