Madrid
Agencia (dpa)

Madrid se convierte en la capital de las paradojas ópticas y el ilusionismo espacial redescubriendo al maestro húngaro del «op art» (optical art) Victor Vasarely (1907-1997), en una exposición que se inaugura en el museo Thyssen-Bornemisza.

Hasta el 9 se septiembre más de 80 obras y dos videos, principalmente provenientes de Hungría, repasan la creación de este artista que en los años 60 y 70 del siglo pasado vivió su momento más álgido cuando su arte no sólo colgaba en museos y galerías de arte, sino se reproducía en todo tipo de objetos cotidianos como ropa o vajillas.

La «folie Vasarely» por las obras geométricas y coloridas del artista húngaro, respondió al «fenómeno de histeria mediática en torno a un artista» que también se vivió con Andy Warhol, según explicó el director artístico del museo, Guillermo Solana, en la presentación de la muestra.

En su opinión, tras esa locura mediática lo que realmente había era una concepción totalmente radical de la pintura, que aspiraba a ir más allá, a llegar a una interacción directa con el espectador, que no contempla una obra estática, sino cuya retina responde al juego de imágenes y colores que propone la obra.

Con Warhol, que era un admirador de Vasarely, le unía el «afán de llevar el arte a las masas, apuntó Solana, quien señaló asimismo que ambos buscaban además «disminuir la distancia entre el arte y la vida».

El pintor, que nació en la localidad húngara de Pécs pero vivió y desarrolló casi toda su obra en Francia, destacó como dibujante en sus inicios, cuando calaron en su imaginario artistas innovadores como Mondrian, Lissitzky o Malévich, todos ellos maestros del arte abstracto.

Aunque organizada de forma cronológica, «Vasarely y el Fenómeno del Op Art», comisariada por el director del museo Vasarely en Budapest Márton Orosz, se inaugura con una emblemática obra que pertenece a la colección Thyssen- Bornemisza: «Feny», de 1973.

En ella se puede apreciar no sólo un juego óptico de formas y colores, sino también la ilusión de profundidad y movimiento, es decir, la esencia de la abstracción geométrica que él inventó y que denominó «arte cinético».

Orosz, que también acudió a la presentación, destacó esa nueva corriente de arte cinético como una «de las vanguardias más importantes de la posguerra».

Asimismo recordó el gran interés y estudios que el artista realizó en disciplinas científicas como la astrofísica o la bioquímica, entre otros. Vasarely «consideraba la física como la nueva fuente poética de la que se nutre el arte», dijo el comisario de la exposición, que se remonta a sus inicios en los años 30 con sus famosas «Cebras» (1939), pasando por serigrafías, óleos o tapices, así como el icónico «Ajedrez» (1980).

Con esta muestra el museo madrileño se adelanta además al gran resurgimiento que va a vivir el artista, cuyas obras viajaron en 1982 al espacio, cuando un astronauta francés Jean-Loup Chrétiens se llevó más de 150 serigrafías especialmente creadas para ese viaje. En la ciudad alemana de Fráncfort se presentará en la segunda mitad del año la primera gran retrospectiva en décadas que se dedica a Vasarely, mientras que en febrero próximo el Centro Pompidou de París también acogerá una muestra.

Con la exposición sobre Vasarely, concluyó Solana, se rinde un homenaje además a esa tradición tan potente en Hungría de unir arte y tecnología a través de la unión del diseño con el arte constructivista.

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