Ángel Elías
Escritor, editor y periodista

El escritor argentino Ernesto Sábato figuró seguramente como una de las plumas mejor pulidas de la literatura latinoamericana. Es conocido por libros como La resistencia, Entre héroes y tumbas y El túnel, estos escritos iban impregnados con su particular sentido de la elocuencia, la sobriedad y la certeza de un hombre que pareciera que ha vivido siglos.

El escritor dejó un libro poco conocido, pero no por ello deja de ser fundamental para entender ese gran universo de Sábato. España en los diarios de mi vejez es un recorrido por el Sábato cotidiano, aquel que en días otoñales viajó a la península ibérica para reconocer los orígenes de Latinoamérica, para tratar de reconocerse, claro no fue la primera vez que este escritor visitó España, pero sí el mejor documentado.

“Me voy para España por dos meses, un tiempo peligrosamente largo –hasta la muerte podría hallarme lejos de mi patria– a dar unas conferencias y recibir honores, que mucho agradezco y que sin duda me alentarán, pero voy en verdad para que la ausencia ahonde en mí un tal deseo por la Argentina que pueda transmitir, ya viejo y casi sin fuerzas, las reservas de esperanza que guarda en ella mi alma”, relata.

El libro deja un excelente sabor de boca en cada página. Sábato se encarga de llevar al lector de paseo por las románticas calles de Madrid, a pasear en sus trenes, a conocer sus parques, a vivir con intensidad sus museos. ¿Conocer Madrid? Nada mejor que de la mano de un Sábato que se sentaba en cada esquina para ver pasar a la gente, escuchar conversar a los comensales y dejar discurrir la tarde alrededor de una copa de vino.

“Desde la altura volví a asombrarme de la palpable pequeñez del hombre tanto como de su desafío. Microscópico, el avión parecía moverse en un océano inconmensurable, mientras los enormes edificios, las arboledas y los monumentos iban adquiriendo proporciones más modestas, imprecisos puntos en fuga. Enseguida no se distinguieron los barrios de Buenos Aires, ni el trazado de sus calles, ni el legendario puerto del que me hablaba mi padre. Pronto nada se vio salvo la plenitud azul del océano y del cielo”, comienza sus relatos, que deja entrever a vigía que sobrevuela el mundo, que lo describe, que lo dibuja, que deja una añoranza en cada letra.

Claro que Sábato tiene grandes impresiones de Madrid. Estos son los apuntes de un viajero que no se cansa de dar detalles de sus viajes, de sus sorpresas y de lo que le provoca curiosidad. Se encanta por el bullicio de los españoles en las tertulias, aquellas conversaciones que se escuchan hasta en las calles y que le dan a esa ciudad un espíritu fiestero. Ellos le provocan envidia, dicen en un par de líneas.

“Desde los ventanales observo el tumulto de la ciudad. Las luces comienzan a encenderse y el tráfico de la Gran Vía me recuerda a nuestra Avenida Corrientes. ¿Y por qué habría de asombrarme? A fin de cuentas es como toda gran ciudad, con sus ruidos, su contaminación, su ritmo vertiginoso. Un marasmo de autobuses y peatones iluminados artificialmente por carteles publicitarios. Y los edificios que enorgullecen a la gente moderna, como si de la Babel se tratara”, reflexiona frente a la ciudad de donde parte la historia que comparte.

Sábato regala un paseo por Madrid y para quienes conocen esa ciudad es un recordatorio de los colores y luces de una urbe que parece que no descansa nunca, que no deja de ser musical para quienes no la conocen.

“Caminando despacio hemos ido hasta el correo de Cibeles. Me detengo a mirar esa zona en que Madrid se ensancha, donde grandes y antiguos paseos trepan hacia la Puerta de Alcalá, por un lado, y por el otro, hacia la Puerta del Sol. Pero prefiero la sombra, entonces apurados salimos de las avenidas y nos vamos lentamente bajo los árboles del Paseo del Prado hacia el museo”, agrega en su relato.

Sábato es aquel personaje que recorre por el paseo en el Museo de El Prado, que nos lleva de la mano por el parque de El Retiro y sus distintas plazas. ¿Conocer Madrid? Sábato tiene esa habilidad de dibujar rutas, trazar sueños y guiar por Madrid. “Nunca miro más que a un pintor, lo contrario hasta me parece una falta de respeto. Esta vez sólo algún cuadro de Goya. El Goya oscuro, el feroz, el desgarrador Goya me sigue deslumbrando. Y también El Bosco”, dice con la propiedad de un explorador del arte.

Este libro son los recuerdos de Sábato, sus añoranzas que escribe con un poco de nostalgia, amargura, sentimientos y lágrimas, pero no a modo de lamento, Sábato es así, no puede evitar dejar un hermoso relato de sus días en Madrid y nosotros no podemos evitar revivir un poco con ellos.

“Volví a mirarlos a ellos, a estos madrileños que gritan y se ríen, como corresponde al auténtico sentido de fiesta, todos juntos, nadie se molesta, podría decirse que todos son un mismísimo ruido. Miro cómo se tocan, se gritan, se abrazan. Y pienso si esta manera de ser celebratoria, festiva, no es una de las tantísimas riquezas que España debe a los musulmanes, quienes no tienen una experiencia cerrada de «lo privado», bien separada de «lo público», como nosotros, occidentales”, agrega.  España en los diarios de mi vejez tienen tanto aroma a vino madrileño que seguro a sus lectores embriaga.

El libro se publicó en el 2004 y Sábato murió en el 2011.

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