Miguel Flores Castellanos
Doctor en Artes y Letras
Las procesiones, entendido el concepto como esas manifestaciones religiosas de Semana Santa, pero también en rezados, está sufriendo modificaciones, a las que hay que poner atención.
No es estar a favor de lo tradicional como algo incólume, ni aceptar los cambios solo porque hay que actualizarse. Los nuevos materiales como el duroport, o la fibra de vidrio, llegaron para quedarse y un nuevo aporte es la iluminación led, que brinda posibilidades en la creación de efectos dramáticos en las andas.
La estética de las procesiones ha sufrido cambios significativos desde la década de los cincuenta. En los últimos diez años es notorio el referente sevillano en las andas procesionales, en especial en las de la capital. Elementos como candelabros (con bombillos con forma de llama), faroles pentagonales, pináculos, o floreros de apariencia metálica repujada, hacen que cada vez más se observen pocas diferencias con “pasos” sevillanos.
La música de procesiones también ha sufrido alteraciones. El compás de las marchas de cuatro por cuatro, por ejemplo, ha cambiado por otro semejante al de las marchas españolas, muy diferente al guatemalteco. Existen diferencias considerables en la forma de “cargar” entre cucuruchos y costalero(a)s. La presencia en Guatemala del músico italiano Antonio Oddo ha dejado huella.
Otro aspecto que ha cambiado es el ropaje de las imágenes. Ahora hace presencia el brocado, en sustitución del bordado. La idea de lujo y poder de algunos fieles se les transfiere a las imágenes devocionales. Los mantos de las dolorosas han empezado incluso a ser colocados a la manera de La Macarena, con el objeto de mostrar en detalle los bordados laterales de los mantos, formando una figura frontal similar a la Virgen del Rosario, con el manto en forma triangular. Hubo una hermandad que poco faltó para poner a su Señor Sepultado en una nave espacial. Fue la primera, además, que experimentó el poner grabaciones de las marchas procesionales, idea que en la práctica fracasó.
La dimensión de las andas ha creado un problema de diseño en su adorno. El diseñador debe conocer y tener experiencia en el manejo de ese espacio, tan especial que regularmente es visto de lado, además debe abonar aspectos alegóricos que no compitan con la imagen y complementen el mensaje eclesiástico que se pretende dar.
Todos estos cambios lo que modifican son los signos, que al ser sustituidos por otros (los foráneos) modifican la lectura final. La procesión guatemalteca es uno de los pocos y poderosos símbolos culturales que aglutinan a buen número de chapines. Pero los cambios en forma en la decoración de las andas está enajenando hilos de identidad. En este caso, querer ser sevillano está modificando algo que algunos guatemaltecos tienen en su memoria cultural.
Las hermandades de las diferentes imágenes devocionales de pasión son organizaciones poderosas, herméticas, que tienen en sus manos el mantenimiento de valores de identidad de buen número de guatemaltecos católicos. La Semana Santa en Guatemala está catalogada como Patrimonio Cultural Intangible de Guatemala, sería importante que tomaran conciencia de la responsabilidad que conlleva estar ante estas instituciones generadoras directas de identidad y mantenedoras de la tradición, y que por querer emular lo que se hace en otras tierras, no se dan cuenta que copiar es en cierta forma continuar con la colonización del pensamiento.