Por María Prieto
Berlín
Agencia (dpa)
La alfombra roja se volvió a desplegar ayer en el céntrico bulevar Unten den Linden de la capital alemana para celebrar con rigor protocolario la reapertura de la Ópera Estatal de Berlín (Staatsoper) que, tras siete años de obras, buscó embriagar de nuevo a los melómanos más entusiastas con una acústica renovada.
Caras de expectación, carreras de última hora y fotografías para inmortalizar el momento marcaron el preludio de una noche histórica. El ansia por escuchar el nuevo sonido de la sala rococó se apoderaba de un público que, tras la larga espera, prometía entrega y no perdía detalle de la reforma acometida.
«Hemos llegado hoy de Estados Unidos para no perdernos este momento. Somos viejos amigos Barenboim, lo conocemos desde 1975 y no queríamos perdernos la oportunidad de estar aquí, es un hombre con tanto talento», señalaron a dpa Peter y Cindy, un matrimonio estadounidense.
Los techos del edificio de estilo prusiano se alzaron hasta cinco metros para crear una galería que amplifica la resonancia y permite que el tiempo de reverberación de la música se duplique hasta los 1,6 segundos.
Las nuevas condiciones de sonido, que fueron probadas en los últimos días con obras de Mozart, Brahms o Stravinsky aunque sin público, rebajan además el nivel de exigencia para los cantantes, que ya no se ven obligados a sobreponer su voz a la orquesta.
Los primeros aplausos llegaron al principio de la velada incluso antes de que Daniel Barenboim, director de la Staatsoper, tuviese la batuta en su mano. En el instante en que el rostro iluminado del afamado músico argentino asomaba por el foso, la audiencia evidenció los primeros síntomas de rendición.
Entre los ilustres asistentes, se encontraba también la canciller Angela Merkel, acompañada de su marido Joachim Sauer, como ella, gran aficionado a la música clásica.
El templo operístico inició su nueva era coincidiendo con el festivo nacional en el que se conmemora la reunificación de Alemania, en 1990.
Con escenificación del director general de la Ópera Estatal de Berlín, Jürgen Flimm, y con Daniel Barenboim a la batuta como director musical, en un día tan señalado la Ópera berlinesa apostó por una obra que recupera la esencia de la tradición germana.
«Szenen aus Goethes Faust», una pieza musicalizada por Robert Schumann en base al «Fausto» de Goethe entre 1844 y 1853, fue la obra elegida para la premiére.
Una composición minimalista que, sin llegar a ser un oratorio ni una ópera, constituye toda una obra maestra con la que Barenboim pudo saciar la sed de los aficionados más exigentes en un momento en el que la sala todavía requiere de ajustes técnicos.
«Desde donde estaba sentado no he percibido realmente la diferencia en relación a antes de la reforma pero estoy seguro de que las obras han merecido la pena. No obstante, me hubiese gustado que hoy se representase otra obra», declaró a dpa el tenor alemán Kim Schrader, hoy entre el público.
El reparto estuvo encabezado por las voces del el bajo-barítono René Pape, la soprano Elsa Dreisig, el barítono Roman Trekel y la mezzosoprano Katharina Kammerloher, entre otros solistas.
Terminados los grandes fastos, la Ópera Estatal de Berlín volverá a bajar el telón durante dos meses para realizar ajustes técnicos.
Será el momento en el que el templo musical de la capital alemana acapare de nuevo titulares por sus éxitos musicales y se desprenda definitivamente de la sombra de contratiempos que le ha perseguido en los últimos tiempos y que ha motivado que su reapertura se haya retrasado hasta cuatro años. Los sobrecostes, en tanto, se dispararon de los 239 millones de euros (280 millones de dólares) inicialmente estimados a los 400 millones de euros.
De la gravosa factura hoy nadie parecía acordarse. La atención se centraba en apreciar el color y las diferentes tonalidades del sonido.