Miguel Flores
Doctor en Artes y Letras
El poder decir “esto es arte” es una de las facultades del creador contemporáneo. Esto es lo que hoy se llama desde la investigación estética el “poder de designación”, el acto de nombrar algo como arte. Esto no es nuevo, quien fue el primero en hacerlo fue Marcel Duchamp, con sus ready mades, basta recordar su emblemática La Fuente, nombre del famoso urinal expuesto en un salón de otoño en París y que paró en la basura. Muchos ven en este artista como el que definió lo que hoy se denomina arte contemporáneo; porque autores como el cubista Picasso, quedó como artista moderno.
En Guatemala el artista actual que maneja con destreza este principio de poder de designación es Darío Escobar (1971). Este creador logra consagrar objetos como las llantas de bicicleta en serpientes vivas. El tomar este objeto y cortar en cualquier parte de la circunferencia, y tratar de colocarla en una línea recta, el caucho toma vida propia, se mueve como una serpiente en la mano. Escobar con más de doscientas llantas de bicicleta monta su famoso Serpentario que mostró por primera vez en el Centro Cultural de España (cuando estaba en Cuatro Grados Norte) y luego lleva a la Bienal de Venecia con el nombre de Kukulkan.
El acto creativo ha llevado a este artista a sobrepasar su propio pensamiento y proyectar asuntos que tal vez él no pensó en el momento en que ideaba una pieza. Esto pasa con la obra Anillos (2009), dos aros para canastas de básquetbol se presentan entrelazados y necesariamente sujetos en la esquina de un espacio, en la confluencia de dos paredes. A simple vista esta obra parece incomprensible e ilógica, el observador lo primero que reconoce son los aros de básquetbol fuera de lugar. Luego el título orienta la lectura visual y comprende que se trata de dos canastas entrelazadas, algo que rara vez se ve. El artista ha cambiado la función original del objeto para transformarla en anillos.
Con esta acción, Escobar hace una brillante metáfora (el metal de los aros y su soporte están cromados) de la relación de pareja. Y lo sorprendente es que Escobar no trata la pareja tradicional de géneros masculino y femenino, sino la relación de pareja de seres del mismo género. Los dos objetos son canastas, sirven para lo mismo. Es una unión ideal a perpetuidad, donde uno de los dos tiene que ceder a una posición distinta para mantener esa visión entrelazada de ambos. ¿No es eso una relación de pareja? Escobar no se dio cuenta de su alusión a lo gay. Esta obra tiene nueve años y es una obra que podría denominarse queer. El observar detenidamente esta obra, desde el punto de vista fenomenológico, la pieza nos hablará y decantará sus secretos.