René Arturo Villegas Lara
Abogado y maestro
Antes de iniciar la relación del itinerario magisterial del patriota cubano José Martí en Guatemala y su romance con la Niña María, quiero referirme a una frase suya, que aparece en su precioso libro “Guatemala”, en el que describe con mucha belleza, como pocos lo han hecho, toda nuestra geografía, sin omitir ningún rincón del territorio, lo que supone haber viajado a “lomo de caballo”, pues en ese tiempo no existían ni carreteras ni medios de transporte.
Y es que es importante hacerlo, sobre todo para quienes nos graduamos en la Gloriosa Escuela Normal Central de Varones. Resulta que nosotros solemos repetir: “Y me hice maestro que es hacerme creador”. Pero, la verdad es que confundimos la frase, porque lo que dijo el Apóstol Martí fue: “Y me hizo maestro que es hacerme creador”, frase que aparece en las primeras líneas del libro “Guatemala”, en el cual habla de nuestros pueblos, de su gente, de sus costumbres, con una prosa muy poética de todo lo que descubría en sus vivencias y recorridos por los cuatro rumbos del territorio.
Este libro, por su belleza, está a la par de “La tierra del Quetzal” del peruano Luis Alberto Sánchez; o “Guatemala las líneas de su mano” de Luis Cardoza; o los poemas de Rafael Landívar; o la exquisitez de César Brañas en “Como un Arco Roto”. El agradecimiento de Martí por hacerlo maestro es, así, para Guatemala, porque aquí se le dio la oportunidad de enseñar al impartir literatura en nuestra Escuela Normal, lo que induce a pensar que él no había sido docente con anterioridad y fue la Escuela Normal la que le abrió la puerta del aula, con el beneplácito del maestro cubano don José María Izaguirre, primer director de la Escuela en la década de 1870.
En 1874, el general Justo Rufino Barrios, comisionó a don Francisco Lainfiesta, para que fuera a los Estados Unidos de América a observar su desarrollo educativo, especialmente los sistemas de enseñanza en los niveles primario y secundario, para luego introducirlos en el país, aprovechar la oportunidad para que también contratara “profesores competentes” que desearan venir a trabajar en los establecimientos del gobierno. El señor Lainfiesta dedicó su estancia a visitar centros escolares, bibliotecas, museos y tuvo acceso a los libros que se utilizaban en la preparación de los estudiantes. Tuvo la oportunidad de conocer al pedagogo cubano don Luis F. Mantilla, quien le sirvió de guía en el cumplimiento de su misión.
En noviembre del mismo año, se embarcó para volver a Guatemala, acompañado de los maestros cubano José María Izaguirre, a quien se le confiaría dirigir una escuela secundaria que resultó ser la Escuela Normal Central. También se embarcó con él otro profesor cubano, don Manuel Seller, los esposos Stender, de nacionalidad estadounidense, como profesores, y la señorita James, contratada para dirigir un instituto de señoritas, que presuma se trata de Belén, porque éste fue fundado en las mismas fechas que la Escuela Normal. En verdad, Belén se fundó como Escuela Normal de Señoritas, no como instituto. El profesor Seller falleció al poco tiempo de haber llegado con Lainfiesta, sin haber desempeñado la labor para la que se le había contratado.
Instalados en Guatemala, al profesor Izaguirre se le confió la dirección de la Escuela Normal de Varones, funcionando en un edificio que el Arzobispo García Peláez había construido para un colegio religioso. El director Izaguirre hizo arreglos al local y muy pronto demostró la veracidad de los elogios que le había hecho a Lainfiesta, don Luis F. Mantilla: Introdujo la clase de educación física con el nombre de calistenia; inició la celebración de las veladas artísticas y las fiestas literarias, que durante muchos años existieron en nuestra práctica educativa como veladas de fin de año, con la presencia de señoras y señoritas con aficiones artísticas y que gustaban de las bellas letras.
