Por María Luz Climent Mascarell
Madrid
Agencia (dpa)

Hollywood se ha rendido a ese mundo de fantasía y criaturas extraordinarias que le brinda Guillermo del Toro, quien se convirtió ayer en el tercer mexicano en conquistar el preciado Óscar como mejor director y además se llevó la estatuilla a mejor película por «La forma del agua».

El mexicano ya había sido premiado como mejor director en los Globos de Oro y los BAFTA, así como por la asociación de productores, entre otros, y todo ello con una película que no ha dejado de reportarle galardones desde el mismo momento que se estrenó en el Festival de Venecia.

Allí levantó emocionado el León de Oro con esta producción en la que da una vuelta al cuento clásico, mezcla el género de la fantasía, el thriller, la acción y la comedia romántica y trata temas de actualidad como la marginación social.

Nacido en Guadalajara (México) en 1964, el mundo de Del Toro siempre ha estado poblado de seres fantásticos. Él mismo ha relatado en varias ocasiones que de niño hizo un pacto con los monstruos que veía cuando apagaban la luz en su habitación para que dejaran de darle miedo. Con el tiempo decidió convertirlos en los protagonistas de sus historias.

Dicen que uno de los primeros cuentos que escuchó Guillermo del Toro fue sobre Drácula. Y el mito del vampiro lo abordó precisamente en su primera película, «Cronos». Ésta, que supuso la primera colaboración con dos de sus actores fetiches, el fallecido Federico Luppi y Ron Pelrman, ganó la Semana de la Crítica del Festival de Cannes, un triunfo que cambió su vida.

El director que de joven devoraba todo tipo de cine e intentaba inculcar su afición a sus compañeros en el colegio de jesuitas en el que estudió en Guadalajara, pasó del anonimato a dirigir en Estados Unidos.

 

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