Jorge Carro L.
Director de la Red de Bibliotecas Landivarianas
Presidente de la Asociación Enrique Gómez Carrillo

“Habría que acostumbrar a los escritores a considerar la palabrita “yo” como su reserva de víveres.”
Walter Benjamin
“No leas lo que escribo como si fueras un lector.”
Clarice Lispector

A 40 años de su muerte, una intensa y extensa biografía, escrita por Benjamin Moser (“Por qué este mundo. Una biografía de Clarice Lispector”, que Siruela editó en España en el 2017 y que ya se había publicado en inglés), revela luces y sombras de una vida vivida sin concesiones casi, y que leí hasta que mis fuerzas se llenaron de un vacío que poco a poco voy rellenando con la lectura de los libros que tengo de esta escritora de quien la narradora estadounidense Elizabeth Bishop -que tradujo algunos de sus poemas-, afirmó: «Creo que es mejor que Borges».
Dicen que dicen los que tuvieron la dicha de conocerla, que tenía «una forma felina de estar en el mundo, siempre en alerta». Alta, de ojos verdes y pómulos marcados, Clarice «era larga y bella como esos gatos egipcios» y misteriosa, como una pantera. “El no haber nacido animal es una de mis nostalgias secretas (…) A lo mejor es porque soy sagitariana, soy mitad bestia” escribió Ella, que fue (es) una de los dos mayores escritoras brasileñas moderna; la otra es Nélida Piñón.
El pasado 9 de diciembre se cumplieron 40 años de la partida de esta enigmática mujer nacida como Chaya -que significa “vida” en hebreo-en Chechelnik (Podolia, Ucrania), hija de Mania, que había sido violada por soldados rusos, que la contagiaron de sífilis. Por entonces Mania junto a Pinkhas –el papá de Chaya- con quien ya tenían dos hijas, decidieron tener otro bebe, porque en su país existía la creencia de que de esa forma una mujer podía curarse de aquella enfermedad venérea. «Así que fui creada adrede: con amor y esperanza. Pero resulta que no curé a mi madre. Y hasta el día de hoy me pesa esa culpa: me crearon con una misión específica, y les fallé», diría Lispector, de adulta. (He de confesar que yo nací 20 años después de mis hermanos, exactamente por una creencia que confiaba que pariendo un hijo, se combatía la muy alta presión arterial, preludio al Alzheimer que padeció mi madre quince años después).

“La más apremiante necesidad de un ser humano era convertise en un ser humano” (1)

Clarice -nombre que Chaya recibió a su arribo al nordeste de Brasil- creció en Recife, marcada por la pobreza y la visión de una madre enferma a la que sobre una mecedora, le inventaba historias en las que su mamá se sanaba milagrosamente. Pero, como siempre, la realidad fue otra: Mania murió cuando tenía 42 años y Clarice, apenas 9.