Cuenta Lainfiesta que, en una de esas veladas en la Escuela Normal, fue cuando conoció a José Martí, potente orador y amigo apasionado de la libertad, que años después ofrendó su vida por conquistar la libertad e independencia de su patria. En cuanto a la señorita James, dirigiendo la Escuela Normal de Señoritas “Belén, en el poco tiempo de su desempeño, desarrolló una labor educativa encaminada a despertar en la mujer una inclinación por alcanzar calidades profesionales y terminar con la idea de que había trabajos que sólo los podían realizar los hombres, casi como un germen de la igualdad de oportunidades entre hombres y mujeres que es una divisa de la sociedad actual.
Según el testimonio del doctor Jorge Luis Arriola, José Martí llegó a Guatemala en el año de 1877, como proscrito, recomendado al Presidente Justo Rufino Barrios, por el padre Fermín Valdés Domínguez. Con Martí vino también su hermano, Hildebrando Martí, quien también se desempeñó como maestro en la Escuela Normal. Según Arriola, Martí muy pronto se unió a la intelectualidad guatemalteca y ejerció notable influencia en la corriente del Modernismo, según afirma Max Henríquez Ureña.
Por sus conocidos dotes de poeta, crítico y periodista, se le designó Catedrático de literatura y filosofía en la Escuela Normal, desempeñándose hasta el año de 1878. Después, volvió a México para contraer matrimonio con la señora Carmen Zayas Bazán e Hidalgo, con quien volvió a Guatemala, a encontrarse con que el amor platónico de su vida, María García Granados y Saborío, la Niña de Guatemala, se murió de amor.
¿Cómo narra el patriota Jorge García Granados en su “Cuaderno de Memorias”, las intimidades que la familia sabe de la Niña de Guatemala? Transcribo algunos párrafos de sus referencias a José Martí:
“Desde pequeño oí a mis familiares hablar de mi tía María, de lo bella y culta que era, de lo bien que cantaba y tocaba el piano y del golpe tremendo que fue para la familia, especialmente para mi abuelo que la adoraba, su muerte con tan solo 17 años.
En una ocasión conocí un escritor cubano, que después de oír mi nombre e indagar quién era yo, me dijo: ‘Ven acá muchacho, quiero estrechar la mano del sobrino de la Niña de Guatemala’.
Al regresar a casa le pregunté a mi tía quién era la Niña de Guatemala. “Ese es un poema de José Martí dedicado a tu tía María con motivo de su muerte. Se ha fantaseado mucho sobre esa historia, pero lo cierto es que ella murió de una neumonía galopante”.
El general Miguel García Granados, el intelectual de la Revolución Liberal de 1871, vivía en su amplia casa de la 12 calle y 4ª. avenida. Retirado de la vida política, su residencia era visitada por los intelectuales de Guatemala y los extranjeros no podían faltar a esas tertulias, con torneos de ajedrez, canto y bailes. Allí llegaban el maestro Izaguirre, José Joaquín Palma y un buen día apareció José Martí, que impresionó a don Miguel por su intelecto, por haber viajado mucho y por haber encontrado un recio oponente en el tablero del juego ciencia. Izaguirre y Palma introdujeron a Martí en los cenáculos del patriarca de los García Granados, en donde luego descubrieron sus cualidades que le otorgaban una romántica personalidad. Y dicen las memorias:
“…antes de conocerlo, esas descripciones habían despertado en María el deseo de conocer a tan interesante hombre y parece que no quedó defraudada, pues Martí resultó ser extremadamente atractivo y un conversador sumamente seductor. Él también se quedó impresionado por la frágil belleza de la ‘niña María’ y fue cautivado por su forma de tocar el piano y de cantar, pues ella era una consumada intérprete.”
