Por Carlos Dorat
Santiago de Chile
Agencia (dpa)
Violeta Parra, la más universal de las cantautoras y folkloristas chilenas, sigue más vigente que nunca en el centenario de su nacimiento.
«En sus palabras y en su obra plástica encontramos el carácter íntimo de un pueblo, con sus desgarros, sus contradicciones y sus alegrías. Nadie lo ha expresado mejor que ella», dijo una vez la presidenta Michelle Bachelet sobre la creadora de «Gracias a la vida», una de las canciones más emblemáticas de su rico legado musical.
Intensa como pocas, la popular artista nacida el 4 de octubre de 1917 en la localidad de San Carlos, en el sur de Chile, jamás aprendió a escribir música. Sin embargo, tenía un oído musical privilegiado.
Su influencia sobre generaciones de cantautores fue fundamental para lo que más tarde sería la Nueva Canción Chilena, uno de los movimientos más relevantes de la música popular del país andino.
La autora de «Volver a los diecisiete», cuyo padre era profesor de música, aprendió a los nueve años a tocar la guitarra, instrumento que dominaba su madre campesina, también cantante.
A los 12 comenzó a componer sus primeras canciones en la casa familiar que compartía con ocho hermanos. Entre ellos, Nicanor, el célebre autodenominado «antipoeta» y premio Cervantes (2011), que festejó el 5 de septiembre 103 años de vida.
Fue justamente Nicanor, quien, al ver las condiciones innatas de su hermana, ya en su mayoría de edad, le sugirió partir y recopilar el rico cancionero popular campesino de Chile del que, hasta entonces, nadie se había ocupado mucho.
Así, recorrió el país rural y comenzó a grabar música folklórica inédita. Algunas de esas canciones están plasmadas en su disco «Cantos campesinos».
Muchos de los versos de Violeta llevan impresa la crítica social como en el tema «Porque los pobres no tienen», una de sus primeras composiciones, o en su canción ¿»Qué dirá el santo padre (que vive en Roma)»?, en la que reprocha al Papa de la época el no haber hecho nada cuando en la España de Franco se asesinaba a los opositores.
La música no era su único quehacer en el arte: el tiempo lo compartía también en sus trabajos en cerámica, pinturas al óleo, tapicería y creaciones en arpilleras, un tejido de yute u otro tipo similar de fibra sobre el que realizaba bordados o pinturas.
En una de sus estadías en Europa, en la década de los 60, se convirtió en la primera artista hispanoamericana que expuso individualmente en el Museo de Artes Decorativas, Pabellón Marsan, del Museo del Louvre de París. Sus obras recorrieron también España, Suecia e Italia, entre otros.
Tras regresar definitivamente a Chile en 1965, la autora de «Arauco tiene una pena», canción que hace referencia a las «injusticias de siglos» del pueblo Mapuche, se instaló en una carpa en la comuna de La Reina, en las proximidades de los faldeos cordilleranos de Santiago, para mostrar a los chilenos su arte.
Sin embargo, el recinto, con capacidad para unas mil personas, no funcionó como ella lo había concebido.
Tampoco se prolongó mucho una sufrida relación amorosa con el musicólogo y antropólo go suizo Gilbert Favre, quien, según se dice, fue el consignatario de varias de las canciones de Violeta como «Run Run se fue p’al norte» o «Corazón maldito», entre otras.
«Me falta algo. No sé qué es. Lo busco y no lo encuentro. Seguramente no lo hallaré jamás», señaló la artista al periodista chileno Tito Mundt, en una de sus últimas entrevistas antes de su muerte, el 5 de febrero de 1967, a los 49 años de edad.
«Estaba ordenando algo en la carpa (…) cuando de repente sentí un balazo. Entré corriendo a la pieza y encontré a mi mamá ahí tirada, encima de la guitarra, con el revólver en la mano», relató más tarde Carmen Luisa, la hija del segundo matrimonio de Violeta.
Del primero nacieron Isabel y Ángel Parra. Ambos, junto a otros como Víctor Jara, impulsaron la Nueva Canción Chilena, el movimiento que había iniciado años antes su madre y que llegó a revolucionar el folklore local.
El jueves, coincidiendo con el centenario, los balcones de La Moneda -sede del poder Ejecutivo- servirán por primera vez de escenario para un concierto en homenaje a Violeta Parra. Además, y a partir de ahora, la fecha de su nacimiento quedó instaurada oficialmente como el Día de la música chilena.