Desconsolada, la niña le volvió la espalda a Dios. «Se enojó con él, porque le quitó la vida a su madre.” A pesar de ello, Clarisa que tenía amén de un talento excepcional y una inequívoca vocación mística, con el tiempo se fue acercando al dios que había matado a su mamá. En sin duda, su mejor novela, “La pasión según G.H.”, dios es una cucaracha cuyo interior pastoso, asqueroso, la protagonista se tiene que comer, descubriendo que todos somos sangre y entrañas; que tenemos universalidad y que nacemos y morimos con algo interior.
Aún así, Clarice se cuestionaba porque si el pueblo judío era el elegido de dios, los nazis mataron a millones de judíos.
“Os amo, Dios, sin esperar de Vos más que el dolor. El dolor es el misterio.” (2)
Para el biógrafo Moser , Clarice Lispector “ más que una escritora es una religión» , porque “es la más grande escritora judía después de Kafka, porque revela una posibilidad espiritual para los que creemos que el mundo es cruel y no tiene sentido. Los escritos de Kafka dejan las puertas cerradas. Uno llama y no hay respuesta. En Clarice, en cambio, las puertas se abren a cosas diferentes de las que se esperaban antes del siglo XX».
Creativa, egocéntrica, mandona, rebelde, Clarice creía que el objetivo humano más noble era alcanzar su propio potencial. En 1933 (el año en que nació este escribidor) con apenas 13 años, ya había enviado sin éxito sus primeros textos a un periódico.
Dos fueron sus grandes influencias literarias; una de ellas, “El lobo estepario”, de Hermann Hesse, donde se plantea que un artista, como el protagonista, tiene dentro de sí dos naturalezas: una humana y otra salvaje; una divina y otra demoníaca, amén de capacidad de ventura y sufrimiento. Temas que han sido determinantes en la fantástica obra de Lispector, como las lecturas de Baruch Spinoza, el filósofo neerlandés de origen sefardí portugués, heredero crítico del cartesianismo, considerado uno de los tres grandes racionalistas de la filosofía del siglo XVII, junto con el francés René Descartes y el alemán Gottfried Leibniz, cuya obra cayó en el olvido hasta que fue reivindicada por grandes filósofos alemanes de principios del siglo XIX.
«Escribo para mí misma, para sentir mi alma hablando y cantando, a veces llorando», manifestó Clarice, quien trabajó como periodista antes de publicar a los 21 años, su primera novela, “Cerca del corazón salvaje” (1942). Su debut fue fenomenal y la compararon con James Joyce y Victoria Woolf, si bien ella manifestó no haberlos leído, ¡vaya uno a saber!
En 1941, Clarice Lispector fue internada por depresión, resultado de un amor no correspondido por el dramaturgo y poeta Lúcio Cardoso, homosexual, quien fue su amigo de por vida.
Recuperada, Clarice a los 23 años, se casó con el diplomático Maury Gurgel Valente, con quien tendría dos hijos: Pedro y Paulo, y con el que mantuvo una relación de dieciséis años, que la apartó de Brasil.
“Yo soy más fuerte que yo” (3)
El mundo de la diplomacia la llevó a Nápoles, Berna y Washington; pero ella no estaba hecha para esa vida: se sentía «domesticada» y la asaltaban períodos depresivos debido a la nostalgia por la tierra en la que se había criado. En 1959 abandonó a su marido y se radicó en el barrio de Leme, en Río de Janeiro. Ahí se reunió con sus antiguos amigos y publicó su primer libro de relatos, “Lazos de familia” (1960), que fue aplaudido por la crítica y el público.
“La más apremiante necesidad de un ser humano era convertirse en un ser humano.” (4)
Su inusual escritura introspectiva –por lo menos en la literatura brasileña-, su nombre y su hermoso aspecto felino, su voz extraña y su acento gutural, hicieron que fuese considerada, como una extranjera. «La gente se preguntaba de dónde vino esa mujer, que no encajaba en la sociedad, porque su talento y su visión estaban por encima de la media. Estaba adelantada. Al mismo tiempo, ella quería ser una mujer de la clase media carioca. No ser vista como una loca, sino como una persona digna de respeto. Hacer una vida normal, pero con la edad esto se fue haciendo cada vez más difícil», señaló el biógrafo Moser.
La década del 60 fue especialmente dura con Clarice, quien por entonces laboraba como columnista y cronista, expuesta a postergaciones y a las obvias explotaciones editoriales. Y que, como si fuera poco, debía lidiar en la intimidad con la esquizofrenia de Pedro, su hijo mayor.
En 1962 Clarice tuvo un romance con el cronista y escritor Paulo Mendes Campos, que era casado y a quien su esposa inglesa puso contra la espada y la pared, y así terminó su relación con quién amaría hasta su muerte.
“La píldora para dormir había comenzado a tranquilizarla” (5)
Finalmente pudo trasladarse a la rua Gustavo Sampaio 88, en Leme, a 100 metros más o menos del mar, donde había adquirido un apartamento de tres habitaciones. Y allí, en septiembre de 1966, llegó lo peor porque Clarice Lispector que fumaba mucho y se había hecho adicta a las pastillas para dormir. Una noche se quedó dormida con un cigarrillo encendido, en su cama que estaba debajo de una ventana con cortinas plásticas que fueron presa del fuego y parte su apartamento se incendió, del que se salvó gracias a su hijo mayor, empero, las quemaduras afectaron gran parte de su cuerpo y por suerte, no así su cara. Y mientras se debatía entre la vida y la muerte, su mano derecha quedó tan dañada que los médicos pensaron en amputársela.
“Yo escribo y así me libro de mí y puedo entonces descansar” (6)