Martí llegaba a visitar a don Miguel con el pretexto de competir en el ajedrez; pero, también se quedaba ya entrada la noche, platicando con la niña María. Al pasar algunos meses, Martí se dio cuenta que se había enamorado de María y sospechaba que ella estaba enamorada de él. Pasados algunos meses de sufrir tormentos amorosos por esa relación, un día, sin decir el motivo, se despidió y volvió a México, a cumplir caballerosamente un compromiso que había dejado, de contraer matrimonio con la cubana Carmen Zayas, a quien quizá ya no amaba, como amaba a la niña María. Cuando volvió de México, con su esposa, hizo algunas visitas a la casa de don Miguel; pero:
“… la intimidad había desaparecido para siempre…Pocas semanas más tarde, la joven y bella María contrajo repentinamente una enfermedad y murió en pocos días… Le celebraron unos funerales impresionantes y Martí, según escribió más tarde, se quedó después en el cementerio llorando sobre la tumba”
Martí parece que no fue feliz en su matrimonio y se separó de Carmen, a quien le quedó la custodia del único hijo que procrearon.
Después consagró su vida a la lucha por la libertad e independencia de Cuba. Escribió ese bello poema, universalmente conocido: La Niña de Guatemala, en donde describe su amor por la Niña María, a cuyo cortejo asistieron obispos y embajadores.
“Al leer el poema, le pregunté a mis familiares sobre la verdadera causa de la muerte de María…Parece que ella, estando resfriada, se fue a nadar a los Baños de Ciudad Vieja… Eso complicó su dolencia y pese a los esfuerzos de los médicos, María falleció en pocas horas”. De manera que no la sacaron de un río, sino de un baño de Ciudad Vieja. Pero, el poeta buscó la palabra que rimara con la palabra frío, para que el verso tuviera rima. La mujer que Martí más amó en su vida se había ido para siempre. Pero, nos quedó el poema; nos quedó esa canción de la vieja hermandad entre el pueblo cubano y el pueblo de Guatemala.
PRESENTACIÓN
Hay quienes piensan que Ernesto Ché Guevara sufrió una transformación radical en la estructura de su pensamiento a causa de su paso por Guatemala. Se afirma, nada menos, que fue en nuestro país, donde probablemente descubrió su vocación revolucionaria que lo condujo al compromiso de por vida por la liberación de los pueblos latinoamericanos.
¿Se puede hablar en términos semejantes de José Martí en su paso por nuestro país? Quizá sí. Y por ello es importante el texto que nos presenta el doctor René Arturo Villegas, titulado, “El itinerario docente de José Martí y su romance con la Niña de Guatemala”, quien nos devela tanto el lado humano del poeta enamorado, como el significado y valor de su trayectoria por esta tierra.
Villegas Lara resume así el periplo de Martí:
“Por sus conocidos dotes de poeta, crítico y periodista, se le designó Catedrático de literatura y filosofía en la Escuela Normal, desempeñándose hasta el año de 1878. Después, volvió a México para contraer matrimonio con la señora Carmen Zayas Bazán e Hidalgo, con quien volvió a Guatemala, a encontrarse con que el amor platónico de su vida, María García Granados y Saborío, la Niña de Guatemala, se murió de amor”.
Con la colaboración anterior, el Suplemento ofrece la segunda parte de la reflexión crítica sobre el racismo, a cargo de Marta Elena Casaús Arzú. Como en el texto primero, la intelectual evidencia la “persistencia racista” guatemalteca presente fundamentalmente en la estructura y corazón mismo del Estado. Sobre ello afirma que “la ofensiva racista y racialista de las elites que se consideran blanco-criollas no es más que la reacción unánime de un núcleo oligárquico y racista, empeñado en seguir controlando el Estado y en manejarlo como si fuera su finca”.
Nos alegra su preferencia por la lectura de nuestros textos. Deseamos que nuestra propuesta satisfaga su voluntad de conocimiento y el esfuerzo común por una Guatemala más humana e inclusiva. Con ese pensamiento nos despedimos. Un buen descanso para usted. Feliz fin de semana y hasta la próxima.