La versatilidad de Unamuno como artista es admirable: exploró tanto la novela, como el ensayo, el teatro y la poesía. Se doctoró en Filosofía y Letras en la Universidad de Madrid, habiéndose recibido a los 19 años con altísimas calificaciones.
Dentro de la narrativa, resaltan «Amor y pedagogía», «Niebla» y, su última novela, «Don Sandalio, jugador de ajedrez». De su poesía, profunda y magistralmente escrita, destacan los poemarios «El Cristo de Velázquez» y «Andanzas y visiones españolas». Quedan por mencionar algunas de sus obras teatrales, de un carácter pasional y renovador, como ser «La Esfinge» y «Medea», y su ensayo filosófico «La agonía del cristianismo», que gira en torno al vivir queriendo creer, pero sin poder.

Si tú y yo, Teresa mía, nunca…
Si tú y yo, Teresa mía, nunca
nos hubiéramos visto,
nos hubiéramos muerto sin saberlo:
no habríamos vivido.

Tu sabes que morirse, vida mía,
pero tienes sentido
de que vives en mí, y viva aguardas
que a ti torne yo vivo.

Por el amor supimos de la muerte;
por el amor supimos
que se muere; sabemos que se vive
cuando llega el morirnos.

Vivir es solamente, vida mía,
saber que se ha vivido,
es morirse a sabiendas dando gracias
a Dios de haber nacido.

Veré por ti
“Me desconozco”, dices; más mira, ten por cierto
que a conocerse empieza el hombre cuando clama
“me desconozco”, y llora;
entonces a sus ojos el corazón abierto
descubre de su vida la verdadera trama;
entonces es su aurora.

No, nadie se conoce, hasta que no le toca
La luz de un alma hermana que de lo eterno llega
y el fondo le ilumina;
tus íntimos sentires florecen en mi boca,
tu vista está en mis ojos, mira por mí, mi ciega,
mira por mí y camina.

“Estoy ciega”, me dices; apóyate en mi brazo
y alumbra con tus ojos nuestra escabrosa senda
perdida en lo futuro;
veré por ti, confía; tu vista es este lazo
que a ti me ató, mis ojos son para ti la prenda
de un caminar seguro.

¿Qué importa que los tuyos no vean el camino,
si dan luz a los míos y me lo alumbran todo
con su tranquila lumbre?
Apóyate en mis hombros, confíate al Destino,
Veré por ti, mi ciega, te apartaré del lodo,
te llevaré a la cumbre.

Y allí, en la luz envuelta, se te abrirán los ojos,
Verás cómo esta senda tras de nosotros lejos,
se pierde en lontananza
y en ella de esta vida los míseros despojos,
y abrírsenos radiante del cielo a los reflejos
lo que es hoy esperanza.

 

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