Por JOCELYN NOVECK
NUEVA YORK
Agencia (AP)

Tiaras incrustadas con miles de diamantes, esmeraldas y rubíes. Mantos y vestimentas papales con bordados en oro tan finos, que tomó casi dos décadas producirlos.

Si uno va a ejercer un cargo de poder debe vestirse apropiadamente, y al parecer los líderes de la Iglesia católica entendieron esto mejor que nadie a lo largo de los siglos. Así lo evidencia la más reciente megaexhibición del Instituto del Vestuario del Museo de Arte Metropolitano, que ofrece una mirada a la influencia del catolicismo sobre la moda.

Si busca ejemplos modernos de la relación entre ambos, considere al papa Benedicto XVI lo llamaron el «Papa Prada», en base a rumores de que sus elegantes mocasines rojos eran de esa afamada casa de modas. No eran, y de hecho su predecesor, Juan Pablo II, tuvo un par similar que ahora se exhibe en el Met. Pero eso no evitó que Benedicto fuera nombrado por Esquire el mejor portador de accesorios en 2007. (El actual papa, Francisco, se atiene a usar zapatos negros simples).

Pero los ejemplos datan de mucho, mucho antes, según «Heavenly Bodies: Fashion and the Catholic Imagination» (Cuerpos celestiales: la moda y la imaginación católica), la exposición de moda anual del Met. Como siempre, la muestra fue inaugurada con una gala tachonada de estrellas anoche. ¿Combinarán los atuendos de las celebridades con aquellos del Vaticano? Probablemente no.

Tomen, como ejemplo, una impresionante tiara que brilla en las galerías del Instituto: tres filas compuestas de 19 mil gemas 18 mil de ellas diamantes, además de rubíes, zafiros y esmeraldas. Fue un obsequio que la reina Isabel de España le hizo al Papa Pío IX, quien la usó para la Misa de Navidad en 1854.

O una enorme manta papal blanca con dorado en tafetán, bordada con hilo de oro, oropel y lentejuelas. Originalmente fue hecha para el papa Benedicto XIV en el siglo XVIII, pero también fue usada por el más reciente Benedicto. Un juego de prendas que incluyen la manta le tomó a 15 trabajadores 16 años completar, dice el museo.

Estos son tan solo algunos de los 42 artículos que el curador Andrew Bolton trajo de la sacristía de la Capilla Sixtina en el Vaticano. Bolton realizó 12 viajes a lo largo de dos años para asegurar las prendas. En una entrevista reciente en las galerías, contó cómo se agachaba para pasar por «una puertita diminuta» al costado de la capilla, donde adentro le aguardaban tesoros inconmensurables.

Cada vez que acudía a la sacristía, conseguía artículos más tentadores. «Pedí seis y terminé con 42», dijo.

La única condición del Vaticano era que las piezas se exhibieran solas, separadas de la sección de moda de la muestra. Bolton lo logró dedicando dos galerías del Instituto del Vestuario a la colección del Vaticano, y mostrando las ropas contemporáneas unas 150 prendas en las galerías medievales del Met así como en su sucursal The Cloisters en el alto Manhattan. La colección del Vaticano incluso tiene un volumen separado en el enorme catálogo de la exposición.

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