Al año siguiente, estrenó un libro infantil que había hecho para su hijo Paulo, “El misterio del conejo que sabía pensar”. Gran parte de su alegría provenía entonces de las cartas que sus lectores le enviaban a “Journal do Brasil”, periódico para el que escribía crónicas.
Clarice -quien se volvió demandante y malhumorada- decía que escribía para buscar la paz que nunca encontró y también para «salvarse a sí misma». Escribir era una búsqueda. «El título de mi libro, Por qué este mundo, es una pregunta que ella se hizo a los 14 o 15 años. ¿Cómo es el mundo? ¿Por qué nacemos? ¿Por qué morimos? Temas que uno se cuestiona de adolescente, pero sobre los cuales los adultos evitamos pensar… Parecen preguntas sencillas, pero no lo son. “¿Qué estoy haciendo en este mundo?”, se preguntaba ella de forma sostenida, hasta que murió a los 56 años. Eso hace que la respete más. Hay que ser una persona muy fuerte para haber vivido lo que ella vivió. Fue heroica», subraya Moser, que ahora está preparando una biografía autorizada de otra escritora extraordinaria, Susan Sontag.
Cuando en 1977 Clarice Lispector se hospitalizó por una obstrucción intestinal -aún no le habían descubierto el cáncer de ovario que acabaría con ella- echó mano de la ficción para burlar la realidad. En el taxi de camino le propuso a su amiga Olga Borelli: «Finjamos que no vamos al hospital, que no estoy enferma y que nos vamos a París». Comenzaron a hacer planes de lo que harían allá y el taxista preguntó: “¿Puedo ir yo?’” «Claro, y traiga también a su novia», le respondió Clarice. «Mi novia es una mujer mayor de 70 años, y no tengo dinero». «También viene. Finjamos que ha ganado usted la lotería». Al llegar al hospital, el chofer le cobró 20 cruzeiros y ella le dio 200″.
“El climax de mi vida será la muerte”. (7)
Clarice Lispector (la hermosa, enigmática, felina y rebelde, escritora brasileña) no pudo contra lo inevitable: y murió un mes y medio después.
“Ahora lo sé: estoy sola. Yo y mi libertad que no sé usar.” (8)

(1) – “Aprendizaje o el libro de los placeres” – “Uma Aprendizagem ou O Livro dos Prazeres” (1981)
(2) – “Aprendizaje o el libro de los placeres” – “Uma Aprendizagem ou O Livro dos Prazeres” (1981)
(3) – “Aprendizaje o el libro de los placeres” – “Uma Aprendizagem ou O Livro dos Prazeres” (1981)
(4) – “Aprendizaje o el libro de los placeres” – “Uma Aprendizagem ou O Livro dos Prazeres” (1981)
(5) – “Aprendizaje o el libro de los placeres” – “Uma Aprendizagem ou O Livro dos Prazeres” (1981)
(6) – “Un soplo de vida- Pulsaciones” – “Um sopro de vida (Pulsaçôes)” (1978)
(7) – “Aprendizaje o el libro de los placeres” – “Uma Aprendizagem ou O Livro dos Prazeres” (1981)
(8) – “Aprendizaje o el libro de los placeres” – “Uma Aprendizagem ou O Livro dos Prazeres” (1981)
(9) – “Agua vida” – “Água viva” (1973).


PRESENTACIÓN

Poco antes de cumplir 57 años y luego de una vida apasionada, azarosa y llena de contradicciones, falleció en Río de Janeiro la escritora judía, Clarice Lispector.  Desde entonces, la novelista nacida en Ucrania ha sido reconocida como una de las más grandes creadoras latinoamericanas del pasado siglo XX.

Para dar fe de ello, el Suplemento Cultural presenta el trabajo del estudioso y profesor universitario, Jorge Carro.  El texto devela, más allá de algunas notas curiosas de la vida de la escritora, las opiniones de algunos críticos que valoran su obra y que coinciden en el reconocimiento de una esteta original y versátil.

Por ello, no sorprende que, como cita Carro, haya quienes afirmen que Lispector era mejor que Borges.  Evidentemente, al margen del debate que pueda suscitar ese juicio, subsiste el aprecio de una obra que debe ser leída y que La Hora propone a sus lectores.

Además de la colaboración de Carro, la edición cuenta con los aportes de Rolando Castellanos Portillo, Adolfo Mazariegos y Miguel Flores.  Cada texto expresa la experiencia literaria de sus autores, sus posturas críticas, pero, sobre todo, el reconocimiento del valor de la experiencia estética en el espíritu humano.

¡Buena lectura!

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