Por Christiane Oelrich
Ernen (Suiza)
Agencia (dpa)
A sus 75 años, que cumplirá este jueves 28 de septiembre, la escritora estadounidense Donna Leon es todo menos una señora mayor: ríe constantemente, habla con pasión y se indigna, por ejemplo por las hordas de turistas en Venecia. También revela algún detalle sobre la próxima aventura de su famoso comisario Brunetti.
La escritora es como un libro vivo. Hace unas pinzas con los dedos en las sienes para imitar a una garrapata que ilustra lo presos que están los estadounidenses del miedo. O representa la forma en que tuvo que obligarse a dejar de leer las noticias online en el periódico tras la victoria de Donald Trump en Estados Unidos. Eleva los ojos hacia el cielo y dice con voz grave: «Cooooold Turkey», una expresión que significa «desintoxicación drástica».
Sin embargo, el mundo de la literatura de esta autora de bestsellers no gira en torno a Estados Unidos, sino a Venecia, la ciudad donde vivió durante décadas y donde su fino y culto comisario Guido Brunetti persigue el crimen pese a la corrupción y la contaminación rampantes. La vigésimo sexta entrega de la serie, «Restos mortales», se publicó hace unos meses y denuncia precisamente el daño que estamos causando como especie al planeta.
El día de su cumpleaños será como cualquier otro, asegura la escritora, que normalmente viste cómodos pantalones y zapatos y que aborda la vida con mucho humor aunque irónico. «Realmente no soy la típica fiestera», asegura.
Con su serie sobre Brunetti, Leon creó un esquema distinto al tradicional del género policíaco. Quien al final de la novela espere que el malo sea puesto entre rejas debería leer a otro escritor. «A mí me interesa menos el ‘quién’ que el ‘por qué’; quiero saber qué llevó a alguien a cometer el crimen», afirma la autora de «Muerte en La Fenice» y «La chica de sus sueños».
Así que al final de cada caso de Brunetti no siempre hay un asesino detenido, y a veces incluso no está claro si realmente hubo asesinato.
Lo que sí llena las páginas de Leon son los errores humanos, los problemas sociales y las corruptelas políticas que arrojan un intenso retrato de la vida en la ciudad de los canales.
De su amada Venecia. A Italia llegó como estudiante y dio clases de literatura inglesa. Pero ahora ha huido de los turistas. «Hay una maldición sobre la ciudad para que se vuelva aún más kitsch, con menos gusto y aún más fea», dice, y arremete contra los «puestos móviles con las porquerías para turistas». Y contra los propios turistas: «Uno de los grandes misterios de la humanidad es por qué alguien que sólo lleva puestos bermudas, zapatillas de deportes y camisetas arrastra a la vez una maleta más grande que él mismo».
Leon vive desde hace años en un pueblo de Suiza cerca de la frontera con Italia. «Pronto podré pedir la nacionalidad suiza», dice. «Me gusta la idea de ser europea».
Allí es donde escribe sin complicados rituales, y a veces, si es necesario, también cuando está de viaje. «Me basta con una superficie plana en la que apoyar la notebook». Su pasión por la música barroca la lleva a todas partes del mundo, entre otros con el conjunto «Il Pomo d’Oro», creado en 2012 y que ayuda a promover. Todos los veranos está en el Festival de Literatura y Música de Ernen, en el cantón suizo de Valais.
Leon se crió en Estados Unidos con un hermano en una familia alegre, como ella misma la califica, que también le sirve de modelo para los Brunetti. Sus abuelas eran de Irlanda, un abuelo de España y otro de Alemania. «Soy la típica americana sin pedigrí», dice sonriente.
No tiene en cambio una familia propia. «Siempre estoy de viaje», se justifica. «No tengo ni una planta, no digamos una mascota». Su amor por Venecia sigue en pie pese a todo, y una vez al mes suele ir de visita para ver amigos y dejarse inspirar por nuevas tramas. Por ahora no ve el final de la carrera del comisario, entre otras cosas porque escribir es para ella un gran placer. «No se preocupe, aún tiene al menos 25 años de carrera por delante», asegura riendo.
La historia de Brunetti para 2018 ya está terminada. «Trata de la codicia y la maldad, una vuelta a los típicos estándares de la novela policial», asegura. El título en inglés es «The Temptation of Forgiveness», que traducido literalmente significa «La tentación del perdón», aunque la versión española aún no se conoce.