Adolfo Mazariegos
Escritor y columnista de “La Hora”
Hace pocos días, conversando brevemente con el poeta y entusiasta editor guatemalteco Eynard Menéndez, me enteré que está por realizarse la convocatoria al certamen de cuento “El Palabrerista” 2018, un concurso literario que, con mucha ilusión y esfuerzo, se ha venido realizando durante los últimos años como una iniciativa de la editorial artesanal “Proyecto editorial Los Zopilotes”. En virtud de ello, me ha parecido que quizá la mejor manera de reconocer dicho esfuerzo y valentía, y al mismo tiempo motivar la participación de los autores, sea hablando un poco de las obras que han resultado ganadoras en ediciones anteriores (he elegido la antología del primer año en que el certamen se realizó: 2014) cuya variedad y riqueza han resultado una verdadera celebración de nuevas letras guatemaltecas para todos los gustos, aunque claro, como decía Ortega y Gasset en 1925 cuando publicó “La deshumanización del arte”: “es muy difícil que hoy quepa inventar una aventura capaz de interesar a nuestra sensibilidad superior”. “Toda obra de arte suscita divergencias: a unos les gusta, a otros, no; a unos les gusta menos, a otros más”.1
Ciertamente, en tal sentido, es preciso indicar que en toda obra de arte sea pictórica, musical o literaria (por citar algunas) existe una realidad indiscutible que, en muchos casos, quizá osadamente, lleva a cuestionar las motivaciones estéticas del autor al realizar su obra. En el caso particular de la literatura, esta realidad cuyo punto de partida lo encontramos en ese “cuestionar”, es una combinación entre la consecuencia sociológica de la obra y el efecto psicológico que ejerce -o que podría ejercer- en el lector, más allá del grado de identificación poco meditada que pueda tenerse a veces con los personajes o con la historia que el autor ha plasmado con la intención -como cabría suponer- de cautivar a sus eventuales lectores. Las más de las veces, esta combinación se percibe sencillamente como un todo, y no como partes individuales o aisladas (estética, literaria, etc.) No obstante, el hecho de que una obra guste o no, es un asunto que no implica necesariamente el hecho de que la misma sea entendida, comprendida.
En “Desde la caída del sol…” (Antología del I certamen de cuentos El Palabrerista, 2014), podría decirse que nos encontramos con una afirmación y al mismo tiempo con una negación de las aseveraciones de Ortega y Gasset citadas líneas arriba. En sus páginas encontramos un variopinto abanico de posibilidades que enriquecen la obra misma y la convierten en una suerte de gama amplia y colorida con la que el lector o lectora puede darse gusto de acuerdo con sus particulares intereses o según sean sus preferencias de lectura.
Al pasar las páginas del libro, sumergiéndose en esas historias que transportan a sitios cálidos o fríos, cercanos o distantes, reales o imaginarios según sea el caso, y al ir “conociendo” a personajes que no son más que reflejo de realidades cotidianas (y “normales”, donde las haya), la vida humana cobra un nuevo sentido, y una nueva dimensión, tal como sucede en “La Unión”, el pueblo caluroso en donde la miseria, la falta de actividad y una suerte de maldición desconocida pero implacable, hacen presa de quienes llegan quizá por casualidad ―si acaso existe― para no salir y para convertirse en el monstruo que probablemente desconocían que llevaban dentro; un sitio en donde la indignación o el remordimiento que puede producir la muerte absurda y trágica de un amigo, aún por mano de quienes le conocen o al menos comparten con él un sueño común, simplemente no existe.
“La Unión”, el primero de los cuentos en el libro, escrito por Carlos Gerardo González, remite inevitablemente a lo psicológico, y a lo fantástico como mecanismo de persuasión en una realidad ridícula que también puede ser normal, dependiendo del ángulo del que se vea. Un relato breve que no pasa desapercibido, sino por el contrario, deja la sensación de querer seguir indagando en las verdaderas causas, razones y significados de lo que en la historia ocurre, ¿es acaso la analogía de cómo suelen terminar los sueños de muchos de quienes desean escribir?… El autor lo sabrá.
Páginas adentro, “Crónicas potosinas” se transforma, letra a letra, palabra a palabra, en un breve relato con apariencia de autobiográfico. Una historia chusca y cínica narrada a manera de e-mail. Un correo electrónico escrito en un aeropuerto mientras se espera más que un avión, quizá una reprimenda, quizá un cambio de vida porque se ha llegado al momento justo donde las reflexiones marcan el paso de una etapa de la vida a otra, y eso, salvo contadas y justificadas excepciones, es inevitable. La historia transcurre durante un viaje al DF mexicano, donde tiene lugar un evento indeterminado cuya cena de gala resulta un fiasco y que es aprovechada, como pretexto, para dejarse arrastrar por las influencias de Baco. Su autor, Ovidio Fernando García, obtuvo el segundo lugar.
El tercer puesto del certamen fue obtenido por Gabriela Aguilar. Su cuento “Personaje de renombre”, hace vagar y divagar por escenarios tan cotidianos como complejos en los que usualmente no se repara a menos que nos detengamos un momento para ―como podría decirse―, pausar la película y ver cada escena con mayor detenimiento. Su personaje central, ese indefinido “vacío” que quién sabe si pueda tomar para sí (y como suya) una voz ajena, es el mejor ejemplo de que cualquier cosa puede suceder en el constante devenir del mundo y de la vida en sociedad.
Esa posibilidad de crear imágenes públicas a medida con fines puramente comerciales (¿o políticos?) es posible. El cuento “Personaje de renombre” remite a controversiales etapas históricas, sea por muchos aborrecidas, sea por otros tantos tal vez añoradas. Dictaduras en las que la posibilidad de decir lo que se piensa o se sueña, quizá no sea más que un pecado a castigar. A través de la historia, probablemente sin percibirlo, en algún momento alguien se ha quedado con la voz de otros, o simplemente la han silenciado.
“Desde la caída del Sol”, más que una antología de cuento breve es un viaje placentero. Una obra sencilla sin mayores pretensiones, publicada con mucho esfuerzo, pero que sí logra interesar la sensibilidad del lector. Como corolario, quizá a manera de gesto de prudencia y justicia, valga la pena indicar que en la antología hay voces tan variadas como valiosas, con trenes de vida ―aparentemente― disímiles, lo cual hace de la obra un libro verdaderamente rico y entrañable, además del esfuerzo (ya aludido) y dedicación de la editorial que convoca anualmente al certamen y lo mantiene vivo después de varios años de haberlo convocado por primera vez (2014). Fredy Antonio Pastor; Jazmín Iracema López; Daniel Castillo Pérez; César Yumán González; y Fernando Vérkel, son otras de las plumas (aunque no todas) de las que componen este singular libro editado artesanalmente por Proyecto Editorial Los Zopilotes y cuya lectura vale realmente la pena. La información del certamen y la convocatoria para este año, según me comentó el editor, estarán disponibles en los próximos días, mientras tanto puede visitarse la página de la editorial convocante en Facebook: https://www.facebook.com/proyectoeditorialzopilotes
1 Ortega y Gasset, José. La deshumanización del arte. (Ensayo). En «Obras de José́ Ortega y Gasset.» Alianza Editorial. Madrid, 2006.