Víctor Muñoz
Premio Nacional de Literatura

-Disculpe -me dijo una señora a quien yo jamás había visto en la vida y que me abordó en una de las calles de por el mercado central, -¿no sabe usted en dónde puedo conseguir una botella de buena miel, no esa cosa que le venden a uno por cualquier parte y luego resulta que no es miel sino una mescolanza de a saber qué?

-Claro -le respondí, haciendo gala de mi proverbial cortesía-, usted se va para la terminal de buses, ¿conoce?, ¿sí?, bueno, entonces ya estando ahí le dice a cualquiera que le indique en dónde puede tomar un bus que la lleve a Coatepeque; al llegar busca otro bus que la lleve a Nuevo Progreso, que no queda muy lejos, viera, cosa de unos treinta kilómetros de distancia; eso sí, de una vez le advierto que tendrá que llevar ropa ligera porque por ahí hace mucho calor, por lo que el viaje le va a resultar un poquito cansado. Al llegar pregunta por la casa de la familia Córdova, que queda frente al parque; ahí va a encontrar a dos señoras ya grandes, entonces les dice que va de mi parte y les pide que le vendan una botella de miel. Yo le garantizo que esa sí es de verdad pura miel ya que ellas, que son mis tías, tienen apiarios y ahí mismo cosechan la miel.

La señora se me quedó mirando e hizo una cara como si yo le hubiera hablado en chino, luego me preguntó:

-¿Y eso por dónde queda?

-Bueno, miré -le respondí-, tendrá que salir temprano porque está algo lejos. Al salir el bus de La Terminal pasa por Escuintla, luego por Cocales y ahí puede aprovechar para comer y tomar algo; le recomiendo unos huevos duros con tortillas y salsa, la cosa más deliciosa del mundo y que ofrecen unas señoras que se mantienen vendiendo comida en canastos a la orilla del camino; después sigue hasta llegar a Mazatenango; luego a Retalhuleu y de ahí a Coatepeque, que es donde le digo que tendrá que cambiar de bus. Ese nuevo bus pasa por Pajapita y de ahí agarra para arriba. Tal como le digo, no son muchos kilómetros y la carretera está asfaltada, pero hay bastantes túmulos y el calor molesta un poco.

-¿Entonces quiere decir -me preguntó- que si uno sale de aquí en la madrugada estará llegando por ahí por el mediodía?

-O un poco más tarde -le respondí-, pero vale la pena, ya que esa miel que venden mis tías es precisamente lo que usted anda buscando, miel pura, cien por ciento garantizada; además, ya que se va a ir para allá me hace el favor de saludar a mis tías; les dice que no he podido ir a verlas porque he estado un poco atareado con las cosas del trabajo y escribiendo artículos de alta economía para revistas especializadas, pero que deseo que estén bien.

-¿Ni sabe qué? -me dijo la señora-, yo creo que mejor voy a ver si consigo la miel por acá. Yo le agradezco mucho, pero la verdad es que me da un poco de miedo eso de irme tan lejos a un lugar que ni siquiera conozco.

Y se dio la vuelta y se fue dejándome con la palabra en la boca. Es entonces cuando uno se termina de convencer de que con la gente no se puede. Lo quieren todo fácil. No, si la vida requiere de sacrificios; requiere de trabajo arduo; requiere de carácter; requiere de que estemos dispuestos a pagar el precio por obtener las cosas que deseamos y que necesitamos; requiere, en fin, de que reconozcamos que con tales demostraciones de comodonería y pereza no vamos a llegar a ninguna parte.

Jamás.

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